El Guardián del Umbral

in #spanish6 years ago

No se trata del plagio de la delirante novela de H.P. Lovecraft, pero sí podría decirse que coincide básicamente con sus planteamientos, si consideramos el trasfondo psicológico que se oculta realmente detrás de éstas misteriosas figuras, conocidas generalmente como guardián o guardianes del umbral y que, con mayor o menor carga de efectividad emocional, custodian indolentemente cualquiera de esos accesos que separan dos mundos generalmente muy específicos, pero intrínsecamente relacionados: el físico y el espiritual. Si bien sus antecedentes más notables, se encuentran, generalmente, en los accesos a los templos, no son ajenos, tampoco, a otra clase de lugares e instituciones.
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Tal es el caso, por ejemplo, de un parque que bien podría considerarse como mágico, si por mágico entendemos –aparte, obviamente, del embrujo y la fascinación que despiertan siempre los lugares naturales-, la utilización de unos símbolos específicos, encaminados astutamente a despertar en el espectador unos arquetipos determinados, aletargados en lo más profundo de la psique, que vendrían a constituir esa otra realidad tan fascinante, a la que el gran psicólogo C. G. Jung denominaba como el inconsciente colectivo. Convertirse en hermeneuta y pretender ahondar, quizás, en ese profundo y tenebroso mar de la consciencia, conlleva, cuando menos, despertar profundos terrores contenidos en los genes de una humanidad que nació temblando de miedo en lo más profundo de las cavernas.
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Todas las grandes civilizaciones supieron aprovecharse de ello y los utilizaron; incluso el Cristianismo, seguramente basándose, sobre todo, en los demonios que conjuraban el modelo de modelos, es decir, el Templo de Salomón, también se alió con ellos, utilizándolos en los umbrales de sus templos. En este jardín mágico al que hacemos referencia –que descubriremos en una próxima entrada, cuando nos demos un paseo más amplio por él-, no deja de llamar la atención este simbólico centinela, en la figura de un imponente jabalí, plantado sobre sus cuartos traseros, a la entrada de una cueva o puente, según se mire –en no pocas ocasiones, vienen a constituir un efecto gemelo, simbólicamente hablando-, que podría considerarse como el umbral que separa, así mismo, los dos mundos a los que se viene haciendo referencia.
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Su aspecto, como el aspecto de aquellos terribles monstruos o leones, que generalmente solían ser una constante en los templos románicos –objetos y sujetos, sobre cuya evolución y planteamiento se podría un interesante y voluminoso tratado-, es igual de siniestro y amenazador, y cuando menos, invita también a la reflexión. Y observándolo y a la vez reflexionando, cabría también preguntarse si la pregunta que en realidad nos está haciendo, retándonos con sus poderosos colmillos, no es otra que ésta: ¿te atreves a ir más allá?.

AVISO a CHEETAH y NAVEGANTES: Esta entrada pertenece a mi blog LUGARES DEL ESPÍRITU. Tanto el texto, como las fotos, son mi de exclusiva propiedad. El vídeo que complementa la entrada, pueden visionarlo en la siguiente dirección: http://lugaresdelespiritu.blogspot.com/2015/10/el-guardian-del-umbral.html

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Realmente es intimidante! Para ir más allá en esos lugares hay que hacerlo con cuidado, desde mi punto vista guardan muchos misterios.

Bueno, es todo muy psicológico. Como se suele decir: todo está en la mente, la mente es la gran creadora de fábulas y misterios.

Eso también es cierto mi estimado amigo =)

La verdad es que tiene un aspecto intimidante. No sé si me atrevo a ir más allá, claro es que para ir más allá hay que superar las dificultades y la primera es enfrentarse a tus propios miedos e inseguridades.

Me ha gustado tu post, tienes un dominio del castellano muy amplio.
Un saludo

Tienes razón: la clave está en vencer los propios miedos e inseguridades y explorar esa puerta a lo que todos tenemos miedo de asomarnos. Muchas gracias por tu amable comentario.

No es un capricho querer ir más allá del guardián, es casi una necesidad. Si no te enfrentas a tu sombra te atascas. Bruce Wayne tuvo que hacer frente a los murciélagos antes de convertirse en Batman.

Y nada menos que en el Tíbet, lugar mistérico donde los haya (o donde los hubo), cuyas iniciaciones han levantado verdaderos ríos de tinta. Prefiero verlo desde una perspectiva más romántica y acudiendo al Fausto de Goethe, pensar en la frase de Mefistófeles referente al atreverse a cruzar el umbral de la puerta a la que todos tienen miedo.

La teosofía está permanentemente presente en la cultura popular del siglo XX. Desde el Mago de Oz hasta hasta la serie Twin Peaks, donde se habla del Guardián en el Umbral explicitamente. Y del Tibet vino Nicholas Roerich, con su relación con Roosevelt y Wallace en los años 30, años en los que es creado Batman y Frank Capra filma Horizontes Perdidos.

Goethe tengo entendido que tenía aficiones rosacruces.

Cierto. No quiero extenderme, pero Roerich es una debilidad. En efecto, en su extensa obra pictográfica hace algunas referencias a las figuras de los guardianes, si bien, éstos guardarían, supuestamente, las puertas a un reino legendario que figuraba en las leyendas budistas: Shamballa o Shamballah y posiblemente tuvieran relación con los Mahatmas o Grandes Almas de Blavatsky y Bésant. También es muy posible que de ahí sacara el argumento James Hilton para su Shangri-Lá (Horizontes perdidos), en el que se basó Capra para hacer esa obra de arte, que se estrenó en 1937-1938, con la II Guerra Mundial en puertas. Además, Roerich fue un precursor de los avistamientos OVNI, observando uno en 1928, en el desierto de Gobi, durante el transcurso de una de sus expediciones, que hubiera hecho las delicias de C.G. Jung en su librito 'De cosas que se ven en el cielo'. En fin, habría mucho de lo que hablar, pero la figura del guardián del umbral se encuentra en todos los mitos y religiones. De toda la mitología de Lovecraft, la que más se aproxima, en mi opinión, a todo esto, no es precisamente el relato que lleva por título El guardián del umbral (en el que me basé para escribir esta entrada en su momento), sino sino un pequeño volumen que hay que leer con mucho detenimiento y desde un punto de vista psicológico: 'Viajes al otro mundo. Ciclo de aventuras oníricas de Randolph Carter', y de ellos, especialmente, dos de los relatos, cuyo título ya te figurarás por dónde va: La llave de plata y A través de las puertas de la llave de plata, éste último en colaboración con E. Hoffmann Price.

Madre mía, nos podríamos tirar horas hablando de este tema. A mi también me apasiona. Qué decir de Kadath y Randolph Carter; tengo por ahí creado a un onironauta ficticio inspirado en él. Lo del desierto del Gobi de Roerich no lo tenía controlado.

Pues sí. Esa visión (que según un lama que le acompañaba, era 'la señal de Shambhalla') la puedes encontrar en su libro 'Shambhala', Grupo Libro 88, S.A., Madrid, 1992. Y en cuanto al onironauta (por ahí debo de guardar yo una obra inacabada que empecé a escribir hace taitantos años), ya nos lo presentarás.

Y hablando de llaves...la que tiene en su mano, según la obra de Fidias, en la que se basa, nuestra queridísima diosa Cibeles (y dejo el fútbol a un lado), reina y soberana del Inframundo.

Se cierra el círculo. La clavera del inframundo.

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Es imperdonable, pero no conozco ese parque. El jabalí nos reta a entrar en lo oscuro, pero antes hay que atravesar el agua. Me encanta todo ese simbolismo, además de ser una preciosidad.

Merece la pena. Como su nombre indica, es todo un capricho, pero un capricho de lo más esotérico, repleto de misterios y arquetipos. Incluye un búnquer de la Guerra Civil que fue cuartel general del ejército republicano. Pero para visitarlo, puedes tirarte meses y meses esperando turno. Es lo que ocurre con dar a conocer ciertos lugares, pero todos tenemos derecho. El búnquer todavía es una asignatura pendiente. El agua, para darle más carisma, parte del embarcadero del estanque, y llega hasta este punto, que es el palacio de baile. Todo muy simbólico, es verdad, recrea, comparativamente hablando, el viaje del alma a través del Inframundo, donde aguarda ese Caronte que no hace un favor si no hay pago, para llevarnos a la otra orilla.

En tu prosa lo imagino como una mezcla de los leones micénicos con los verracos vetones. Aguardo ese próximo artículo en el que nos cuentes más detalladamente sobre él. El título lovecraftiano, todo un puntazo.

Bueno, ten en cuenta, por ejemplo, que en muchos Pantocrator con las figuras simbólicas de los cuatro evangelistas, todavía hay representaciones del toro o del buey que representaba a Lucas, con alas, es decir, como su modelo original, los toros alados babilonios. Lovecraft merece algunos homenajes aparte. Volveré a subir la entrada del Capricho con mi visión esotérica, aunque claro, cada uno puede sacar sus propias conclusiones.

Ah, y un buen ejemplo de ello, lo tienes en esa iglesuela románica de San Miguel de Sotosalbos, en Segovia, donde el Arcipreste de Hita glosaba a la hermosura de la finojosa...

es precioso, pero muy intimidador,esta apunto de levantarse y correr para pillarte el culo,
tu relato es misterioso y deseando ver la siguiente

Ja, ja...exagerá. ¿Alguna vez has entrado a una iglesia antigua, románica, y te has fijado en los leones que suele haber a ambos lados de la puerta?. No te han mordido, luego te animan a vencer los miedos y a seguir adelante. No recuerdo quién lo decía exactamente, pero piensa que todo está en la mente.

Tengo mucho en esta loca cabecita

Pues claro que sí

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