El enigma de Baphomet (95)

in #spanish6 years ago

—Vamos dentro, porque aquí se nos van a mojar y manchar en cualquier momento. Vamos a poner todos los pergaminos encima de la mesa.
Entramos en el comedor que daba a la cocina donde una mesa de nogal claro, con el tablero de una sola pieza, ocupaba el centro rodeada con seis sillones de cuero. Gelvira extendió un mantel de lino blanco con flores blancas bordadas por ella.
—Este otro pergamino es la primera hoja original del segundo juicio en el año 1235 que saqué de la alforja de Rechivaldo cuando huíamos por los montes Aquilanos.
“Damos y regalamos a los frailes del Temple nuestra pintura antigua que representa a Jesucristo en las bodas de Caná...”
—¿A quién representa esa miniatura tan deliciosa? —preguntó Gelvira.
—En la corona pone la leyenda.
—Déjame leerla.
Gelvira tomó el pergamino en sus manos y lo fue girando con la cabeza ladeada al leer:
—“SAN GREGOR ILUMINATOR MILES TEMPLI”

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—Y aquí está la copia de la segunda parte que está escrita en el segundo pergamino original que se llevó Rechivaldo. ¿...? ¡...! ¿...? ¡Hay tres palabras: “BACHUS” que está clara, significa Baco, y las otras dos no se entienden.
—¡¿A ver?! Déjame leerlas. Hay letras que no son nuestras, pero parece que pone METEXO. ¿Qué quiere decir “metejo” con letras griegas?
—Es igual. Para los tribunales no valen las copias; los documentos tienen que estar sellados con cera y la impronta acuñada en la que se vea la figura y la leyenda. Y además firmados y rubricados. Tengo que alcanzar a Rechivaldo para juntar los dos originales.
Yo quería explicarle a Gelvira los pormenores de los escritos que ya teníamos:
—Mira: estos pergaminos contienen los diarios del primer juicio, que nos interesa, del año 1218.
Pero Gelvira parecía ausente. Pensaba en varias cosas a la vez, y yo no le seguía las preguntas tan diversas que me formulaba. Yo creía que no entendía nada pero lo había absorbido todo en la cabeza, porque leía más deprisa que yo, incluso el latín de la escritura de Arias Didaz, a trancas y barrancas iba leyéndolo.
—Vamos a terminar de ordenarlo —me decía.
Quien todavía tenía confusas las ideas era yo, que no había descansado la mente ni el cuerpo desde hacía mucho tiempo. Y seguía diciéndome:
—Vamos a ordenar los escritos:
Primero la copia de la escritura de Arias Didaz. Aquí a un lado.
El juicio de 1218. Aquí, separada.
Y el original de la primera hoja y la copia de la segunda hoja de 1235.
Leyó Gelvira despacio el de 1218. Comprobó por ella misma que faltaban algunos pliegos que tenía Rechivaldo.
Mientras tanto, me dispuse a segar alfalfa para Áureo con la guadaña después de llevarlo a beber agua. Descolgué el gachapo. No fue suficiente afilarla con la piedra. Estaba muy estragada. No cortaba nada y las plantas se trababan en manojos; tenía mellas por todo el filo y estaba oxidada, por lo que tuve que picarla antes de proseguir la faena. Debajo del cobertizo encontré un hierro que me hizo de yunque y tardé un buen rato en encontrar el martillo.
Cuando entré, de nuevo, me dijo:
—Hay que leerlo despacio, para no confundirse. En el año 915, cuando ni siquiera existía el Temple, ya había monjes Benedictinos en San Pedro.
—Claro... Y era un monasterio muy importante que había acumulado riquezas y propiedades desde hacía mucho tiempo. Recibía herencias y cobraba tributos a los campesinos de Castilla, León y Galicia. Pero todo este valle de Valdueza, no pertenecía al monasterio sino que pertenecía al rey Ordoño II. Vamos al corredor desde donde divisamos casi todo el valle.
Salimos al corredor. Yo señalaba extendiendo el brazo y con la otra mano de visera en la frente para quitar el sol de la tarde:
—Mira al norte. Río abajo... ¿Ves aquella arboleda? La de la derecha que se pierde entre la bruma...
—Sí... Sí...
— ¿Y que más a la derecha se ensancha el valle? Pues desde allí se baja hasta Ponferrada. Todo el valle es un alfoz de Ponferrada.
—¿Un alfoz?
—Sí. Un alfoz es un conjunto de pueblos con todas sus tierras. Mira al sur. Allí arriba también se pierde el valle tras las últimas colinas.
—Es un valle grandísimo.

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—Y muy fértil. Da toda clase de árboles, pesca y animales. Todo el valle era del rey Ordoño II.
—Pero se lo regaló al Monasterio de San Pedro en el año 915, hace tres siglos.
—Es que los reyes regalaban todo a los frailes para asegurar el perdón de los pecados y la salvación eterna.
—Hasta 1118 no se funda el Temple. O sea, que está muy claro: los propietarios del valle eran los benedictinos de San Pedro.
—Pasado el tiempo, se fundó el Temple. Los templarios se asentaron y restauraron el castillo de Ponferrada y adquirieron y heredaron los alfoces de la parte baja y otros valles que confluyen en Ponferrada; y se fueron haciendo los dueños de muchas fincas. En el año 1210, otro rey de León muy posterior, Alfonso IX, se apoderó de las fortalezas de Ponferrada y de las fincas que las rodeaban. También sus huestes se apoderaron por la fuerza de las fortalezas de todos los valles del Sil con todos sus alfoces. Pero al año siguiente se arrepintió de la fechoría que había hecho y redactó una escritura con la que devolvía al Temple lo que le había usurpado.
En la escritura figuraba un error garrafal que decía: “El rey Alfonso IX, devuelve al Temple el castillo de Ponferrada con todos sus alfoces”
—¿Pero cómo le iba a devolver todos los alfoces, si el de Valdueza pertenecía a los frailes de San Pedro? Tendría que haber dicho: “todos los alfoces menos el alfoz de Valdueza que pertenecía a los monjes benedictinos de San Pedro desde hacía dos siglos.
—Pues claro... De ahí vino todo, de ese error del escribano del rey Alfonso IX. Por eso los Templarios decían que eran los dueños de Valdueza y lo demostraban con una escritura del mismísimo rey Alfonso IX.
—Y los monjes de San Pedro tenían otra escritura más antigua del rey Ordoño II en la que también decía que eran ellos y no los templarios, los dueños de Valdueza.
Por eso reñían y no se ponían de acuerdo. Vamos a leerlo.

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