"El Baco" Capítulos 37 y 38. Sigue la sonata de Beethoven y la Sinfonía de los Juguetes de Lopold Mozart. ( No confundir con Wolfgang Amadeus Mozart)

in #spanish7 years ago (edited)

37
(Beethoven. «Sonata No 5, violín y piano»)
—Cuatro meses de trabajo, bibliografía, programación, pedagogía, experiencia didáctica. Me parece que tú eres un poco jovenzuelo; pues hay que ir despertando: de lo contrario te las van a dar todas del mismo lado y una al revés como remate. Mira: si ha habido en la historia de la enseñanza una oposición más objetiva, menos memorística y del todo fiable es la nuestra, donde se han valorado más las dotes para enseñar que a los empollones eruditos que mucho bla, bla, bla, para aburrir a los alumnos, que de eso hay mucho. ¡No enseña el que más sabe sino el que mejor sabe enseñar! —pronunció esta frase como si de lapidaria se tratara; con convencimiento; y en el deje tonal se podía presumir lo más lejano a la improvisación. Siguió diciendo—: ¡La oposición pedagógica por excelencia, la democrática! Creo que la infravaloras con tus argumentos —cabeceaba apartando la mirada—. ¡Vale, mozo! —Y buscando el reloj entre el gemelo del puño, súbitamente exclamó—: ¡Anda la vi llorando! —Suponía Roberto que se trataba de un eufemismo sustituto de la expresión: “¡Anda la Virgen!”— ¡La Juana! ¡La Juana! Me está esperando para ir de compras. Son las siete, y habíamos quedado a las seis y media. ¡Válgame Dios! Te abandono, me voy corriendo. Mañana, al tajo.

38
(Leopold Mozart. «Sinfonía de los Juguetes»)
Se hospedó en casa de una patrona donde vivían estudiantes de todas las Facultades. A Emilio lo colocaron en la habitación doble con uno de quinto de medicina. La primera noche no pudo dormir, pues el marido de la patrona padecía cor-pulmonale y pasó unas cuantas horas ahogándose y dando tales resoplidos que Marcelina le decía con voz estridente: «A ver si te mueres y nos dejas en paz. Cállate de una puñetera vez.» A los pocos días entendió Emilio las intenciones de Marcelina, muy sibilinas por cierto, ya que con aquellos improperios lanzados a su marido, tomaba la iniciativa para que ningún inquilino protestase.
Las primeras clases de primero de comunes le parecieron fáciles, y distribuía su tiempo en perfeccionar todo lo que con minuciosidad y exquisito orden tomaba en ellas. También pensaba... y recordaba con testarudez su infancia, a sus padres, a su hermano Andrés con el que, desde niños, no había mantenido más conversación que algún monosílabo esporádico. Andrés no obtuvo más medro que haber comenzado aprendizaje de peluquería; y contaba los días que le quedaban para marchar a la mili. No sabía lo que le ocurría y no se atrevió a decir a nadie que en más de una ocasión se le pasaban por la cabeza intenciones horrendas, como acostarse con su madre o acribillar a cuchilladas a su hermano. En el cuartel se cagó en la puta madre del capitán de la compañía después de echar una blasfemia, por lo que pasó la mayor parte del servicio militar en el calabozo. Durante la última guardia, disparó una ráfaga de «cetme» sobre un sargento de IMEC al que dejó muerto en el acto, por lo que se le formó consejo de guerra.
El calendario que pende en la pared de la habitación de Emilio reproduce un cuadro de Murillo, en el que dos niños humildes comen frutas. Cada vez que los mira, se acuerda de los melones que su hermano y él robaban en el huerto del cura; o de la viña de Nisio, el Caramelero, con aquellas uvas verdes y agrias que comían en la cuadra al lado de la marrana recién parida.
El «penene» que le da prácticas de lengua española le exige una composición de textos con el título: «Resucitar un personaje»; y Emilio escribió el que sigue:
Maletas, camas, armario, alfombras desgastadas, una mesita y una estufa de butano; la estantería llena de libros grandes y pequeños... ¿...? ...Cuadernos de pastas rojas. ¡...! ¿...? «Ar-güe-lles». «Farreras». «Botella Llusiá». ¡Qué letras tan diminutas! Además, con el reflejo del sol en el cartabón de plástico... Son autores de libros de medicina interna y de patología quirúrgica que estudia mi copupilo en quinto curso. Encima, sobre las carpetas del último vasar, como antenas gigantescas de insectos: los flexos. Uno praxiteliano; el de la derecha erguido. Detrás, sobre la pared de flores azules, que con tanto mimo cuida Marcelina, la patrona, un niño del calendario, no termina de tragarse los bocados de melón que ha masticado. Frunce el hocico contento, muestra sin querer su estómago abultado, mira con desdén, sin darse cuenta que lo están mirando, deseando que se trague su compañero la interminable uva de sus labios redondos.
¿No te da vergüenza de la mugre de tus uñas, de la roña en las orejas y de los piojos en el pelo? ¡Desgraciado, harapiento, truhán, guiñapo sucio! ¿Quién se atrevió a pintarte? ¿Cómo no saltas del cuadro en el museo? ¿No ves a tu lado príncipes, duquesitos, niñas con flores y «cancanes», colores en el pelo, puntillas en los puños y en el cuello, zapatitos blancos, sonrisa de idiotas, príncipes, príncipes, príncipes; y tú, ni siquiera un aya o un caballo...? Te supero en edad pero en malicia me ganas. Pretendía picar tu amor propio; que giraras la cabeza y me escupieras en la frente, y así, pudiera ver tus dientes afilados y tus ojos negros de niño de barrio. ¡Perillán! ¡Con qué desprecio has tomado mis imprecaciones! Ni siquiera tu sonrisa se ha cambiado.
¿Moriste viejo? Estás curtido. ¿Por qué crees que te contemplo? No obstante, digo toda la verdad, que no la dijo el que tituló tu retrato: «Comedores de fruta». Podría haberlo llamado: «Melón y uvas en manos de niños»

¿…?Tic,tac,tic,tac...¡Qué impertinente!,pero es otro objeto de mi cuarto lleno.

Mientras estudió la carrera, se refugió en los libros denodadamente. Ganó oposiciones a Cátedras de Institutos en la primera convocatoria a la que se presentó.
Los que no saben su historia, jamás podrían percatarse de que don Emilio usa peluca tan sutilmente acicalada que contrasta con los agubiantes rasgos de su cara de Cro-Magnon. Es velludo y algo zambo. Regordete no es lo suyo, pues, por panza, exhibe una panzuela casquete, aislada entre lo huesudo de su aspecto. Se muestra incansable en la publicación de artículos sobre la edad clásica y lingüística latina y griega con títulos kilométricos.

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Y tú también. Me interesa todo lo que sea arte. Saludos.

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