10 minutos en automático: CondenadosteemCreated with Sketch.

in #spanish6 years ago

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Observaba en silencio desde la ventana, por una rendija entre de las cortinas. Sus ojos hundidos estaban fijos en la torre oscura que se elevaba al otro lado del patio, detrás de la cerca. Iluminaba la estancia la luz ténue de una pequeña lamparilla de mesa. Sus ojos no soportaban otra luz. Le dio la última calada al cigarro y lo apagó en el cenicero. ¿Cuanto tiempo hacía que habían hecho la entrega? ¿Tres semanas?, ¿un mes? Se rascó la cabeza con cuidado. Tenía muy sensibles las yemas de los dedos y le quemaban al más mínimo roce. Se dio cuenta de lo extremadamente delgados que tenía los brazos; parecían ramas delgadas de un árbol sin hojas. Había perdido más de veinte kilos desde que empezó la vigilancia. Intentaba comer, pero no podía tragarlo. Todo le daba angustia. Ese maldito insomnio…

El dossier decía PRISIONERA 21122121 ¿Por qué la habían traído precisamente a ese lugar? No estaban capacitados allá, entre las montañas, alejados del resto del país, para mantener un operativo de ese calibre. Siguiendo las instrucciones al pie de la letra, día tras día, vigilando desde lejos, haciendo mediciones y tomando fotografías. Y siempre cumpliendo la orden estricta de no acercarse a menos de diez metros del edificio. Ni llevar agua ni alimento alguno a aquella niña.

Sin embargo, daba la impresión de que el que se consumía en aquella base olvidada era él. Hasta sus hombres se habían dado cuenta y estaban preocupados por lo demacrado de su apariencia. El paleto ese de la honda, y el otro, el gigantón, el matemático. Llevaba más de una semana sin dormir. Cada vez que cerraba los ojos se repetían aquellas imágenes horrorosas, le subía la tensión y sentía un dolor intenso en la base de la cabeza. No sabía qué hacer ya. No había nada más que tomar en el botiquín. No comía ni dormía. Se estaba convirtiendo en un saco de huesos, todo costillas bajo a camisa. ¿Pero qué le pasaba?

Entonces volvió a escuchar la dulce cantinela, como cada noche. Se pasó la mano por la cara. No quería mirar. Pero no había más remedio. En efecto, allí estaba, como cada anochecer, colgando de la ventana de la celda más alta: una larga trenza dorada que llegaba casi hasta el suelo.

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Una historia de suspenso, donde Rapunzel termino siendo prisionera...

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