Hace algún tiempo existía una hermosa pequeña familia, los Davies. Constaba de una amorosa abuela materna (Ágata), una madre (Vibeke), un padre (Gorka) y cuatro agradables y sinceros jóvenes (Kenji, Ketzaly, Ventura, Hypatia).

Estaban llenos de alegría, no había momento que no quisieran pasar todos juntos o reunidos, riendo, contando chistes y anécdotas de lo que vivían a diario. Se apoyaban completamente al momento de que alguno tomara una decisión, siempre aconsejandose antes de que actuaran. Eran tolerantes unos con otros a pesar que tenían caracteres y personalidades distintas. Contaban con una amistad y complicidad entre hermanos, no había nada que no supieran del otro; de igual manera entre los padres, quizás no lo sabían todo sobre sus hijos pero los conocían tan bien, que sabían cuando algo andaba mal y solo esperaban el momento de que tuvieran el valor de sincerarse, mientras que ellos se conocían mutuamente por tener muchos años de matrimonio. Por último pero no menos importante no les faltaba el amor, este núcleo derrochaba amor por doquier, se les veía en la cara al hablar con otros de algún familiar y en la manera de expresarse de ellos.

Pasaban de todo como toda familia normal, pérdidas de empleos, peleas momentáneas y reconciliaciones, escapes y desamores juveniles, enfermedades y tratamientos, accidentes automovilísticos, hasta que los golpeo algo que era completamente desconocido para ellos justo en diciembre momento de unidad y alegría, la perdida física de uno de ellos, los desestabilizo, siendo este acontecimiento el que más les marco hasta el momento.

Ágata se había ido a un lugar mejor y más tranquilo justo cuando Kenji y Ketzaly (los más grandes) sentían que la necesitaban más, estaban en plena adolescencia, sabían que se resguardaban con ella y nada pasaba, el choque fue tan fuerte para ellos como para Vibeke ya que su madre era todo para ella, le aguantaba todo y su vez la consentía en lo más mínimo y no había nada que Ágata dijera que no fuera amén en casa. Para las más pequeñas fue un poco diferente, por ser estas simplemente unas niñas no sabían muy bien que era lo que pasaba, solo sabían que algo malo sucedía y que a su muy querida abuela Ágata quizás ya no la verían más.

Ágata era la más tierna y bella abuela que ellos pudieron desear, los consentía, los escondía, decía y mantenía mentiras por ellos, les cocinaba, a veces escondía comida en su cuarto cuando sabía que ellos estaban fueran en sus andadas juveniles para que no se perdieran de nada cuando regresaran, los protegía, los escuchaba, los guiaba y aún así siendo ella el todo para esa familia una cruel enfermedad se las arrebato sin dolor alguno. Mucho tiempo paso para que esta pequeña familia se recuperara, de hecho pasaron años y aunque el dolor seguía intacto fueron evolucionando porque no querían que las más pequeñas se perdieran de esos momentos agradables y alegres que ellos vivieron en algún momento.

Al ir pasando el tiempo, todos los hijos fueron creciendo tanto a nivel académico como a nivel personal cada vez más, el orgullo, la alegría y el entusiasmo, llegaba a la casa e inundaba a la familia entera y a medida que pasaba esto la unidad en los mismos aumentaba, nuevamente había esa luz en ellos, porque sabían con seguridad que su Ágata no hubiese querido menos para cada uno de ellos.

A pesar de esos años de alegría y entusiasmo general, precisamente en plena época navideña, cerca de la fecha de la perdida física de Ágata. Justamente luego de unas horas de haber amanecido y salido el sol, sucede algo sumamente inesperado y extremadamente doloroso, años más tarde algo desbastador tocaría de nuevo la puerta de esta familia, era ese “algo” que iba a cambiar sus vidas por y para siempre, tanto fue así que realmente ellos no saben si podrán sobrellevarlo en algún momento dado de sus vidas.