Esta tradición tiene más de 5000 velitas en su pastel, pues data de muchos años antes de Cristo, y proviene de las culturas sumerias, egipcias, persas, griegas, romanas y unas cuantas más; ligada a la religión y a la magia. Las costumbres de felicitar al cumpleañero y entregarle obsequios en medio de una fiesta que se completa con una torta adornada con velas encendidas, se realizaban con el fin de proteger al homenajeado de malos espíritus, garantizándole bienestar y seguridad durante todo un año.

Debido al origen “pagano” de la fiesta de cumpleaños, los católicos rechazaron esta celebración durante siglos y no la permitieron en su cultura sino hasta que el Emperador Aureliano dio la orden de que cada 6 de enero se conmemore el nacimiento de Cristo, sin embargo en el siglo IV el Papa Julios I decide adelantar un poco esta fecha y se toma el 25 de diciembre como fecha de navidad, desde entonces hasta la actualidad.

Antiguamente los faraones egipcios acostumbraban organizar fiestas en las que cada año celebraban el nacimiento de algún miembro de la realeza, como actividad exclusiva de esta clase social. Por su parte, tanto los griegos como los romanos creían que cada persona al nacer se acompañaba durante toda su vida de un espíritu protector (daemon para los griegos), creencia que ha trascendido generaciones y culturas, y que nosotros conocemos como el Ángel de la Guarda, el Hada Madrina o Santo Patrón.