Lo recuerdas, querida... Antes de conocernos, yo amaba a alguien de ese lugar, quería pensar que ya eras tú. Te esperé, llegaste, me miraste con desprecio la primera vez, como si me conocieras de hace años y la historia comenzaba a construirse como yo la tenía en mente.

Hasta que un día me di cuenta que fue exactamente así, todo lo que intenté evitar sucedió.

La gente nos seguía, convencíamos con nuestras ideas, inducíamos nuestros principios en ellos, y a donde íbamos ellos irían detrás de nosotros.

Yo escuchaba las caricias que le dabas al viento con tu voz y el alba renacía cada vez que nuestros labios se encontraban. Movíamos las colinas cuando inventábamos la vida en las íntimas cabañas que les robamos a los ángeles. Así, nuestros amaneceres, eternos...

...y entonces discutíamos sobre cualquier cosa. Tú no estabas de acuerdo en que Federico García Lorca tenía más ternura que José Lezama Lima, y yo que he recorrido todo el mundo con la poesía, entre charlas y simposios, sé lo que digo de Lorca y sabes que amo a Lezama, para mí es el rey de las imágenes, pero soy un blando y prefiero a Lorca y sus romances.

Sabes que te conozco desde tus pies hasta tu entrepierna, sé de tus celos, la locura que generamos nosotros al mirarnos como dos aves que se buscan y quieren volar al otro lado del mundo, juntas. Queremos correr, siempre. En la cama es igual, no paramos de movernos apasionadamente, con todo el amor que se escapa de nuestros poros. Así somos.

Lo que más me emocionó al llegar a esta comunidad fueron tus piernas. Es cierto que sentir este lugar como una institución, nada parecido a un partido político, sino a todo un movimiento que depende del amor de cada ser que con su lucesita deja su brillo en una cajita que canta las canciones que nos hacen amarnos más, es bello. Pero me volvía loco la blancura de tus piernas, incluso cuando en una asamblea, me interrumpías con esa inquietud de tus piernas que podían desconcentrarme y perder fácilmente el hilo del discurso. Por las noches derrochábamos gotas de placer, justo cuando todos se iban.

Todo es sublime dentro de este crepúsculo que nos inventamos. Ni la rebeldía de aquella protesta de poetas que hicimos con la que logramos que nuestra ciudad volviera a brillar, se encontraría este nivel de belleza en un planeta tan común como éste. En otro tal vez sí, donde le pudiéramos llamar algo así como Ashle.

Decías que nunca dejaríamos de hacer el amor, que el día de nuestra muerte, cada uno dejará una pizca en vida de su alma que seguirá placentera, fogosa y rica en amor, mientras sigamos dándole caricias a nuestros recuerdos bajo el crepúsculo.

"Nos veremos en ese lugar, donde hay una cama con nuestros heterónimos, para hacer el amor infinitas veces, como las rocas del espacio." Me dijiste al suponer que podríamos morir pronto.

Los amantes son el motor de los colores del cielo. Lo que predije ha sucedido, era inevitable. Engañamos a todos esos poetas tan llenos de sensibilidad, y hemos recibido lo que merecíamos desde el principio. De no ser por el atentado a nuestro punto de encuentro, estaríamos sobre nuestra mina de fuego, llenos de nuestra carne, con ganas de saciarnos. Porque lo que te inventaste de la cama en el cielo con nuestros nombres también era una mentira de las que soy incapaz de perdonar como lo soy de dejarte de amar. No te perdono que hayas esperado mi muerte para mostrarme con quien ocupas la cama. Lloro y te amo, hasta que nos toque morir de nuevo, cuando todos los poetas nos olviden.

pd. Este escrito ha nacido del experimento que he propuesto en mi post anterior. @syllem ha sido la primera en proponer su palabra: Movimiento.