Se maquilla lo mejor que puede siendo muy sencillo, se coloca unos tenis, algo de ropa cómoda y sale a caminar.

Respira hondo, cierra sus ojos y al abrirlos se pierde viendo los árboles mecidos por el viento; a consecuencia del agotamiento busca un lugar para sentarse y recuperar energía, la brisa refrescante, mece los árboles haciendo caer de ellos flores y hojas.

La brisa juega con sus cabellos, la siente en su rostro y ella percibe el delicado aroma a flores que le trajo recuerdos a su mente.

Aquel día que su esposo pedía su mano en matrimonio, con un ramo de flores, escudriñó recuerdos en su mente y no encontró mas atenciones de este tipo, osea que nunca más supo lo que fue sentir nuevamente lo que es recibir tan romántico obsequio.

Su recuerdo se hizo agrio...

Aurora despierta de la vida, abre los ojos, tenía un compañero de vida, pero su relación era fría y sombría.

Dos lagrimas gruesas corren por sus mejillas, enjuga las mismas, respira hondo, se levanta erguida y continúa su caminar.

Es triste y quedamos en shock al perder un ser querido repentinamente pero, ¿y si realmente ese ser lo habíamos perdido mucho tiempo antes?, a veces el dolor nos coloca una venda en los ojos, que nos impide ver la realidad, a veces el mismo amor nos coloca el mismo velo y nos ciega de ver la persona como realmente es, ambos sentimientos funcionan igual.

A los diez minutos de caminar se detiene para otro respiro hondo para recuperar fuerzas, tantos años sin actividad le cobraron facturas, hasta caminar mucho le cuesta.

Nota que alguien está observándola con mucha atención, un hombre sentado en una banquilla, le hace señas para que se siente a descansar, pues es notable su agotamiento para ojos de los demás.

Su cansancio la obliga a tomar asiento, mientras el hombre trata de entablar una plática con ella: -¿Llevas una carrera por la vida o estás huyendo de ti misma?, ¿tienes mucha prisa?.

Aurora perpleja del importuno, no sabe cómo reaccionar ante el atrevimiento, cuando se percata que el hombre de la banquilla es el mismo que llevaba la sombrilla en aquellos días lluviosos. Él vuelve a interrogar de forma más graciosa para suavizar el estrés notable de ella: -¿Me estás siguiendo? o tal vez ¿el destino inevitablemente confabula a que nos encontremos?.

Ella suelta una sonrisa apenada, se relajó al ver que era el mismo hombre y respondió: -Ni lo uno, ni lo otro, solo es mi cumpleaños.

-Entonces vamos a festejarlo, te invito una copa, una cena, donde quieras.- Dijo él.

-Gracias pero en este momento no tengo la vestimenta apropiada.- Dijo Aurora.

-Tenemos una cita por lo que veo. ¿A qué hora y dónde paso por ti o dónde nos encontraremos?.

Lanzando palabras precisas para evitar que Aurora lo rechace, aunque ella titubea, indecisa, en un tercer aire, se hace fuerte y responde:- A las 7 Pm en el Restaurant Bosque Azul.

-Allí nos vemos. Dijo el.