La tarde y el cielo estaban tan negros que presagiaban una fuerte lluvia. Podía observar como todos apresurados caminaban para llegar al resguardo de sus hogares y protegerse de la precipitación que estaba por caer.

Yo, sin embargo; caminaban a medio paso. Me detuve por un segundo a mirar, a detallar a cada persona, sus rostros de preocupación, otros con una risa contagiante, otros con una mirada que reflejaba el dolor que en su corazón anidaban. Una pareja que gustosos se mostraban el afecto que sentían el uno por el otro.

Al pasar por una casa humilde, no lo pude evitar, te vi, te vi Jesús en los ojos suplicantes de un niño que extiendiendo sus manos pedía aunque fuese un pequeño trozo de pan para saciar su hambre. Me impactaste Señor y así como me has enviado hacer tu voluntad hice lo que debía con respecto aquel niño. Hice lo preciso y la sonrisa titubeante de aquel pequeño me demostró que los detalles más chicos son los que sacian y llenan el alma.

Así pues continué mi camino pensativa, como Dios nos pone en el lugar correcto y en el momento correcto. Afuera hay alguien necesitándote no acortes tu mano para ayudar a tu prójimo. De pronto, un anciano me mira de frente con un rostro atribulado, nunca olvidaré esa mirada. Era tu mirada Jesús, invitándome a preguntar cómo se sentía aquel abuelo. Así lo hice. Su respuesta fue inmediata, sólo sentí sus brazos que me rodeaban y sollozando decía: No puedo más.

Mi respuesta: Sí puedes, Dios está contigo. Nunca te ha dejado, nunca te ha abandonado. Y aunque pases por valle de sombras de muerte, no debes temer porque el va delante de ti como poderoso gigante. Aquel hombre de inmediato inmutó su rostro y aún con lágrimas en sus ojos decía: Necesitaba esa palabra y gozoso continuo su camino.

Al principio no lograba entender lo que en ese día me había pasado pero al final supe que Dios nos usa como instrumentos para manifestar su gloria. Déjate usar por el Señor. Seguramente allá donde menos te imaginas existe alguien necesitando de una palabra y un abrazo de tu parte. Dios tiene un propósito con cada uno de nosotros y tu no eres la excepción.