Soy venezolano y buena parte de nuestro folclore lo constituyen mitos y leyendas de apariciones sobrenaturales que se han perpetuado en el imaginario colectivo durante mucho tiempo, especialmente en la región de los llanos. La Sayona, el Silbón, la bola de fuego y por supuesto, la Llorona. Esta última es una leyenda extendida por todo el continente y en cada país o región se pueden encontrar algunas variantes en la historia: que si se casó con un soldado que la abandonó al quedar embarazada; que si mató a sus hijos por la infidelidad del esposo; que si los mataba apenas al nacer, etcétera. Lo cierto es que cuando esta película llegó al cine, quise verla, más por afinidad con la historia que conocía, que por amor al género de terror, el cual no es de mis favoritos.

En The Curse of La Llorona la historia se inicia en México en el siglo XVII cuando una mujer, mortificada por los celos hacia su marido que le era infiel con mujeres más jóvenes, decide herirlo donde más le duele: sus hijos. Pero apenas consumado el acto violento, ahogar a sus hijos en el río, la mujer se arrepiente y, maldita, comienza a vagar por el mundo buscando los hijos de otras mujeres para reemplazar a lo suyos.
Luego, la trama salta hasta Los Ángeles en 1.973, donde Anna, una mexicana y trabajadora social de la policía, investiga la desaparición de dos niños. Anna conoce a Patricia Alvarez, la madre de los niños y va a hablar con ella. Patricia luce trastornada y cuando Anna merodea la casa, la madre la ataca, justo antes de que la policía se la lleve. Es entonces cuando la trabajadora social descubre a Carlos y Tomás encerrados en un armario, de donde los rescata y los entrega a bienestar social.

Pero como es una película de terror, entonces sabemos que no estarán a salvo allí. Los niños aparecen ahogados en el río a las pocas horas y Patricia culpa a Anna, repitiéndole que los tenía encerrados para protegerlos de La LLorona. Por venganza, fuera de sí, Patricia lanza la maldición sobre Anna y sus dos hijos, Sam y Chris, pidiendo al espanto que se lleve los de Anna y le devuelva los suyos.

Comienza entonces el desfile de los clásicos clichés del género: puertas y ventanas que se abren y se cierran de la nada; las marcas en los brazos de las víctimas cuando son tocadas por el espectro; la presencia de la fe católica y la figura de la iglesia; el ex sacerdote experto conocedor de lo sobrenatural, en este caso representado por Rafael, un curandero; los rituales religiosos y las oraciones en latín; los niños, siempre los niños, como las primeras víctimas; luces que se apagan, espejos que se rompen, amuletos extraños... en fin, todo lo que ya hemos visto una y otra vez. De acuerdo, son pocas las películas que no hacen uso de estos elementos, porque es como intentar hacer un musical sin canciones, pero el defecto de esta película es el tratamiento de esos clichés. En The Conjuring emplean más o menos los mismos elementos, pero son trabajados de mejor forma y funcionan. Sin embargo, en The Curse of La Llorona un guión flojo y una acentuada predictibilidad convierten lo que debería ser una película de miedo, tensión y sustos, en una hora y media de "ya me lo esperaba".

En una escena, Rafael bendice el agua de una piscina convirtiéndola en un estanque de agua bendita. Eso no lo había visto. Y en otra escena, el mismo Rafael, patea un cruz sagrada para que Anna enfrente a La Llorona. Tampoco había visto a uno de los buenos patear una reliquia sagrada. Sin embargo, no son escenas memorables en una película cuya diferencia principal está en que acá, en vez de oír las voces en japonés o en otro idioma extranjero, las escuchamos en español, lo cual debe ser atractivo para el público anglo, pero para nosotros los latinos es simplemente más de lo mismo.

Hay una escena en la que el Padre Pérez reconoce la existencia de fuerzas oscuras, recordando unas investigaciones previas alrededor de cierta muñeca, de apariencia familiar para la audiencia. Se trata de Annabelle; y es que The Curse of La Llorona es parte del llamado Expediente Warren, un ciclo de películas de terror liderado por James Wan, el director de The Conjuring, del cual también forman parte las películas de The Nun y las de Annabelle, cuya tercera entrega está anunciada para estrenarse en Venezuela, este mes de Junio.
Le otorgo a esta cinta una puntuación de 4.5/10. Para los asustadizos, que sólo buscan en estas películas una excusa para enrollarse en las sábanas y gritar junto a los protagonistas, sin darle importancia a la trama, se las recomiendo; para los fanáticos del terror y amantes del Expediente Warren, pues supongo que ya la vieron, o la verán sin importar lo que les diga; para los fanáticos más exigentes de un género que se ha enfocado en repetir ideas durante los últimos años y quieren ver algo distinto, pasen de esta película. No es para ustedes. Busquen otra opción, algo diferente, como The Babadook. Y para el público en general, no muy amante del terror, que puede ver cualquier cosa, no la vean. No desperdicien esos noventa minutos. Vean en cambio alguna película de Disney, una serie en Netflix o aprovechen la tarde de hoy para ver la final de la Champions League. Casi cualquier cosa será una mejor opción.