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in #spanish6 years ago

Alcanzamos la luna: la pasión por el conocimiento

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Misterio Lunar: Ciencia y ficción


Retrato de Leonardo Da Vinci realizado para Svenska Familj-Journalen. Fuente

El 20 de julio de 1969, un sueño largamente acariciado por los hombres de ciencia y, en general, por los espíritus inquietos de la humanidad se vio cristalizado: la misión espacial norteamericana Apolo 11 colocó a los primeros hombres en la Luna. Este acontecimiento no solo marca el primer paso en la conquista del espacio, sino que es un hecho de consecuencias culturales muy importantes.

La luna ha sido objeto de investigación desde la Antigüedad, tópico de una gran cantidad de observaciones científicas y de ficciones, símbolo de las más disímiles culturas del mundo, alimento para las leyendas contemporáneas. Pero, sobre todo, es evidencia de la innata pasión por el conocimiento que anima a la humanidad.

Alrededor de 1510, Leonardo Da Vinci escribió el Códice Leicester, también conocido como el Códice Hammer. Es un texto misceláneo de setenta y dos páginas, famoso por haber sido escrito al revés, con la ayuda de un espejo, que recoge anotaciones científicas y tecnológicas, así como relatos autobiográficos y reseñas de los viajes del florentino. Allí escribe, bajo el título Sobre la Luna: Ningún cuerpo sólido es más ligero que el aire, un conjunto de observaciones científicas sobre nuestro satélite. Explica también a qué se debe el brillo de la Luna y por qué el cielo es azul. Según los entendidos, el polímata Leonardo, cuyo nombre es emblema del Renacimiento, acertó en su explicación sobre el “resplandor ceniciento” de la Luna nueva.

Hombre impulsado, como todos hemos escuchado alguna vez, por su gran curiosidad científica, observó la Luna como hombre de Ciencia, pero, culturalmente, la contempló como artista, y, a fin de cuentas, como humano: atrapado por el influjo de su luz y por sus resonancias sensibles. La dibujó bellamente y dejó su mirada plasmada para la posteridad.
Pero Leonardo es, tal vez, solo una de las fibras más brillantes del tapiz de investigaciones, especulaciones y experimentaciones que la historia conocida deja alrededor de nuestro satélite.

Johannes Kepler, famoso astrónomo, óptico y matemático alemán, concibió en 1608 una ficción científica, titulada Somnium sive Astronomia lunaris (El Sueño o Astronomía de la Luna), considerada por algunos la primera historia de Ciencia Ficción pese a la inclusión de elementos mágicos. Este libro cuenta el viaje de un joven finlandés a la Luna (mediante un conjuro de su madre, que era una bruja) y lo que en ella conoció y experimentó.

Esta ficción serviría a Kepler para exponer, encubierta por el manto de la ficción, su perspectiva teórica, así como para hacer diversas anotaciones científicas respecto del satélite: distancia que lo separa de la tierra, condiciones atmosféricas, movimientos orbitales, accidentes topográficos; pero también incluye cantidad de elementos de factura fantástica. Por ejemplo, la Luna (para sus nativos, Levania) está habitada por gigantes que deben huir constantemente de las inundaciones ocasionadas por las mareas resultantes del influjo gravitacional terrestre. Esta mezcla de imaginación, basada en la observación y especulación científicas, hace notablemente peculiar la mirada de quien fuera reconocido en la historia de la Ciencia por enunciar leyes sobre el movimiento de los planetas en su órbita alrededor del Sol.


Izquierda: Retrato de Johannes Kepler, de autor anónimo. Fuente
Derecha: Portada de la edición póstuma de El sueño o astronomía de la Luna, de Johannes Kepler. Fuente

Si el esfuerzo imaginativo y científico de Kepler nos parece notable, otro tanto destaca por su precisión científica y belleza el Sidereus Nuncius (Mensaje Sideral), de Galileo Galilei, publicado en 1610. El tratado recoge las consideraciones hechas por Galileo a partir de sus observaciones con el instrumento óptico, un telescopio, que, según los relatos más aceptados, construyó inspirado en las descripciones que circulaban del telescopio patentado por el holandés Hans Lippershey. Habiéndose hecho de un aparato notablemente más eficiente que el modelo que lo inspiró, Galileo escoge su primer objetivo: la Luna.

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Izquierda: Ciclo de la Luna. Dibujo de Galileo en Sidereus Nuncius. Fuente
Derecha: Acuarela de las fases de la Luna, por Galileo, 1616. Fuente

Galileo ostenta el privilegio de ser el primer científico, y el primer hombre, que pudo hacer observación de nuestro satélite con un aparato de tal precisión, y la humanidad tuvo la fortuna de que fuera, además, un artista científico destacado. ¿Cuánto asombro (y cuánta responsabilidad) se acoplaría a la conciencia de este hecho? Por primera vez alguien veía a la Luna bajo el embeleso absoluto de la observación directa sin los efugios del mito, sin el lastre de especulaciones cuasicientíficas.

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Retrato de Galileo Galilei, por Justus Sustermans. Fuente

De Galileo a las hermosas (y precisas) cartas de la geografía lunar de Johannes Hevelius que recogen cuatro años de observaciones, publicadas en 1647 bajo el título Selenographia, tenemos una historia de avances científicos, y derribamiento de mitos que, paradójicamente, nada pudieron contra el poderoso imperio de la imaginación popular, la ficción literaria y la construcción del imaginario simbólico.

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Izquierda: Mapa Lunar de Johannes Hevelius. Fuente
Derecha: Retrato de Johannes Hevelius, por Daniel Schultz el Joven. Fuente

Si la Ciencia logró invalidar temprano la creencia de los alquimistas de la Edad Media sobre el feldespato, llamada piedra lunar por entenderse que era una gota solidificada de luz de Luna, paradójicamente, las observaciones más precisas del astro y las teorías cada vez más rigurosas que logró construir no impidieron en absoluto que los poetas siguieran haciendo loas al recorrido de Selene, la hija de los titanes Hiperión y Tea, por el cielo nocturno; ni que la plebe siguiera creyendo con fervor pavoroso en el influjo asesino de las superlunas, o que se siguiera afirmando que los niños concebidos bajo un eclipse lunar serían portadores de manchas en la piel y grotescos lunares.


¿Qué afán movía los arduos estudios de los alquimistas de la Antigüedad, independientemente de la veracidad de sus conclusiones; qué inspiraría a la gente sencilla para ingeniar mecanismos de identificación simpática como respuesta a los fenómenos que no entendían; y qué de común tienen estos con los poetas y artistas, con los fabuladores en general, que inventan mundos sobre los enigmas del mundo y más allá? Vale la pena hacerse la pregunta, aún cuando se constate sin mucho esfuerzo que abarca un grupo heterogéneo y hasta incongruente; y más, ¿qué junta a unos y otros con los científicos? Tal vez la respuesta es sencilla: pasión por conocer.


Y en pos de ese conocimiento la disposición a emprender las aventuras intelectuales, lógicas, ficcionales, científicas y expedicionarias a las que hubiere lugar.


Centinela de los sueños

La Luna, centinela de nuestros sueños, punto lejano e inalcanzable, amable e impenetrable, es elemento que combina en su significación una triple condición: objeto de observación científica, aspiración de conquista territorial, y símbolo de anhelos de inalcanzable belleza. La humanidad conjuga en ella los entusiasmos y miedos que no puede sustraer a su propia naturaleza, de manera que persevera en pos del astro.
Evidencia de esta perseverancia la constituye la fama ganada por la novela de Francis Godwin, El hombre en la Luna o discurso de un viaje allí por Domingo González, el raudo mensajero, publicada póstumamente en 1638, precursora de la ciencia ficción en lengua inglesa, y en la cual su protagonista llega a la Luna desde Canarias, a bordo de una nave construida por él mismo y tirada por gansos.
Y qué decir de esa otra ficción, según coincide la crítica, inspirada por la novela de Godwin, la famosísima Histoire comique des États et Empires de la Lune, en español Historia cómica o viaje a la Luna, escrita por Cyrano de Bergerac. En este relato, el autor cuenta cómo logra llegar a la Luna en una nave de hierro diseñada por él mismo, que es propulsada mediante el ingenioso mecanismo de atraerla con una bola de imán que el piloto lanza hacia arriba, en dirección al satélite, sin detenerse, hasta conseguir arribar exitosamente a destino.
Tal como pronostica el protagonista antes de emprender su viaje, encuentra en la Luna un mundo.
Pero es un mundo particular, construido por la imaginación del autor para servir de escenario propicio para la especulación filosófica, la proposición de teorías y la exposición simbólica de su crítico (y desafiante) sentido moral. En ese mundo, las ideas que intercambia con distintos personajes le permiten el ejercicio de una crítica teñida de humor acre contra la hipocresía de los dogmas religiosos, la falta de tolerancia humana y su propensión a la violencia, así como la exposición de su postura científica en torno al geocentrismo.

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Cyrano de Bergerac, retrato por Zacharie Heince (1611-1669). Fuente

En la Luna de Cyrano, hay seres que habitan el paraíso y se sustentan de efluvios lunares, pero también hay demonios, que son seres muy sabios y gustan de hacer compañía a los hombres de ingenio. De hecho, quien acompaña a Cyrano en gran parte de su aventura es un antiguo demonio de Sócrates. Se trata para Cyrano de hacer la representación de un mundo con formas semejantes al nuestro, de manera que pudiera realizar su cáustica crítica de la civilización y de la importancia desmedida que ésta concede a la satisfacción de los apetitos y a la acumulación de bienes materiales. El aporte de Cyrano de Bergerac se ha visto premiado por el recuerdo, pero también por el reconocimiento. El bautizo de un cráter de la Luna con su nombre honra su memoria y el valor de sus ensoñaciones.


La Luna muestra en el relato de Cyrano otra de sus utilidades simbólicas: la identificación del astro con un topos para los posibles de la imaginación, un laboratorio para la praxis simbólica. De allí que se la presente como Locus amoenus, "lugar amable" o como locus terribilis, el "lugar terrible"; en inevitable comparación con la Tierra.


Esta especialización simbólica se ve sutil y bellamente expresada en el relato japonés del siglo X, Taketori no monogatari; historia de vigencia tal para la sensibilidad actual, que fue llevada con éxito al cine de animación, en el año 2013, bajo el título en español de El cuento de la princesa Kaguya (Kaguya-hime no Monogatari), escrita y dirigida por Isao Takahata, y producida por Studio Ghibli.
La historia de la princesa Kaguya en su versión tradicional, tanto como en su versión cinematográfica, contempla el lado amable del influjo lunar y la tragedia de quien, habiendo adoptado afectos humanos, se encuentra involucrado en su destino trascendente. El cuento relata la historia de una princesa oriunda de la Luna que es encontrada, siendo un pequeñísimo bebé, dentro de un tallo de bambú cortado por su padre adoptivo, un simple campesino de la Tierra. Este hombre, anciano ya, quien no ha podido engendrar hijos en su esposa, decide llevársela a casa y adoptarla como propia, consciente de que se trata de un ser proveniente del astro.

Mientras crían a Kaguya, que crece mágicamente y se convierte en una mujer muy hermosa, el campesino encuentra oro en los tallos de bambú que corta y se hace muy rico. Pronto Kaguya comienza a ser requerida por pretendientes ricos y nobles a quienes rechaza indirectamente poniéndoles pruebas imposibles de cumplir como requisito de compromiso nupcial. Kaguya desea permanecer al lado de sus padres. Sin embargo, en contra de este deseo conspira su destino, pues es reclamada como princesa de la Luna y se le obliga a regresar a su lugar de origen a ocupar su trascendente lugar la corte. Kaguya es así arrancada del lugar de sus afectos.

En la leyenda japonesa, la princesa se despide del emperador con una carta que este manda a quemar en la cima del monte Fuji. Kaguya, ofendida, quema su manto y lo arroja a tierra, provocando la erupción del volcán. Kaguya es una explicación y la construcción de un símbolo.

Folios 1b-2a de Taketori no monogatari. Fuente

Así pues, la Luna, si le sumamos su valor simbólico, ha sido alimento de un imaginario universal muy rico, puesto en movimiento por esa pasión definitiva del ser humano por conocer y comprender su entorno. Aparte de las anteriores referencias, algunas de ellas, si se quiere, poco conocidas, una reseña de esta naturaleza no puede omitir el nombre de Julio Verne y sus obras De la Tierra a la Luna (De la Terre à la Lune Trajet direct en 97 heures), aparecida en 1865, y su continuación Alrededor de la Luna (Autour de la Lune), publicada en 1870, harto populares; así como la grandiosa película de Georges Méliès, Viaje a la Luna(Le Voyage dans la Lune).

Pero no acaba allí. Como la pasión por conocer no es conformista, la llegada a la Luna también sembró dudas colectivas y sed de misterios insatisfecha. Las fotografías de este primer alunizaje transmitidas a la tierra alimentaron variadas teorías de fraude y leyendas de conspiración que, independientemente de las creencias, son interesantes para entender cómo los hombres nos enfrentamos a la muy humana pasión por entender.

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El primer alunizaje del hombre, efectuado el 20 de julio de 1969, abre las compuertas de las fabulaciones. Así como la misión espacial inicia la anhelada conquista territorial del espacio, y sienta las bases de observaciones científicas sin precedentes para múltiples campos del saber, también comienza una veloz carrera para el ejercicio de la imaginación colectiva más recelosa. De modo que uno de los acontecimientos más importantes de la historia de la humanidad se convierte potente combustible para la sospecha de sutiles tramas de conspiración imperial, tanto como para la elaboración de estrambóticas teorías sobre timos colectivos.

Entre las especies antes señaladas, destaca la creencia de que el primer alunizaje en realidad es un truco cinematográfico; para algunos, incluso, se trata de una película filmada en secreto por el famoso director de cine y fotógrafo Stanley Kubrick, cosa que dice mucho a favor de la película realmente filmada por Kubrick un año antes: 2001: A Space Odyssey, titulada en español como 2001: Una odisea del espacio, un tesoro de la ficción universal.

Tráiler de 2001: una odisea del espacio. Fuente

La llegada del hombre a la Luna es un hito que marca la historia de la humanidad, y lo es en muchos sentidos. Tres hombres, los astronautas Buzz Aldrin, Neil Armstrong y Michael Collins ejecutaron y testimoniaron para la ocasión el impulso vital y la pasión por comprender lo desconocido que nos han llevado a la exploración de los polos terrestres, a la penetración de las selvas cerradas y las cimas más altas... Se trata de la misma pasión que ha alimentado las igualmente impresionantes exploraciones microscópicas o las aventuras tecnológicas que han permitido la superación de nuestras limitaciones naturales. Se trata también, y vale la pena poner un acento ello, de la fuerza inconforme, interrogante, que anima los viajes que la imaginación, ese otro combustible de incalculable valor, llena de posibilidades: a veces monstruos, pero también prodigios.

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Autor de la semana @adncabrera
Equipo de contenido original @cervantes

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"La vida sin arte sería un error"

Nietzsche.

Es posible que la ciencia, el conocimiento del universo, sea el fin más noble del ser humano. Pero es el arte el que lo mueve.
Me hace gracia pensar que objetivos tan egoístas como las guerras o la infantil carrera espacial (EEUU, URSS) acaben siendo tan favorables científicamente para la humanidad. Y es que "pisar la luna" no fue el gran logro, sino las matemáticas y la tecnología que se desarrollaron para hacer posible ese sueño de fantasía.
Buen post.

Gracias por tu lectura y comentario, @gonroho.

Fascinado. Encantado. Así quedé luego de finalizar la lectura. Excelente artículo @cervantes y @adncabrera.

Siempre me ha interesado la luna; sin embargo, siempre me he inclinado más hacia su estudio desde elel punto de vista científico, y no obstante soy plenamente conscienteen de su poderintensidad ymadre de todo el esplendor poético que ha despertado y que en mí ha despertado, desconocía la mayoría de las obras sobreque las que aquí, @adncabrera, haces referencia.

Encantado me despido. Saludos a toda la comunidad.

Estimado, @ficciones. Aprecio enormemente tu visita. Sé que eres avezado en la escritura de divulgación científica y me entusiasma mucho que mi texto te haya gustado.
Aprovecho para compartir el agradecimiento a @Cervantes por la ocasión del espacio y a toda la comunidad lectora de Contenido Original. Recibe un abrazo. Espero con gran expectativa tu artículo en este mismo espacio.

"Pasión por conocer", opino que es una de las mayores motivaciones que existen, tener hambre de conocimiento nos ha permitido saber mucho sobre los planetas que nos rodean, incluyendo nuestro preciado satélite, la Luna.

Gran post @cervantes, felicidades!

Y sobre nuestro mundo. La necesidad de conocer ha sido uno de los grandes impulsos de los exploradores de todos los tiempos.
Gracias por tu lectura y comentario.

hola.
si llegamos a la luna y muy pronto a Marte
los mitos de que todo fue un montaje son infundados ya que las prueba sa favor son abrumantes, desde pequeño siempre quise ser astronauta pero claro no sabia lo dificil que es para serlo, es mas probable ganar la loteria a que se eligan como astronauta. solo esper oestar vivo para cuando una persona ponga un pie en el planeta rojo.
saludos amigos

Sería fantástico poder ver el futuro de la exploración espacial.
Como bien comentas, la negación de un hecho histórico tan notorio es un acto de la imaginación colectiva más dada a la creencia en las conspiraciones. Lo que no quita su valor como prueba de la forma en que los humanos reaccionamos frente a los hechos extraordinarios.
Gracias por tu lectura. Yo también soñé con ser astronauta cuando era niña, y fíjate que aquí estamos, en el ciberespacio.

Me gustó mucho la publicación, nos muestra, una vez, que gran cantidad de misterios e informaciones se fusionan respecto al mundo físico y siempre será un placer indagar, y hasta especular, sobre el particular. Saludos equipo @cervantes.

Gracias, @josmar2511. Es tal como dices. Conocer, imaginar, especular son vías para la exploración de la realidad. Equivocadas o no, ardua o no, son siempre placenteras. Estamos equipados para ello.

Excelente post, Que hermosa historia de la Luna..... Saludos y Felicitaciones...

Gracias por tu lectura, @enmaoro. Ha sido un placer.

Me encanta como abordaste el tema de la Luna desde la Ciencia, pasando por la Literatura y culminando con la Filosofía; todo un desborde de elocuencia discursiva en una exposición heurística de vasto conocimiento. Felicitaciones @adncabrera

Gracias, @ivymalifred. Es muy entusiasmante para mí leer tu comentario. Espero, de verdad, merecer esa valoración.

Qué texto tan bueno, excelente, he disfrutado mucho leyéndolo. Lástima que mi voto tenga tan poco valor monetario, este escrito merece muchos SBD. Felicitaciones.

Gracias, @irvinc. Valoro enormemente tu opinión. Llevas un blog muy especial, y eso hace que tus palabras sean especiales para mí.

Nuestro satélite no sólo ha sido motivo de interrogantes para la ciencia sino también para el común de las personas. No ha sido suficiente que el hombre haya pisado su superficie, aún hay muchas preguntas que responder..

Así es, @amintarosa. En el campo cultural, las preguntas son muy indeterminadas y complejas, y, curiosamente, se mantienen en un plano muy discreto.
Gracias por tu atenta lectura.

¡En la búsqueda de conocimiento dejamos todos nuestros esfuerzos! El saber contribuye al desarrollo; y el alcanzar la luna fue uno de los pequeños pasos que hemos dado en la historia y en la ciencia, mientras buscamos lo mas anhelado, conocimiento.

En efecto, @jaimefrontado. La Luna es sólo uno de los infinitos objetos de la pasión por el conocimiento que anima a la humanidad.
Muchas gracias por tu lectura.

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