Narraciones extra ordinarias: La balada inconclusa de Lindsay

in #spanish6 years ago

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Nunca deja de sorprenderme lo caprichosa que es la vida, y he ahí parte de su encanto. Literalmente nada está escrito y todo es posible. Les aseguro que si hacen un recuento de como conocieron a las personas más importantes de su vida verán que fue de las maneras más fortuitas, y que en ese momento no imaginaron el impacto que estas personas tendrían en su existencia.

A la única mujer que amé hasta que dolía, y dolía en serio, la conocí así, de la manera más fortuita que se puedan imaginar. Y no es que no haya amado intensamente a nadie más en mi vida, pero a ella la amé sin barreras ni restricciones de una manera casi suicida, de una manera que ahora veo que no es sano amar a alguien, porque no importa que tanto ames a alguien, no puedes pasar por sobre ti mismo por ello.

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Estudiamos juntos de niños en una escuela de inglés que quedaba junto a su casa, pero que yo recuerde nunca tuvimos una charla significativa en ese entonces. Muchos años después, ya estando en la universidad, en un día de esos en que todo, absolutamente todo te sale mal, de esos que no olvidas nunca porque sus repercusiones te cambian por completo la vida, reapareció, o más bien apareció por primera vez en mi vida.

Estaba durmiendo después de haber reprobado un examen por el que estudié por noches enteras, y a pesar de todo no aprobé, y al despertar mi madre me dijo “vino a verte Lindsey”, y yo con cara de what, le respondí “¡¿quién?!, “Lindsey, la güerita de ojos verdes y cabello rizado con la estudiaste inglés, ¿te acuerdas?”, contestó.

En ese momento la recordé, ya había crecido y era una joven hermosa, la había saludado una que otra vez al pasar por su casa, a tres calles de la mía. Resulta que era su fiesta de cumpleaños y al hacer un recuento de sus invitados de dio cuenta de que la mayoría eran mujeres, así que en un intento por equilibrar la situación invitó a cuando chico recordaba, entre ellos yo, con quien no había hablado desde que estábamos empezando la escuela secundaria. Obviamente de esto me enteré después, un día charlando con ella.

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Ese día pensé “que diablos, que más puedo perder por ir a una fiesta a la que me invita alguien que apenas recuerdo y en donde no conozco a nadie, peor de lo que estoy ahora no puedo estar”, así que fui, y eso cambió mi vida.

Lindsey era rubia de ojos verdes medio rasgados, como si tuviera alguna ascendencia japonesa, de cintura estrecha, cabello rizado, cachetoncita, con una sonrisa que emitía un brillo especial, y una voz que fue mi perdición. Era hermosa en verdad, una chica de familia, chapada a la antigua, que resulta que hacía poco había roto con su novio y la fiesta era una manera de retomar su vida, de esto me enteré también mucho después.

Durante la fiesta se la pasó casi todo el tiempo conmigo, ya que yo no conocía a nadie, y no sé, tal vez vió que en ese momento estaba igual de perdido que ella por todo lo que había vivido en los últimos días. La química que se dio ese día fue siempre nuestra bendición y nuestra maldición, podíamos casi matarnos un día, pero al volvernos a ver días, semanas, o meses después, sucedía lo mismo de ese primer día, de esa primera noche, simplemente no podíamos separarnos.

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Comenzamos a salir y nunca paramos por varios años, yo quería todo con ella, y ella no tenía problema con eso, pero no lograba dejar atrás su pasado, no lograba quererme como yo la quería, cada vez que quería avanzar un poco más ella me detenía, me frenaba. Le di tiempo, todo el tiempo del mundo, intentamos todo lo que se nos ocurrió, pero las cosas simplemente no funcionaron.

Nos dejamos de ver varias veces, y al encontrarnos de nuevo, la química, esa bendita-maldita química, nos unía en un nuevo intento por, ahora sí, lograr que las cosas funcionen, pero nunca lo logramos. Después de años llegó el día en que tuvimos que seguir adelante y reconocer nuestra derrota.

La verdad no se para quien fue más difícil esa despedida, para mí que la quería con toda mi alma, o para ella que quería quererme con toda su alma, que sabía que tenía un futuro conmigo, que la haría feliz, pero simplemente no podía, y no entendía porque no era capaz quererme igual, puede que aún ahora, si charláramos al respecto, no lo supiera.

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Esa noche fue dura, nunca olvidaré nuestro último abrazo, prácticamente nos lanzamos el uno al otro, y como si fuéramos imanes no podíamos separarnos, sabíamos que era nuestro último abrazo. Recuerdo que por lo repentino del abrazo ella no alcanzo a rodearme con ambos brazos, y uno de ellos quedo atrapado entre nosotros, por lo que trate de separarme un poco para que pudiera abrazarme mejor, pero ella no me dejaba, me abrazaba más fuerte con el otro brazo.

No sé cuantos minutos nos quedamos así, yo sollozando, ella llorando como nunca la había oído llorar. No paraba de pedirme perdón, de decirme que no sabía que estaba mal con ella. Nunca he vuelto a escuchar llorar a alguien así, y espero nunca hacerlo. Era una mezcla de dolor, frustración, y una tristeza enorme que se le salía por cada poro del cuerpo. Yo al menos había hecho todo lo que había podido, sabía que la amaba. Ella se quedaba con la duda, la incertidumbre de si estaba haciendo lo correcto, si no se arrepentiría después de dejarme ir, pero la situación ya era insostenible, y a pesar de que sus ojos me pedían que no me fuera, y que todo mi ser me pedía quedarme, sabía que era momento de continuar mi vida… ahora sin ella.

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Hace unos días la vi en un supermercado después de años de saber de ella solo a través de conocidos mutuos. Venía cargando a su hijo de unos dos años, un niño de tez morena clara que heredó los rizos y sonrisa de su madre. Charlamos solo un par de minutos y al final, al momento de despedirnos, vi en ella esa mirada de nuevo, si no hubiera estado cargando a su hijo creo que no hubiera podido evitar abrazarla, y decirle que todo estaba bien, que no le guardaba rencor y que la recordaría siempre como el primer amor de mi vida.

Iba a decirle que le deseaba lo mejor cuando vi que un hombre se acercaba, por la manera en que nos miró supe que era su marido. Le dedique un sonrisa discreta y me di la media vuelta, no me interesaba estrechar la mano de quien estaba ocupando el lugar que por tanto tiempo deseé. Pero para ser honesto, fue porque tampoco quise comprobar si la tristeza en sus ojos era por mí, por haberme dejado ir, eso hubiera sido demasiado… hay heridas que no deben reabrirse, historias que no deben segunda parte, libros que una vez escritos no debe tener epílogo, y este es, muy a mi pesar, y tal vez del suyo, uno de ellos.

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Fuente de todas las imágenes: Pixabay.

Si llegaste hasta acá muchas gracias por leer esta publicación y dedicarme un momento de tu tiempo. Hasta la próxima y recuerda que se vale dejar comentarios.

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©bonzopoe, 2018.
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Hola, no me apareces como usuario TRAIL REPOLLO.

Intenso y triste.

Gracias por tu comentario @mariqyes , y en efecto asi fue la relación, muy intensa por momentos y triste porque las cosas no terminaron como deseábamos. Saludos!

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