Cuando hablamos de hombres sin personalidad podemos también referirnos a aquellos calificados como mediocres. Ambos términos pueden definirse como desaparición completa y absoluta de características personales que permitan resaltar a algún individuo dentro del espacio donde se desenvuelve; llámese este, sociedad.

Hemos de suponer que cada individuo ha de aportar un mínimo de sí, sin embargo, coincidir en la falta de personalidad hace atractiva la mediocridad. La sociedad denuncia de manera contínua la usurpación de identidades, denuncia a ese hombre que no pertenece a él mismo sino es el resultado de la multiplicidad que revela un sincretismo y el más bajo nivel impersonal.

Cada individuo representa una personalidad. Esta personalidad se muestra haciéndose diferente a los otros aunque para muchos la tarea sea ardua e inalcanzable. La sociedad no perdona, mucho menos a quienes carecen de rasgos propios de personalidad. Participar con características impersonales en cualquier estrato social no es exclusión, es autoexclusión. El psicólogo francés Armand Ribot, llama indiferentes a quienes viven sin advertir su existencia, en su defecto es la sociedad quien piensa y actúa por ellos, no hay participación sino ecos impersonales.

Quienes carecen de personalidad, viven en penumbras, temerosos de reprimendas, se van sintiendo delincuentes, ladrones de vidas ajenas. Y así es, lo son.

En este lugar al cual pertenecemos debemos dignificarlo viviendo de manera natural así como viven los animales y las plantas. Debemos vivir de nuestras propias ideas, los más divinos placeres de la vida está en retarnos persiguiendo la perfección aunque no lleguemos hasta ella.

La vida sin personalidad carecerá de historia. Si hacemos uso correcto de nuestras propias vidas valdrá la pena su uso, dejaremos huellas.

Son incontables los hombres sin personalidad, verdean moldeados por el medio que les rodea sin proponer nada a cambio. Todas sus acciones se centran en el otro teniendo todo un valor efímero. Hay que aprender a vivir para ignorar menos, para amar más, para admirar y compartir la belleza natural del ser humano.

La impersonalidad hace incapaz al hombre de tomar iniciativas, ni aprenden ni enseñar.

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_{La imagen utilizada es cortesía de Pixabay}