Saludos #steemados amigos y amigas:

Ahora les entrego el final de esta historia...

"...¿y en algún momento te dijo su nombre este señor, el violinista o nunca lo hizo?    -Sí, si lo hizo."

 Aqui pueden leer las primeras dos partes de esta historia: 

Una vida con propósito I

Una vida con propósito II

  Fuente de la imagen 

 

Una Vida con Propósito III (final)

.: Por: Arturo Pérez Arteaga :. 

IV

“Alejandro De la Roca, así me dijo que se llamaba mi amigo el violinista. Un día me lo dijo muy divertido, en ocasión de una de esas preguntas algo impertinentes que yo le lanzaba, me dijo Alejandro que provenía de una familia muy adinerada de la capital y que su fortuna había sido un asunto de negocios y herencias, desde la época de la colonia con el comercio y mercadeo entre continentes.

Cuando vio mi cara de asombro por lo que decía, me dijo que de esto no se sentía muy orgulloso, porque tenía registros de que su tatarabuelo o algo así había comerciado incluso con esclavos dese África hasta América, cosa que le había afectado mucho y me decía que toda fortuna económica encierra una historia grande o pequeña de explotación y abuso con la que él no estaba de acuerdo.

- ¿Y si tienes tanto dinero porque luces como si fueras tan pobre?

- Es que no tengo dinero.

- ¿Qué pasó, lo perdiste?... ah ya sé... te desheredaron por rebelde como en las películas y las novelas de la alta sociedad.

- Jajajaja, no muchacho, en verdad lo cedí.

- ¡¿Lo cediste?!... o sea... lo diste así nomas... y ¿a quien se lo diste y por qué?

Al notar que mi cara de asombro no desaparecía me dijo cada vez más divertido que me contaría un secreto y me hizo jurar que no lo repetiría, al menos mientras él viviera. Me confesó que su dinero había sido entregado por voluntad propia a diversas fundaciones y obras de caridad, para ayudar a los niños del mundo, sobre todo a los de África y a la investigación para la cura de algunas enfermedades que nos aquejan. Así sentía que de alguna manera estaba pagando la deuda que su familia tenía con la gente a quien, voluntariamente o no, le había hecho daño.

Era muy desprendido mi amigo, Alejandro el violinista, me dijo que había tenido la opción de dejar todo eso como herencia cuando muriera, pero decidió hacerlo en vida y desde muy joven, para tratar de ver al menos un poco de los beneficios que podría recibir la gente como resultado de su aporte, que me dijo, nunca sería suficiente. Me confesó que como último acto de vanidad, había conservado para él, el violín que desde entonces le acompañaba, un Stradivarius que su abuela le regaló cuando apenas era un niño al notar que había hecho grandes progresos con el violín.

Eso me dejó aturdido, tanto que falte a medias a mi palabra y tuve que comentarlo con otras personas, quienes en su mayoría no me creyeron y muchos decían que si esas historias fuesen verdad ese hombre era o muy loco o muy pendejo. Para mi sorpresa, al investigar sobre la historia de su familia, el resultado fue el que me esperaba, las citas, las fechas, los nombres, los montos, las empresas, las fundaciones, en fin todo, todo lo que me dijo era exactamente como me lo contó, con lujo de detalles, pero sobre esto fue muy celoso y me recordó varias veces que no le comentara a nadie sobre su nombre o sus orígenes y mucho menos sobre lo que había hecho con el dinero –cosa esta última que como ya te dije no cumplí del todo- porque no quería que nadie, además de mi, supiera lo que había hecho, me decía que no lo había hecho por reconocimiento, sino más bien por convicción. Ese era nuestro secreto.”

V

“Un día, al llegar al hospitalito, lo conseguí allí, sentado, taciturno y con el semblante algo triste, o al menos eso me pareció, al interrogarle por su actitud, me dijo que lamentablemente debía irse y que a pesar de lo agradable que le había parecido todas nuestras sesiones, que se había convertido en charlas entre grandes amigos y conciertos gratuitos de su parte, era hora de continuar su camino. Al no entenderle de entrada le dije que no importaba, que entonces no veríamos al día siguiente, allí me miró, me tomó por los hombros y me dijo que no, que ya no volvería a verle, porque debía partir a un lugar muy lejano a seguir con su misión.

- ¿Misión, cual misión?

- Recuerda todo lo que hemos hablado hijo, si no vives para servir, la vida no tiene sentido.

- Pero aquí has ayudado a mucha gente.

- No la suficiente y debo ir a otros lugares a hacer lo mismo.

- Pero sin dinero no es mucho lo que puedes hacer.

- Ahí te equivocas, el dinero, como muchas otras cosas ha sido sólo un medio, pero como este hay muchas otras herramientas que un hombre puede utilizar para ayudar a los demás. No debes subestimar el valor de una buena sonrisa sincera y afable. Y ¿Qué me dices de la música que sale de este violín?

- Es cierto, por favor perdona mi torpeza.

- No hay nada que perdonar mi pequeño amigo, no tienes idea de cuan gratificante han sido para mi estas charlas que he tenido contigo.

Como despedida, me entregó un sobre cerrado y me dijo que por favor lo conservara y no lo abriera hasta que estuviera listo para hacerlo. A lo que pregunté cuando sabría eso y con la sabiduría que le caracterizaba me dijo: SOLO LO SABRÁS.

Unos años después, cuando ya había aparecido la internet, leí que varias de las fundaciones apoyadas por mi amigo el violinista habían ayudado a salvar la vida a cientos de niños alrededor del mundo, sobre todo en algunas regiones de áfrica, lo que me extrajo una gran sonrisa de satisfacción, como si hubiese sido yo mismo quien hubiese hecho la donación, me alegré por Alejandro y supe que esa noticia le había hecho muy feliz. Luego, poco tiempo después, leí una noticia sobre un viejo vagabundo que había muerto en condiciones algo misteriosas a las puertas de un orfanato en Libia y llevando bajo sus brazos un violín Stradivarius que al ser evaluado por los expertos, resultó ser auténtico y estaba valorado en cientos de miles de dólares, se sospechaba que se trataba de algún robo, pero yo sabía la verdadera historia del violín y su portador.

Ese día lloré mucho por la desaparición física de mi amigo pero me sentí bien por él, porque logró lo que quería, poder cambiar en algo la triste historia de su herencia y ser útil a los demás.

- Papi, ¿y que pasó con el sobre?, ¿lo abriste?

- ¿Qué crees tú? Desde luego que lo abrí. Lo hice al enterarme de su muerte.

- Y ¿qué decía?

- Sólo decía: “Nunca olvides, VIVIR, RESPETAR, AMAR, SERVIR y SER FELIZ. Vivir con intensidad cada minuto de tu vida, como si fuese el último o el único. Respetar a tus semejantes, a tus jefes y a tus subalternos, siempre y sin dudar. Amar a todas y todos, haciendo del amor más que un sentimiento, una decisión de vida. Servir a las personas como si de eso dependiera el futuro de la vida sobre el planeta, con la mayor calidad y eficiencia posibles. Y por último, pero no menos importante SÉ FELIZ siempre, en todo momento y en cualquier circunstancia porque la felicidad no es el objetivo, sino el camino que debemos mantener mientras vivimos.”

- Caramba papi, me gusta eso.

- Por eso te dije hijo, que si lo que mi amigo el Violinista hizo en vida, no se trata de un milagro, nada lo es, y por eso estoy tan seguro de que existen y que no son cuestión de fe, sino de acción pura, simple y pragmática. Solo se trata de decidir ser útil y de amar a los demás. Y bueno, pensándolo bien, mi amigo si era un ángel, no un ángel con un arpa, sino un ángel con violín.

La historia de mi padre me sorprendió mucho, realmente me tocó y me hizo pensar que quizá en nuestras vidas nos encontramos con estos ángeles anónimos que desde su trinchera andan por allí haciendo cosas buenas por los demás con la sola satisfacción del deber cumplido, pensamiento este que me ayuda a dormir mejor por las noches y con la firme intención de poder identificar al otro día a mi amigo violinista particular.

-FIN-