...No sabría decir que era porque mis ojos bien abierto no veían nada, sólo el techo, pero se sentía como una persona que se acuesta sobre uno…

Aqui pueden leer la primera parte de esta historia:
Miedo en la Capital. Parte I

Miedo en la Capital. Parte II (final)

Por: Arturo Pérez Arteaga:.

Quise moverme para evitarlo, me fue imposible y se hacía mayor al punto que comenzó a cortar mi respiración, cada bocanada se me hacía  peor que la anterior, cuando me sentí ahogado por la falta de aire y angustiado por el gran peso, que en ese momento era como de una tonelada, hice un último intento de levantarme para escapar de aquello y mi cuerpo respondió. 

Me senté de un brinco sobre la cama respirando aceleradamente y muy asustado, al momento escuché el gran tráfico frecuente  a cualquier hora del día o la noche y el canto de los animalitos que no me abandonaban.

En un acto reflejo toqué mi cuerpo, inspeccioné la habitación en busca de alguna explicación, algo que me diera algún indiciode lo que acababa de ocurrir, pero nada, aparentemente había sido víctima de una horrible pesadilla.

Como es lógico pensar, el resto de esa noche no pude pegar un ojo y en honor a la verdad, lo hice muy poco en las noches sucesivas, el miedo se apoderó de mi sistema e invadió mi sentido común. 

Fueron días de mucha angustia, sólo aminorada por el trabajo, únicamente en la oficina me sentía tranquilo, incluso un día que el cansancio me vencía, me encerré en uno de los cubículos del baño y dormí unos minutos. No podía pensar en fiestas o parrandas por esos días, mi ser no conseguía paz.

Luego de algunos días, tratando de desviar mi atención alquile una película y me dispuse a verla en mi habitación.

Cuando ya comenzaba llegó uno de mis compañeros de apartamento interesado en verla también, gustoso de algo de compañía lo invité a verla conmigo. 

El largometraje apenas desarrollaba su trama y el sueño me invadió, le pregunté a mi compañero si podía dormir en su cuarto para que él terminara de verla en el mío sin interrupciones. Mi compañero accedió, vería el film y al terminar dormiría en mi habitación porque yo ocupaba la suya esa noche.

A pesar de ser una cama incómoda, esa noche dormí placenteramente como no lo había hecho en mucho tiempo desde el evento. 

En los días posteriores trataba de llegar muy cansado, para no pensar, para no temer. La estrategia funcionó a medias, no volví a vivir el episodio pero el miedo no me abandonaba.

Un viernes, mis compañeros y yo decidimos quedarnos en el apartamento jugando ajedrez y tomando ron, para tratar de hacer algo diferente. Luego del filo de la media noche uno de los muchachos se dio por vencido, el ron no le gustó y le aburrió que la partida en progreso tardaba mucho, se fue a dormir y me quedé jugando y bebiendo con el compañero que me prestó su habitación aquella noche durante mi crisis de miedo.

Al terminar la partida seguimos conversando y al menguar la segunda botella del licor añejo me atreví a contarle lo que me había ocurrido, el alcohol me dio valor para enfrentar el juicio de ser llamado loco o pendejo.

Su reacción, no obstante, no fue de burla, palideció y su lengua, que hasta el momento se le notaba pesada por efectos del aguardiente, se destrabó, de un golpe se le pasó la borrachera, me miró fijamente y me dijo: “la noche que me quedé en tu cuarto, luego de ver la película me paso exactamente lo mismo”.

FIN

APA:.

* La imagen corresponde a una fotografía de la ciudad de Maracaibo - #Venezuela, tomada por mi con una cámara Sony