Campamento, playa y amigos.
Fue un plan que salió de la nada, de esos que no elaboras pero tienes una pequeña idea de lo que necesitas y lo qué harás, muchas veces esos son los mejores.
Conociendo a dos nuevas personas, formando una amistad, compartiendo una nueva experiencia, compartiendo anécdotas, risas y un viaje.
Aquella playa era lo mejor, el ambiente inspiraba calma, inspiraba paz. El romper de las olas, la humedad del ambiente, el sabor del agua salada que dejan algunas gotas esparcidas por el romper de agua con las pequeñas rocas en la arena; arena cálida bajo el taco de los pies descalzos.
Una bonita tarde en la playa.
Cae la noche, y con ella la temperatura, que se vuelve aún más fresca. El cielo ya no es azul claro, ahora un azul oscuro, casi negro, que hace contraste con el brillo de las estrella blancas. El cielo y el horizonte se funde en uno solo, ya no hay linea divisora.
Las risas siguen, los cuentos y las fotografías, el trabajo en equipo a la hora de armar la tienda para acampar, aunque sin muchas ganas de usada ya que ¿quién se iba a perder tal espectáculo de ver la estrellas y el escuchar las olas del mar?
El tiempo pasa y el tono azul del cielo va cambiando, casi desapercibido. El cansancio llega y a duras penas tenemos ganas de entrar a las tiendas de acampar; el fuego de la fogata mengua.
Una de las mejores experiencias es la de intentar nuevas cosas, el dormir en una playa con amigos, con la brisa meciendo las hojas de los arboles y dándonos cobijo, y con las olas de fondo y una sonrisa en el rostro, el sueño llega reclamando toda atención.
Bonita historia, se siente el protagonismo :D