“MARAVILLAS DEL MUNDO" QUE VISITÉ Y NO ME MARAVILLARON (TANTO)

Nací (1947) y crecí en un hogar de clase media en la ciudad venezolana de Barquisimeto. Cuando niño e incluso cuando adolescente solía oír hablar con ceremoniosidad acerca de unos temas que me parecían mitológicos, misteriosos… Hasta extravagantes. Uno de los más emblemáticos de esos temas era el denominado “7 maravillas del mundo”. Los comentaristas del caso eran un excéntrico tío rico que yo tenía (Erasmo) y algunos viejos amigos de mis padres (M. Díaz Peraza, Héctor Pina…). Las coloridas revistas que circulaban profusamente en la ciudad y, sobre todo, la naciente televisión, también hacían del tema, todo un culto a lo fascinante y desconocido.![Plaza Roja, 1988.jpg]

Como era de suponer, mi persona en tales tiempos (años ’60) asumió sin extrema calma la aspiración de conocer algún día cada una de las asombrosas edificaciones que integraban la diamantina plantilla de las “7 maravillas del mundo”.

Cuando entré a la universidad, curiosamente no elegí una carrera de ésas que la cultura imperante en mi país consideraba como las indicadas para hacer el dinero y el prestigio necesarios para poder viajar, ver y tocar “esas maravillas del planeta”. Lo que hice fue tomar una romántica carrera universitaria que me llevó a ser docente de ciencias sociales y filosofía, ya a finales de los ’60.

En los primeros años de ejercicio, como era lógico, mucho tenía que hacer referencia a disímiles componentes tanto del paisaje natural como al paisaje cultural. Cuando, con mi amado alumnado, transitaba por esto último, brotaban en mi mente todos aquellos anhelos asociados a las tales maravillas del mundo; ello, al tiempo en el cual se instalaban en mi emocionalidad, dosis de tristeza habida cuenta que mi exiguo sueldo hacía imposible la experiencia de vivir esas exquisiteces arquitectónicas de la cultura.

El punto es que yo tomé muy en serio mi humilde profesión de docente de filosofía y ciencias sociales. Ya en los ’70 me hice profesor universitario y en ese entorno, me hice escritor. También me doctoré. Escribí, escribí y escribí… Mis libros y artículos llegaron a instituciones educacionales harto alejadas de mi país. Un día cualquiera de 1983 llega a mi oficina una honorable invitación de una universidad asiática, de cara a desarrollar una serie de conferencias y otras actividades académicas. Luego me llegan otras, otras y otras, todo lo cual me lleva, además, a recorrer algunos países europeos y latinoamericanos.

Al fragor de la asunción de mis compromisos fueron apareciendo por aquí y por allá, los recuerdos de aquellas expectativas que en mi adolescencia se instalaban, relacionadas con las legendarias maravillas planetarias. No puedo decir que esas expectativas determinaron el cuadro general de las aspiraciones compenetradas con mi labor académica y los viajes que realicé unidos a ésta. Admito sin ambages que inscritas en todo ese tiempo de mi vida, surgieron ideales de nuevo tipo los cuales alimentaron mi espíritu de lucha profesional, pero no dudo –aun así- que algunas manos largas pudieron tener aquellos sueños de muchacho, en todo el cuadro…

Ya transito por algo más de 70 años de edad. Tengo en mis vetustos archivos unas fotografías acerca de más de una “maravilla del mundo”, conteniendo éstas, imágenes de mi persona a tenor de distintas edades (y de canas).

Quiero compartirlas con ustedes, amigos usuarios de Steemit.

He caído en cuenta que son cambiantes, movibles, las referencias que integran las inefables maravillas. No pocos hablan de mucho más que siete. En algunas plantillas, la torre Eiffel, por ejemplo, aparece y en otras, no. Así ocurre con otras edificaciones majestuosas, como la basílica de San Basilio (de Moscú)… Agrego… hay quienes sostienen que más trascendentales que las ruinas peruanas de Machu Picchu, son las ruinas bolivianas de Tiahuanaco; en fin…

Quiero agregar que si bien estas bellas creaciones arquitectónicas regadas por el mundo, me han impresionado, no me han hecho más feliz que caminar –fuera de toda programación de rutina- por las calles de La Paz (Bolivia), de Rubio (Venezuela), de Ámsterdam (Países Bajos, Europa), de Lima (Perú), de La Habana, de Nueva Delhi, en fin, y entrar en un barcito cualquiera y degustar allí algo sencillo de beber y comer… Escribir en una servilleta cualquier cosa y hasta pulsar el arranque de un amor.

No lo digo por buscar palabras que suenen a incursiones poéticas de corte bohemio; no. Tampoco por artificiales modestias. Lo digo porque, habida cuenta el trajinar, me salió del alma.

NOTA. He estratificado el variado contenido fotográfico en tres entregas. He aquí la primera. Ésta trata de palacios, templos y mausoleos. Consta, como pueden ver, de cuatro piezas. La segunda entrega se ocupará de arcos de triunfo. Aparecerá la próxima semana. La tercera tratará sobre calles significativas de ciudad...