Viajando por el Golfo de Vizcaya: Bermeo
El País Vasco o Euskalerría, todo un fascinante universo que descubrir, en el que dejarse llevar por los sentidos y paladear, saciando el hambre de emociones para cualquier viajero atrevido.
Situado, aproximadamente, a seis kilómetros de Mundaka y a unos quince de esa ciudad, Guernika, que como un ave fénix ha resucitado de sus propias cenizas, Bermeo saca pecho a la Historia, recordando sus viejos y merecidos privilegios.
Perteneciente a la comarca de Busturialdea y encuadrada dentro de la denominada Reserva de la Biosfera de Urdaibai, se sabe de su grandeza al menos desde el año 1236, tiempo, aproximado, donde comenzó a considerarse como la villa principal del Señorío de Vizcaya.
Arremolinada frente a ese ‘pollo’, agujero o hondonada formada por su puerto, Bermeo descansa plácidamente mecida por las aguas de un mar de donde obtiene buena parte de su recompensa, pero al que también rinde doloroso tributo en vidas, como corresponde a todo pueblo marinero asentado en estas hermosas pero a la vez, también mortales costas.
Posiblemente ampliada y situada en el lugar donde se erigiera la primitiva iglesia de aquél Bermeo románico del siglo XII, la formidable mole de la iglesia dedicada a la figura de Santa Eufemia –hemos de suponer que de Mérida, recordando, además, la gran devoción que dicha santa tiene en la cornisa norte y sobre todo, en el vecino Principado de Asturias- el pueblo semeja, visto en su conjunto, una metafórica Scala Dei, donde entre empinadas subidas, las casas parecen sustentarse unas con otras.
Típico, además, de los pueblos marineros del Norte, sus fachadas suelen mostrar una profusa variedad de colores, como si de alguna manera, el melancólico romanticismo de la marinería hubiera intentado atrapar en tierra, metafórica y comparativamente hablando, parte de esa hermosa gama cromática que muestra el arcoíris que advierte la tregua después de una lluvia de tormenta.
Era típico, en época medieval, que los reyes que visitaban Bermeo, realizaran la correspondiente jura en la iglesia de Santa Eufemia.
Una iglesia, frente a cuya plaza, suelen establecerse interesantes mercadillos los sábados, donde entre la variedad de productos, cabe destacar aquellos objetos, aparentemente antiguos, que para los nostálgicos y los coleccionistas, son un auténtico tesoro.
Es de suponer, que esta tradición se remonta a épocas inmemoriales y viene a sustituir, de alguna manera, a aquéllos otros que se celebraban ya desde época neolítica, donde el número de bueyes, el metafórico ‘oro’ de aquél entonces, determinaba la posición del dueño, con la única diferencia de que en lugar de la iglesia, aquéllos auténticos veneradores de la piedra –veneratore lapidi, como diría San Martín de Dumio- lo hacían en la proximidad de dólmenes y menhires, que de alguna manera marcaban no sólo las supuestas Wouivres o corrientes telúricas celtas, sino también las rutas sagradas y comerciales a seguir.
Es por ello, que no debe extrañarnos la devoción que se advierte en el norte de España por la figura de una santa, supuestamente mártir, a cuyos pies suele representarse una vaca o un buey, pues es de todos conocidos las relaciones que hubo entre los pastores del norte y los fabulosos pastos extremeños, a los cuales se desplazaban en primavera para apacentar a sus ganados.
Típica también, como de cualquier villa, ciudad o pueblo de Euskalerría, es la presencia de verdaderos y excelentes lugares gastronómicos, que reciben el nombre de Txoko.
Destacable en Bermeo, es el Txoko Ízaro Begui, que además es una escuela privilegiada donde los futuros chefs aprenden los rudimentos y secretos de la excepcional comida vasca y donde, además recientemente, tuve el satisfactorio placer de probar uno de los mejores marmitakos que he tenido ocasión de comer en mi vida.
El marmitako, es un suculento plato marinero, consistente principalmente en patatas guisadas con abundancia de ese gran manjar del Cantábrico, que es el bonito.
Cabe destacar, así mismo, la presencia, entre los municipios de Bermeo y Mundaka –o si se prefiere, entre los cabos de Ogoño y Machichaco- de la isla Ízaro, lugar emblemático de donde obtuvo su logo y título la compañía cinematográfica Ízara Films.
Perteneciente también a esta interesante y hermosa villa de Bermeo, y dignamente elegida como decorado para la exitosa serie fantástica Juego de Tronos, el promontorio rocoso sobre el que se levanta la humilde ermita de San Juan de Gaztelugatxe, es otro de los atractivos que invitan, cada vez más, a conocer y saborear un lugar con tanta historia, tanta riqueza gastronómica y cultural y sobre todo, con tanta belleza, como es esta digna población marinera del Golfo de Vizcaya.
AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual.
Agradecido a Proyecto Templo. Saludos cordiales
que bonito que limpio y agradable y lo bien que lo pasaste si miiiiii
Ja, ja, ja...bueno, como ya lo conocías...