Lo hizo, disparó el arma homicida el hijo de Lucilita, como solíamos llamar a una de las asistentes a los servicios dominicales. Este muchacho, pertenecía a la pandilla del otro lado del río y ese día decidió acabar a su detestable enemigo y quien era miembro de la pandilla del otro lado del Tamaná, pero, su rival traía a su pequeña montada en el caballo y tras el disparo, su sangre inocente se mezcló con la de su padre. El servicio transcurrió, pero en medio de un ambiente con olor a sangre. Allí frente a mí estaba Lucila, la madre del asesino y terminado el tiempo de recogimiento espiritual. Me despedí de todos; incluyéndola a ella. Pasados unos diez minutos, en estrépito, entró un joven de la congregación gritando: 《¡mataron a Lucila, mataron a Lucila!》. Corrí con él, y cercana al río, yacía tirada boca abajo, con su sangre haciendo cause en el polvo.

Le dispararon por la espalda, lo hicieron los aliados del recién difunto, alegaron que 《si, mataron a una inocente, otra inocente tenía que pagar los platos rotos》, ya que quien hizo el daño había huido.

Verla allí, exánime, como testigo mudo de la violencia ajena, quebrantó mis fuerzas y al momento revolotearon los recuerdos. ¡ Solo unos días atrás nos recibió feliz en su lejana casa; nos dijo que no había dormido la noche anterior porque salió a pescar y a cazar para atender nuestra visita!.
Ese día me dijo que un raro sentimiento la rondaba, pero no sabía explicarlo. Ahora lo entiendo, la muerte estaba rondando, como fiera cazando.

Pasaron las horas como pasaron las aguas del río, y Abraham no aparecía, "el inspector del viche", como solían llamarlo en estas tierras, pues siempre andaba borracho. Me decidí entonces a realizar el levantamiento, ya que el manto de la oscuridad, caía sobre la sábana fría que cobijaba a la occisa. Claro, yo no estaba autorizado para tal evento, pero me corroía la tristeza y la impotencia. Cuando decidí hacerlo, afortunadamente llegó el inspector. Examinó el cadáver y con la torpeza propia de la ebriedad dijo, 《le pegaron ocho tiros》. 《Como se le ocurre don Abraham, si solo fue un tiro, a quema ropa en la parte posterior se la cabeza》replique con enfado.

De allí la llevamos a la caseta comunal y previendo una incursión de los del otro lado del río, para recuperar el cuerpo de Lucilita, decidimos enviar los restos mortales con algunas personas que eran del otro lado del Tamaná.

Hoy después de veinte años, recuerdo sus ojos vidriosos, color óbito y que nuestro paso de dos años por " puerto machete", es un capítulo violento del libro que a diario estoy escribiendo.

La imagen fue tomada de Pixabay.
Mano con machete, imagen etiquetada para reutilización ENLACE
Escopeta ENLACE
Flores ensangrentadas. ENLACE
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