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¿Dónde se guardan las cosas que no sucedieron?

Cuento I

La mujer dobló sus pocas ropas y las metió en un bolso grande y floreado. Pensó que la decisión de irse había sido dura y difícil, pero ya no había vuelta atrás. Así que tomó algunos panes y empezó a esparcir migajas mientras se dirigía a la puerta. La gente extrañada, miraba detrás de la mujer grandes pedazos de panes solitarios en el camino y se preguntaba si aquello eran pistas en un gran mapa por si algún día quería retornar. Sin saber que a veces dejamos migajas en el camino, no porque intentemos regresar sino para que esos rastros nos recuerden que por allí no podemos volver a pasar.

Cuento II

De día te escondes entre paredes. El trabajo no te da tiempo de respirar. El cerebro ocupado silencia cualquier afecto, sentimiento, sensación de orfandad. La sonrisa en tu rostro es una pintura que amenaza con desprenderse y caer al piso, quebrarse, estallar. Luego llega la noche, entre el ruido de la ciudad, intentas caminar, apresurando el paso, para montarte en el bus, debes saltar, pelear y te quedas sin fuerza. Y piensas que la vida te derrota a cada rato y tú cada día sin menos ganas de luchar. Llegas a casa, ausente, y te enfrentas a la soledad, pero te sientas en la computadora, mil horas, mientras que los vecinos ríen y los gatos no dejan de maullar, y te llega el sueño, y vas a la cama, sola, pensando que cerrando los ojos te puedes desconectar. Pero qué ironía la de la vida que llega la madrugada, y todos duermen, y no te queda más que enfrentar tu verdad.

Cuento III

El hombre vio cómo la mujer desde la parada del bus agitaba su mano en un gesto de despedida. Recordó las horas en la playa, las cervezas consumidas. Vio la primera vez que la hizo suya y en su cama quedó dormida. El día que la vio llorando e impotente él, no supo curar sus heridas. Luego cuando quiso acercarse, toda ella fue esquiva. Recordó que no fueron minutos, tampoco pocos días, fueron años juntos los que vivieron en armonía. ¿Adónde se va el amor de los amantes y las promesas no cumplidas? ¿Adónde se guardan las cosas que no sucedieron por dejadez, incapacidad, inmadurez o cobardía? Y el hombre pensó que suceden tan rápido las malditas despedidas, pero amargamente quedamos recordándolas, en cámara lenta, toda una vida.

HASTA UNA PRÓXIMA LECTURA, AMIGOS