Este horizonte es el cuadro común que tienen todos los caraqueños en Venezuela. La montaña de nombre Guaraira Repano, pero mejor conocida como El Ávila, es una acuarela única de la que muchos se inspiran cuando la recorren con sus pies o con sus hipnotizadas miradas.

Siempre que estoy en Caracas es inevitable no quedar hechizado por la inmensidad de aquella gran roca que divide a la capital de la costa del estado Vargas con su imponente cuerpo macizo de selva, brisa fresca, cascadas, naturaleza y en el extremo de sus dos orillas, dos ciudades, una de mares y otra de valles.

Estas fotos las tomé en ocasiones diferentes desde el mismo punto; una zona residencial que se sitúa en el kilómetro 6 de la carretera Panamericana. Ambas las capturé con mi teléfono celular Samsung S6 en junio del 2017.

La primera de ellas fue a las 7 am, cuando ninguna nube adornaba la escena y la segunda fue aproximadamente a las 10, cuando ya el oxígeno comenzaba a colarse en forma de nube por el gran Ávila.

Ayer (11-09-2019) bajé nuevamente a Caracas (yo vivo a 16 km de ahí, en San Antonio de Los Altos) y no pude tomar ninguna foto porque tenía el teléfono sin carga. Además, en días pasados tenía pendiente subir este par de imágenes. Asimismo, antes de todo esto, una amiga que vive en el extranjero me pidió una foto del Ávila para imprimirla y colocarla en su hogar, en Estados Unidos...

A lo que quiero llegar es que muchas energías se están uniendo para reencontrarme con esta montaña, con estas fotos, con nuevas fotografías y con este pasado que encierra un encuentro futuro con El Ávila, por lo que pronto buscaré otro mirador para hacerle llegar esa foto a mi amiga.

Luego les cuento cómo me fue con esa experiencia.