Conocer que tenía buena voz para cantar fue todo un privilegio por ser un don que Dios me dió, pero al mismo tiempo fue un punto de confrontación a causa de que en mi corazón las inseguridades y carencias llegaron a producir miedo.

En tercer grado de primaria una profesora descubrió mi voz, y me seleccionó para participar en representación de la institución en un festival de canto, emocionado me preparé y el día de la presentación un pánico se arraigó en mi corazón, ponerme de pie frente a un público era algo que me estremecía y me hacía perder el control muchas veces; al subir a cantar ¿Se imaginan lo que pasó?, Pues sí canté pero lo hice llorando y a partir de allí fui reconocido como el cantante llorón, las personas se sorprendían porque este miedo lo llegaba a enfrentar al pararme frente una gran audiencia a cantar y al mismo tiempo salían lágrimas de mis ojos, el público terminaba llorando porque transmitía lo que cantaba (quien posee el don toca corazones a diferencia del que solo posee el talento), pero no superaba el miedo.

Me continuaban llamando a participar en las fechas festivas en la escuela e iba y cantaba llorando; la música y el canto siempre me han apasionado, pero que me diera miedo y que llorara frente a las personas eso sí que NO, me frustraba demasiado está situación.

Al salir de primaria, mi madrina se le ocurrió la brillante idea de inscribirme en clases de canto con una cantante regional "Eva María", ella me enseñó técnicas para superar el miedo como por ejemplo que mientras más dominará la canción sería más normal cantarla frente al público o que ensayará mirándome frente a un espejo; sin embargo el día de la celebración por haber terminado el primer nivel, canté pero una vez más llorando; eso me agobiaba un poco porque este miedo no salía de mi vida ¿Acaso lograría cantar libremente?, es comprensible los nervios que nos dan antes una presentación, pero el miedo no trae nada bueno porque te paraliza y no te permite disfrutar lo que haces.

Pase al segundo nivel y de alguna forma ya me sentía más seguro de mi mismo, pero aún así el miedo no se había ido de mi corazón. Después de todo eso entendí que no constaba de todas las técnicas que aprendiera sino que para verdaderamente soltar un miedo: debemos renunciar al miedo y es una determinación que nace en nosotros mismo (el deseo de no seguir en lo mismo y de un cambio), es una decisión que tenemos que tomar para que salga de nuestra vida el temor y a partir de allí comenzar a enfrentarnos accionando sobre la situación que nos llegaba a intimidar para así lograr superar el miedo por completo.

Al conocer a Dios descubrí que "el amor disipa todo temor" (1 JUAN 4:18) cuando empecé a valorarme a mí mismo y que mi Creador me dió identidad, al mismo tiempo me tocó renunciar al miedo para que Él pudiera obrar y así llegar a adorarle delante de su altar.

Hoy puedo cantar con libertad, sin miedo a nada porque Dios es mi refugio.

Toma la decisión de renunciar al miedo y sigue adelante porque estoy seguro que vamos por más...

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Te invitó a Participar en este concurso de Palabras Inspiradoras promovido por mi amiga @franyeligonzalez.

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