Leo "Americana", la primera novela del escritor norteamericano Don DeLillo. No la mejor de sus novelas según la crítica y los especialistas, pero la que lo dió a conocer al mundo como una revelación.

Es diferente a lo que he estado leyendo últimamente, y al iniciarla, antes de comprender su estructura y su lenguaje, no entendía muy bien de que iba, pero poco a poco me fue atrapando, como cuando uno esta escuchando música, y de repente sin darse cuenta, empieza a mover los pies.

Todo gira en torno a un protagonista, y a través de él se nos presenta un mundo, que es el suyo, pero también el nuestro, el de todos: la vida misma, con todos sus asegunes y sus tonos grises, sepias y azules, con todas sus luces y sus sombras. Con sus olores a humedad y a flores. Con sus sonidos de risas, llantos y suspiros.

Y de repente la historia se vuelve una pantalla que observo, como un intruso silencioso, escuchando los pensamientos del protagonista, observando el comportamiento de quienes le rodean, invadiendo la privacidad de seres imaginarios creados por DeLillo.

Y de pronto la pantalla se vuelve un escenario, y en él las escenas, que se suceden unas tras otras, me muestran su vida laboral: los cubículos de la secretarias, las oficinas de lo ejecutivos, los cafés y bares de Nueva York en que se encuentra y desencuentra con la fauna propia de la historia, compuesta tanto de oficinistas y ejecutivos, como de artistas y seres excéntricos y extraños.

Pero luego el escenario me rodea, y pareciera estar en las locaciones de una película. En la loma a la que va a tomarse unas cervezas mientras intenta escribir un poema. En el lago artificial de la universidad en el que va a nadar para poner a prueba sus límites. En el cementerio en que enterraron a su madre que murió de cáncer.

Y de repente las locaciones se vuelven un mundo, varios mundos, cuyos planos dejó DeLillo al escribir la novela, y que yo voy construyendo mientras leo, volviéndome ya no solo espectador, sino protagonista. Pasando de ser un simple voyeur, a ser co-autor de una historia que ahora es también mía.

Ahora ya no leo, vivo la novela. Y mientras lo hago soy el protagonista. Soy su padre manejando un auto a toda velocidad intentando encontrar a la muerte para que no se lleve a su esposa. Soy su hermana mayor que lo único que quiere es huir de un pueblo y una familia que nunca la comprendieron, un pueblo y una familia que también soy.

Ahora ya no vivo la novela, soy la novela. Soy la dualidad del protagonista que huye de quien es refugiándose en la superficialidad de la vida del mundo del espectáculo. Soy su padre que se evade trabajando y tiene un amorío con su joven secretaria para no sentirse tan solo. Soy su ex-mujer con quien tiene una aventura, y que gasta todo su dinero en ropa que no necesita. Soy sus sueños y sus miedos, soy la maraña de emociones que le habitan y no entiende, pero que guían sus actos.

Así que si quieres saber porque leo, es porque me permite ser lo que leo sin dejar de ser yo mismo. Porque me permite desdoblarme y, casi como si fuera un dios, tener una visión única del mundo contenido en el universo de celulosa en forma de capas delgadas, cuidadosamente apiladas, en el que 27 caracteres ordenados de maneras infinitas, son puertas a un sin fin de realidades, que sin importa que tan extrañas y ajenas nos parezcan, en el fondo hablan todas de lo mismo: nosotros.

Si llegaste hasta acá muchas gracias por leer este publicación y dedicarme un momento de tu tiempo. Hasta la próxima y recuerda que se vale dejar comentarios.