Llegó el gran día, el día de Que Julia pasará una transición de niña a mujer, desde muy chiquita soñaba con este momento, ser presentada ante la sociedad como una chica que ha alcanzado un grado de madurez, dejando su etapa infantil atrás.

Alucinaba con un gran vestido, con las zapatillas de tacón alto y de la mano de su padre entraba al lugar del festejo como toda una princesa, muy apegado a las tradiciones de los festejos quinceañeros.

La señora Julieta fue la encargada de preparar todo para esta celebración, recepción, invitados, buffet, no solo en planificarlo, sino en costearlo, todo estaba en orden, pero solo una cosa le preocupaba, el deseo profundo que su hija tenía de que estuviera presente su papá, pues él durante estos 15 años fue un padre despreocupado y ausente, nunca aporto nada en la vida de su hija ni económicamente y mucho menos de forma afectiva.

Sin embargo, esto no le importaba, ella soñaba con vivir este día tan especial con el señor que le dio la vida, e imaginar que tiene una familia completa como el resto de sus amigas, a su mamá no le molestaba que ese ser estuviera presente este día, sin haber aportado ni un centavo, ella únicamente quería ver a su hija feliz.

Desde muy temprano se estaban preparando, con peinado, maquillaje y vestido que se llevaría algo de tiempo por lo extravagante que era, se acercaba la hora de comenzar la celebración y nada más le faltaba algo y eran las zapatillas que estaban ubicadas en la sala, sobre una mesita junto a una planta que luchaba por sobrevivir.

Julia paseaba y daba la vuelta con su vestido acampanado descalza por todo el jardín de su casa, estaba muy feliz, pero esa sonrisa disminuía conforme pasaban los minutos y se acercaba la hora del festejo, pues su padre no llegaba para ser el quién pusiera la zapatilla como la tradición lo indica.

La hora de la celebración llegó y el rostro de Julia estaba inundado de lágrimas porque su padre nunca llegó, la dejo plantada una vez más, la señora de Julieta estaba indignada y con una tristeza profunda de ver sufrir a su hija, tomo valor para hablar con ella.

-Siempre hemos sido tú y yo, desde que estabas pequeña exclusivamente me dedique a trabajar y cuidarte para que a ti no te faltará nada y aunque sé que nunca voy a poder suplantar la figura paterna me siento orgullosa de lo que he logrado contigo y como te has convertido una linda mujercita con grandes valores y principios.

-No quiero verte llorar, no quiero verte sufrir, ninguna de las dos nos merecemos esto, Debemos estar feliz y en paz de que llegó el día que soñamos por tanto tiempo, allá en esa fiesta hay gente real que te ama, que nos ama y al que no tenemos que mendigar su presencia y mucho menos amor.

Poco a poco le fue secando las lágrimas a su hija y fue ella misma la que tomó las zapatillas de esa mesita y se las Puso, Julia llegó de la mano de su mamá y fue con ella con quien hizo su primer baile, mientras el resto de los invitados aplaudían emocionados.

Julia no le guarda rencor al hombre que le dio la vida, Pero aprendió a no mendigar amor puesto todo el amor que ella necesita lo cubrió su mamá y el resto de las personas que lo acompañaron este día tan importante para ella.

Todo salió hermoso y mejor de lo que se esperaba, la hermosa quinceañera llegó a casa feliz de la noche tan mágica que había tenido, se quitó las zapatillas y la coloco sobre la mesita, y extrañamente noto como la planta que luchaba por su vida había florecido...

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