En una habitación, dos hombres se hallaban sentados frente a frente. Luz amarillenta titilando ocasionalmente. Un juego de tazas con café recién hecho. La tensión en el aire, fue rota por las palabras de un hombre calvo con una cicatriz en la boca.

-José, es todo un placer verte de nuevo, dime ¿en qué puedo ayudarte?

Las palabras pronunciadas en un tono tan amigable, fueron como dardos fríos atravesando la piel de José. Él sabía perfectamente, mientras más cordial fuera el jefe, mayor era su ira contenida.

-Jefe, la verdad, hoy vine a preguntarle si era posible un aumento en mi comisión… –Al finalizar esa frase, sintió como su garganta se secaba.

El hombre calvo observo detenidamente cada gesto del subalterno que suplicaba un aumento, mientras acariciaba el borde de una taza.

-¿José, sabes por qué no has mordido el polvo? –Dijo calmadamente mientras le intimidaba con su gélida mirada.

-¿Je-fe? ¿Jefe Wilkerson? –Tartamudeo, su mirada se tornó grave. Entendió que había pisado una mina.

-Hay varias razones por las cuales soy tu jefe, pero una de ellas, es porque puedo juzgar si una persona tiene habilidad o no. Tu talento es engañar, el coraje que te falta para sostener un arma, te sobra para mentir descaradamente. –Wilkerson explicaba como si pudiera ver a través de José.

De repente, el semblante de Wilkerson se endureció al gritar:

-¡Johnny, tráeme a ese desgraciado!

Un hombre parado afuera de la habitación, respondió tocando la puerta cuatro veces. Al cabo de unos minutos Johnny volvió arrastrando un hombre cuyo cuerpo estaba sumamente débil, con un solo vistazo, se podía ver que era por falta de alimentación.

-¿Sabes quién es? –Pregunto Wilkerson con una sonrisa risueña.

Por un momento, dudo si debía responder, al final, se limitó a decir:

-No lo sé Jefe.

-Dos meses atrás, un conocido me pidió que le diera trabajo a esta persona. Yo le ayude e incluso garantice una cama y dos comidas al día, pero hace dos semanas me hizo la misma pregunta que tú. –Comento Wilkerson desinteresadamente.

Los labios de José estaban rígidos. Sudaba profusamente, y el arrepentimiento solo calaba más hondo a cada segundo. Todas estas reacciones fueron captadas por su jefe, quien parecía sonreír alegremente.

-La diferencia entre tu, y este despojo humano, es la “habilidad”, él no tiene nada, pero aún se dio el tupe de querer más de lo que merece. En contraste, tú, cuentas con una habilidad bastante notable para engañar, sin embargo, hoy me decepcionaste… caíste en lo mismo. –Los dedos de sus manos se entrelazaron mientras miraba a José como si ya estuviera muerto.

Mientras Wilkerson miraba fijamente a José, alguien toco la puerta seis veces antes de entrar. Una mujer de unos cincuenta años con un plato de pasta y refresco, lo coloco en la mesa y se llevó el juego tazas de café.

-Ves esta maldita pasta, representa perfectamente la miserable vida que llevamos hoy. Anteriormente cenaría langostas, carpacho, salmón, cangrejo, caviar, pero ya no. ¿Ahora dime, todavía quieres un aumento? –El rencor y la ira de Wilkerson era fría, su semblante como un tempano hielo causaría escalofríos.

-José, lo diré una vez más, ¿Sabes por qué no has mordido el polvo?, sencillamente, porque tienes habilidad. En base a ello, determino cuál es tu comisión, pero si vienes y haces lo mismo que el gusano de ahí, debo ponerte en tu lugar. –Un tono autoritario. Sin espacio para negociar, obedecer o morir, ese era Wilkerson.

A las palabras de Wilkerson, José asintió lentamente antes de irse arrastrando los pies.