Música e Inteligencia: ¿Se relacionan de alguna manera?

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Es lógico pensar que la buena música, la culta o clásica como se le llama, resulte efectiva para fomentar la inteligencia de los niños, incluso desde antes de nacer, cuando todavía se encuentran en el vientre materno. Las melodías pertenecientes a esta categoría son piezas magistrales que podrían inducir, por su riqueza melódica, así como por la profundidad de los sentimientos que logran transmitir, una gran capacidad de raciocinio en quienes se acostumbran a escucharlas y disfrutarlas desde muy temprana edad.

Sabemos, por otra parte, que este es un género musical de gran complejidad, solo lo entienden a cabalidad quienes lo hayan estudiado de manera formal y se requiere un talento superlativo para alcanzar la maestría con que debe ejecutarse. Si evaluamos, entonces, la forma en que funciona la mente humana con respecto al aprendizaje (debe comenzarse con lo simple e ir gradualmente hacia lo más difícil), nos encontramos con un contrasentido, ya que se recomienda que, desde el primer momento, sin aún el niño haber visto la luz del mundo, se le coloque, nada más y nada menos, que a Mozart. Es obvio que no estamos cumpliendo con lo que postula una de las premisas básicas de la educación: estamos musicalmente iniciando al bebé desde lo más complejo.

Esta disertación anterior no la realizamos con el tendencioso propósito de cuestionar lo que se plantea en la introducción de la publicación que nos invita a este reto, no se trata de eso. Lo que pretendemos destacar es que, en muchas ocasiones, las ciencias sociales, como la pedagogía, se topan con serias disyuntivas para las cuales no existen explicaciones definitivas, y eso se debe a lo intrincado que resulta la conducta humana. En las matemáticas, por ejemplo, cinco por ocho siempre dará como resultado cuarenta y dentro de la química un átomo de oxígeno combinado con dos de hidrógeno será indefectiblemente agua, pero no podemos asegurar, en cambio, que colocándole música clásica a un bebé que no ha nacido, nos dará un niño inteligente.

Si la música tuviese el mágico encanto de convertir en inteligentes a los seres humanos, debemos suponer que quienes cultivan este arte poseen buen juicio, sensibilidad y sensatez humana, todas esas cualidades que nos postulan como seres superiores dentro de la escala evolutiva. La historia, sin embargo, nos señala que Nerón, el despiadado emperador que incendió a Roma, tocaba muy bien la lira; Nereo Pacheco, un legendario verdugo, al servicio de Juan Vicente Gómez, que torturó y asesinó en las cárceles a muchos venezolanos, era un magnífico arpista. Y en estos tiempos, hemos sido testigos de que el aclamado director Gustavo Dudamel ha apoyado, sin ningún escrúpulo, a este sistema de gobierno tiránico que hoy nos agobia.

Ahora bien, es necesario considerar que unos padres que se interesan porque un hijo escuche, desde muy pequeño, música clásica, son personas preocupadas por su educación, que están atentos a que se desarrolle como una persona consciente y preparada para los retos que enfrentará en el futuro. Es decir, no se trata solo de la música, sino que existe todo un compendio de atenciones y de dedicación para que ese ser humano evolucione con la inteligencia y las virtudes que lo harán destacarse dentro del ámbito social en que se desenvuelva.

No obstante, sabemos que, muchas veces, eso no basta para que un individuo se comporte de manera ejemplar. Puede suceder que, en cuanto se desprenda de la potestad de los padres, cuando se haga independiente, escoja un camino divorciado de esas enseñanzas. Todo es posible en los predios del comportamiento humano. La música puede incentivar la inteligencia, pero lo mismo podríamos decir de cualquier otro arte.

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