Venezuela Concurso - Semana 9 – Cecilia, la de dos corazones.

Gracias @marcybetancourt por este tan significativo concurso que me llena de satisfacción personal en la comunidad #venezolanossteem.

Ya habían pasado varios años sin saber de ella, pero de pronto la vi saliendo del mercado principal que está en el centro de la ciudad de Maracay. Cargaba como siempre una bolsa en una mano y un paso sin prisa.

Cecilia saliendo del mercado principal de Maracay

La conozco desde hace tiempo; Estaba más regordeta y siempre coincidíamos. Arrojaba la colilla y venía con lentitud ofreciendo lo que vendía: ¡Pañitos! ¡Pañitos! Pregonaba sin mucha fuerza en su voz. Los tenía colgando en un brazo y los demás los tenía en una bolsa negra que sostenía por la asa… ¿Quiere un pañito?

A veces le compraba uno o dos y si la volvía a conseguir trataba de venderme otro, entonces pude notar su olvido repentino, quizás, porque su mirada oteaba en torno suyo sin fijar atención en quien le comprara.

Una vez me dijo su nombre, apenas pude escuchar lo que era un siseo al final entre los transeúntes, el ruido y las aceras soleadas… Cecilia, susurró. Así se llama.

Cecilia, es una mujer sincera y respetuosa que no anda dando lástima. Solo enfrenta su medio para subsistir. Se la pasa por aquí y por allá con una idea fija: vender lo que le toca: yesqueros, esta vez. A fuerza de sutileza ha logrado conquistar mi corazón y el de muchos.

Ese día cuando salió del mercado, la llamé por su nombre y se detuvo. La saludé, Le dije que quería comprarle algunas cosas, se me quedo mirando por uno segundos y me dijo: ¿Qué eres tú? Por unos segundos no supe que decirle, pero terminé diciéndole: Nadie. Alguien que te conoce.

A todas estas con pocas palabras decidió esperarme mientras compraba algunos enseres para ella.Al regresar Cecilia se había ido. La busqué por todos lados, no podía haber recorrido mucho, pero por más que fui por el bulevar, las calles adyacentes, bajando y subiendo no pude encontrarla.

Ya casi eran la una de la tarde, el comerció cerraba por órdenes de las autoridades por el caso de la pandemia. Decidí tomar la calle que me lleva al final del edificio donde vivo hacia la zona sur del centro cuando de pronto frente a mis ojos, Cecilia apareció en sentido contrario por la misma acera. ¡Increíble!

Cecilia y yo, en la acera de la calle vargas de Maracay

La detuve de nuevo, me reconoció a medias, agradeció mi gesto, sonrió y sin falsas cortesías nos pusimos a hablar. Sacó un papel arrugado de su bolso tejido y un lápiz casi a punto de extinguirse. Anotó mi nombre, la fecha del día y otra cosa que no pude darme cuenta. La conversación desembocó señalando su devoción a la Madre María de San José donde va de vez en cuando a rezar en el santuario que queda a unas tres cuadras de ahí. Hablaba pacito, de una casa que le están construyendo. A ratos Parecía confundir sus deseos con la realidad, y así nos hicimos visibles uno al otro inmortalizando nuestro encuentro en una foto.

Ella sabe ahora donde vivo, le recordé donde la había visto varias veces, ella atinó con precisión para volver a cruzarnos en estos días, compartir afectos, una palabra que nos salva y algo que pueda ofrecerle sin nada a cambio.

Cecilia, no se extraña de que el mundo ande revuelto, ella es más que eso. Tiene dos corazones colgando en su cuello y un sonido que viene de su interior como el que todos llevamos para escuchar.

Las fotos son de mi autroia tomadas con mi teléfono Nokia C3-00

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