Muchacha en la ventana. Una lectura

La primera vez que vi esa pintura de Dalí me gustó por la escena simple que retrata. Una niña no mayor de once años, de pie junto a una ventana mirando hacia afuera y alejada de todo lo que atañe la vida doméstica.

El exterior de la habitación es muy simple. Un paisaje marítimo de aguas calmas con una vegetación verde al otro lado de la costa y una única embarcación surcando las olas. En sí misma, la pintura es una ventana hacia otra parte.

Todas las obras de Dalí son dignas de atención. Uno puede o no entender lo que quiso decir e incluso, puede darle su propio significado a las obras de su preferencia.

La persistencia de la memoria, por ejemplo, tiene un significado del tipo biológico para mí. Todo se oxida. Todo se desgasta. Ese es el precio de respirar, de estar vivo. Arrugarse, debilitarse hasta que llega el punto en que es difícil la propia locomoción.

Siempre me pregunté qué es lo que hay en la habitación en la que ella vive y que es menos interesante que el exterior de esta y de toda la vivienda. Pensé que la niña era hija única y que no tenía hermanos o primos con los que jugar. También supuse que estarían peleados y que se daba espacio para descansar de la disputa o que, siendo muy joven, ya la realidad cotidiana es de sobras conocida por lo que es más atractivo mirar por la ventana y divagar acerca de cualquier cosa a modo de entretenimiento.

Tal vez, esta última posibilidad es lo que me mantiene encantado con esta obra. Muchas veces, mi entretenimiento mental ha sido más interesante que lo que la rutina ha llegado a ofrecer.