Ese día también miraba la lluvia a través de la ventana, pero ese día los arboles aun estaban vestidos de verde. Recuerdo que Jairo no pasó por mi y tuve que regresar en taxi igual que hoy. Nunca le pregunté a Jairo que había pasado aquel dia.

Al bajarme del taxi pude ver un bultito en la calle y aunque llovía sentí la urgencia de correr hasta él. Aquel bojotito se movía; lo tomé bajo la lluvia y lo llevé adentro. No sabía si estaba vivo. Era peludo, estaba frío y mojado; no emitía sonido y al principio no lograba descifrar si era un gato o un perrito. Abrí el agua caliente y lo bañé en el fregadero; Jairo se enojó porque decía que eso no era "higiénico". Lo sequé con cuidado y entonces fue cuando estuve segura de que aun respiraba. Me cabía en la mano, era un gatito. Tardó algunas horas en reaccionar y cuando lo hizo no se me ocurrió nada más original que darle leche tibia, puede que fuera un cliché, pero ¿qué comen los gatitos bebés?

Jairo dijo que no sobreviviría, que era demasiado pequeño, yo me negué a escuchar y lo dejé dormir en mi regazo mientras trabajaba en la laptop.

Lluvia fue ganando fuerza con cada día y se fue haciendo parte de mi vida; me seguia a todos lados y me esperaba en la puerta al volver del trabajo. Al cabo de algunos meses descubrí que Lluvia era chico y no chica, fue una sorpresa; aunque decidí no cambiarle el nombre, creo que para él no había mayor diferencia.

Jairo no me dijo que se iba, solo encontré una nota un día al volver del trabajo - Esto ya no funciona - es lo único que recuerdo de su carta. Sé que exponía una larga lista de excusas y razones y que decía algo de que "lo sentía", pero todo eso se ha borrado de mi memoria. Lluvia me acompañó durante el duelo de la ruptura; se subía al respaldo del sofá y ronrroneaba en mi oreja como diciendo "todo estará bien".

Hace 4 años que Lluvia me espera en casa; nunca volví a saber nada de Jairo.