Comparación entre pensamientos políticos: Aristóteles, Marsilio de Padua y Nicolás Maquiavelo. La Lechuza de Minerva, Revista de Humanidades. N. 5

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COMPARACIÓN ENTRE PENSAMIENTOS POLÍTICOS: ARISTÓTELES, MARSILIO DE PADUA y NICOLÁS MAQUIAVELO /@sofiaquino98


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Arréglese al estado como se conduce a la familia,
con autoridad, competencia y buen ejemplo.

Confucio.

Busto de Aristóteles. Copia romana de un original griego de Lisipo (ca. 330 aC). Fuente

Las formas de gobierno son un esquema de organización del poder constitucional que asume el estado en función de las relaciones existentes entre los distintos poderes. Estos modelos de gobierno han sido estudiados desde la época clásica hasta la contemporaneidad. A continuación, se presentará de forma sintética la teoría política de Maquiavelo, reconocido como uno de los teóricos políticos más notables del Renacimiento, comparándolo con sus precedentes cronológicos: Marsilio de Padua y Aristóteles.

Se sabe que existe una relación entre estos tres autores, dado que, Marsilio leyó a Aristóteles, recurriendo a él constantemente en sus escritos, y dos siglos más tarde, se presume que Maquiavelo revisó los textos paduanos, notándose esto en su concepción compartida de la “paz” y las terribles consecuencias de la inexistencia de la misma. Es sabido que cada pensamiento político es producto del contexto social, religioso y económico en el que se encontraban los autores y por ello su creación teórica es particular y responde a comparaciones empíricas llevadas a cabo en cada época.

Marsilio de Padua.

Fuente

En cuanto a la clasificación de las formas de gobierno, Marsilio de Padua retoma la organización aristotélica en 6 regímenes (formas perfectas y formas corruptas). Las tres primeras tienen como fin el bien común y son la monarquía, la aristocracia y la república. Y sus respectivas degeneraciones: la tiranía, la oligarquía y la democracia. Así, Aristóteles caracteriza la monarquía como el gobierno de una sola persona, la más preparada de la ciudad; la aristocracia como el gobierno de unos pocos (los más virtuosos) y la república como un régimen medio entre gobierno de los ricos y gobierno de los pobres. La degeneración del primer régimen, la tiranía, es la peor forma de gobierno; luego la oligarquía, y la forma imperfecta más moderada es la democracia.

Esta tripartición en las formas de gobierno es clásica en muchos autores, sin embargo, Maquiavelo adopta más bien una bipartición, y lo hace al introducir por primera vez el término “Estado” para denominar lo que anteriormente era conocido como polis o república: “Todos los Estados, las dominaciones que ejercieron y ejercen imperio sobre los hombres, fueron y son Repúblicas o Principados”, acotando que un punto medio entre ambos conduce a la inestabilidad política.

Esta división es netamente cuantitativa porque se refiere a la cantidad de personas que tienen el poder en el estado: si el gobierno es de uno, el poder radica totalmente en el príncipe; mientras que el gobierno de muchos es colectivo, por ello, se requiere de la “Asamblea”.

En El Príncipe, Maquiavelo se dedica a explicar los principados, clasificándolos en: principados hereditarios y nuevos. En los primeros, el poder es transmitido por generaciones, y puede a su vez seccionarse en aquellos que gobiernan con intermediarios y los que gobiernan sin intermediarios, caracterizándose por tener los últimos un poder absoluto y autoritario. Aquí Maquiavelo recurre a la monarquía despótica mencionada por Aristóteles en La República, en el cual la relación dominante-dominado es similar a la relación amo-esclavo.

En cuanto a los principados nuevos, estos no requieren de una transferencia genealógica, por lo que, el “Príncipe” no había sido denominado así previamente. Este último modelo de sistema político puede ser conquistado por la virtud, la fortuna, la violencia, y por el consenso de los ciudadanos, y varían entre sí en cuanto a duración. Sin embargo, a diferencia de Aristóteles y Marsilio de Padua, Maquiavelo no diferencia entre “príncipes buenos y malos” sino en las distintas formas de obtención del poder. Para que su sistema pueda perdurar, el príncipe debe aparentar ser virtuoso, pero esto está muy alejado de virtud moral, pues algunas veces debe ser cruel si de ello depende la estabilidad del estado:

Y los hombres tienen menos cuidado en ofender a uno que se haga amar que a uno que se haga temer; porque el amor es un vínculo de gratitud que los hombres, perversos por naturaleza, rompen cada vez que pueden beneficiarse; pero el temor es miedo al castigo que no se pierde nunca. XVII, El príncipe.

Retrato de Maquiavelo, Fuente

Allí radica el buen o mal uso de la maldad, pues el objetivo del príncipe es la perduración de su gobierno, por lo que, si debe hacerse algo cruel para conservar el poder “el fin justificaría los medios”. Algo muy distante de la política aristotélica donde el foco no se centra únicamente en la permanencia de un régimen sino también en el buen funcionamiento de las partes de la ciudad y “el buen vivir” de cada una de ellas. Aunque Maquiavelo coincida en la paz estadal, en sus razonamientos está inmerso en un personalismo afanoso de dominio y autoridad. Relevante es acotar que “Príncipe” viene del latín prínceps que significa primer ciudadano, o lo que va primero. Es bastante obvio el largo trecho que separa al gobernante del gobernado.

Referente a la relación entre los autores que se prometió al inicio del ensayo, Aristóteles, Padua y Maquiavelo comparten la idea de que el bien común es necesario para el bienestar social, por lo que la comunidad funciona como un todo, y esta puede verse afectada si alguna de las partes decide actuar en función de su propio beneficio y no en función del estado. Es común en los tres autores lo elemental de la asociación social, por lo que, el hombre por sí solo no es autosuficiente y requiere de las otras partes de la comunidad para “vivir bien”.

Para los escolásticos, el buen gobierno estaba ligado a la moralidad y religión, en donde los príncipes eran príncipes por obra de Dios, y debían estar sujetos a la voluntad del papa, que era el mediador más próximo entre el cielo y la tierra. Estos filósofos se apropiaban del pensamiento político aristotélico y lo interpretaban a su conveniencia. En contraposición, Marsilio de Padua y Maquiavelo rechazaban el clericalismo, lo que dejaba a un lado la teología política para dar paso a la filosofía política. En El defensor de la paz, Padua rechaza rotundamente los deseos del obispo de Roma por gobernar sobre grandes territorios con el pretexto de que es la voluntad de Dios. Sin embargo, a pesar de desligar la política de la religión, él utiliza una argumentación teleológica relativa a leyes divinas. Por su parte, Maquiavelo evita cualquier lógica metafísica, situando su teoría muy lejos de panoramas sobrenaturales, aunque acepta que:

Siendo regidos por leyes superiores, a las que la mente humana no puede alcanzar […] sería temerario y presuntuoso en un hombre pretender discurrir acerca de lo que Dios ha establecido.

Aristóteles consideraba a los sacerdotes como la parte de la ciudad encargada de administrar los ritos y sacramentos de la religión. Por su parte, Padua consideraba que el discurso religioso era necesario para el mantenimiento de la paz social y la moralidad; así, la religión permitiría la formación ciudadana de las virtudes cívicas. En contraste, Maquiavelo proponía que era necesario algo más que obligara a los ciudadanos a cumplir con las funciones que les correspondían, por lo que era necesaria cierta “ideología”, resaltando que las motivaciones religiosas pueden fungir como pasiones que el príncipe debe saber controlar. Pero la fuerza y el temor podrían complementarse con la religión para lograr una sociedad ordenada. Lo cierto es que tanto Marsilio de Padua como Nicolás Maquiavelo son recordados por sus ideas radicales, que de alguna u otra forma surtieron efecto.

BIBLIOGRAFÍA
Aristóteles (1988). Política. Madrid, España: Editorial Gredos
Botella, Cañeque y Gonzalo (1994). El pensamiento político en sus textos. Madrid: Editorial Tecnos.
N, Maquiavelo (1998 edición): El Príncipe. Madrid. Editorial Espasa Calpe.
M, de Padua (1989). El defensor de la paz. Madrid: Editorial Tecnos.
N, Bobbio (2001). La teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político. (2da edición). México: Fondo de Cultura Económica

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@sofiaquino98 (Sofía Aquino)* Estudiante de séptimo semestre de Psicología (UCAB) y tercer semestre de Filosofía (UCV). Amante de la lectura y aficionada a la fotografía.

Sort:  

Un post muy informativo que pone en contacto pensamientos fundamentales. Muy claro y bien planteado.
Un abrazote, @sofiaquino98.

Excelente trabajo. Creo que de Maquiavelo los políticos modernos (demócratas o no) tomaron mucho.
"Ni muy calvo no con dos pelucas". El exceso de religión y de laicidad han hecho igual daño a la humanidad. Creo que todo se resume en tu cita de entrada

Arréglese al estado como se conduce a la familia,
con autoridad, competencia y buen ejemplo.

Cualquier gobierno que pueda hacer esto, independientemente de la forma (monarquia--democracía) y produzca bienestar y paz entre sus ciudadanos debe continuar; cualquiera que no sea capaza de lograrlo debe ser cambiado. Eso sería lo ideal, pero ya sabemos que vivimos en un mundo torcido donde lo inaceptable sucede y lo correcto es lo raro.

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