Papá, el guaripete y yo. Periplos, Revista de Arte y Literatura. N° 2

in #equipocardumen6 years ago

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Papá, el guaripete y yo /

@evagavilan*

Estimados amigos de Steemit, los saludo en esta magnífica oportunidad de compartir con todos, un relato de mi autoría: "Papá, el guaripete y yo".

A la vez agradezco la oportunidad que me brinda el @equipocardumen en su Revista Periplos, en su segundo número.
Espero que sea de su agrado.


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Fotografía de Egor Kamelev

Papá, el guaripete y yo

Faltaba una hora para la cita, pero esa manía de llegar con tanto tiempo de antelación la había aprendido de papá y no lo podía evitar. Estricto con su vida y sus convicciones no soportaba hacer esperar a nadie, prefería hacerlo él y dar una buena impresión en sus encuentros.
A mis tres hermanos y a mí nos había inculcado la rectitud en todas las acciones de nuestras vidas, a pesar de que tanto esfuerzo se quedó solo en eso, ya que cada uno de nosotros era por completo diferente a él.

Papá era todo un personaje. De niño lo marcó la guerra, el hambre y la necesidad. Escasamente aprendió a leer y escribir en la escuela, sin embargo se forjó en la vida y aprendió todo lo que necesitaba saber para tener éxito, ¡y bien que lo había logrado!
Durante su vida fue un hombre sorprendente en muchos sentidos. Alto, de mirada pícara y sonrisa permanente, seducía con su voz profunda a quienes lo escuchaban y tenía el don de convencerlos sin que apenas se dieran cuenta.

Hacía seis meses ya que se había marchado. Su ausencia me causaba un gran dolor físico que me atenazaba por dentro y me dejaba sin aire la mayor parte del día. Cuando acudían a mí sus recuerdos eran como una presencia tangible que me desconcertaba y me sorprendía por su intensidad.

Me gusta recordarlo, evocar sus comentarios e imaginarlo cómo debió ser cuando era niño. Una vez la abuela Mecha me contó que había salido a jugar a la calle y al regresar le enseñó un pequeño animalito que quería adoptar como mascota. Era un guaripete verde manzana, de ojos saltones anaranjados y cola inquieta. Justo fue al final de la guerra, eran tiempos muy duros cuando se conseguían alimentos de manera muy limitada. El Estado se ocupaba de repartir unos pesados panes hechos de harina de maíz y Santi, mi padre, decidió compartir su sustento con su nuevo amigo. Hizo bolitas diminutas con el pan y llenó una vieja caja que encontró, para que Gandolfo viviera en ella y se alimentara. Le hizo una tapa llena de orificios para que pudiera respirar y dentro le colocó un poco de agua fresca. Santiago era un niño de espíritu libre, y al día siguiente, después de pasar la noche en vela por el ruido que hacía su pequeño amigo dentro de su encierro, decidió concederle la libertad. Así se formó mi padre, aprendiendo de la vida misma cada lección.
Cuando contaba unos cinco años comenzó a respetar los derechos de los demás por convicción propia. Gandolfo se convirtió en una referencia para mi padre a lo largo de su vida.

Tan solo han pasado veinte minutos desde que llegué, faltan cuarenta para la cita.
–Papá, si al menos te tuviera conmigo en este momento, seguro me darías algún consejo oportuno. Creo que estoy aquí por ti, lo presiento… ya falta menos.

Recuerdo aquella tarde triste cuando te despedimos. Cada uno contando tus anécdotas que no eran pocas y, a pesar de estar todos con los corazones tristes, te regalamos unas cuantas sonrisas que se escaparon de nuestras almas acongojadas para celebrar tu vida y te acompañaron con levedad a tu eterno viaje.

Tomás, el menor de los hermanos y que convivió con él hasta sus últimos días, nos contó entonces, a raíz del cuento de su niñez que todos recordábamos, que papá seguía obsesionado con los guaripetes. Fue cuando me enteré de que papá casi no dormía. Se despertaba antes del amanecer muy molesto y decía que los guaripetes no lo dejaban descansar. A veces solo paseaban sobre su cama, pero otras veces contaba que alguno le succionaba los dedos de los pies y eso no lo podía soportar. Mamá trataba de convencerlo de que no había nada y eso lo enfurecía más: ¿cómo podían dudar de su palabra? A diario le cambiaban las sábanas y aseaban su habitación, pero él seguía con la angustia. Durante el día se sentaba inmóvil en su sillón gastado de sueños a cavilar durante horas y horas. En esa etapa sus largos huesos se habían curvado y su espalda no le permitía permanecer erguido como antes; sus dedos también habían adquirido formas extrañas y hasta su sonrisa se dejaba ver muy pocas veces. Solo su mirada seguía viva, dejando leer a través de ella su bondad y su picardía.

Solo diez minutos más y sabría de qué se trataba aquella reunión. Estaba en una sala de espera con olor a tiempos pasados. Una placa oscura en la puerta indicaba que pertenecía a Jean Paul Gallinard “Abogado”.
No había secretaria y al llegar solo encontré la puerta entreabierta y me senté a esperar.
Faltaba tan solo un minuto para la hora en punto cuando sentí que alguien se acercaba; en la puerta se hizo presente un hombre muy mayor que arrastraba sus años ayudado por un bastón que parecía tan antiguo como él.
Llevaba un traje oscuro y muy formal que le quedaba demasiado holgado; faltaban al menos diez kilos para rellenarlo. Una gorra deportiva un poco ladeada cubría su cabeza, como si no hubiera tenido el tino de colocarla correctamente. También sorprendía su calzado deportivo y sucio. Finalmente unos lentes cuadrados, de gruesos cristales, que abarcaban la mitad de su cara huesuda.
Con voz tan temblorosa como sus manos se dirigió a mí por mi nombre.
Por cierto, me llamo Lana y soy la tercera hija, de mayor a menor, de los cuatro que procrearon mis padres. La única mujer y, según yo, la más querida de mi padre. “La única”. Mi relación con él siempre fue perfecta; ambos compartíamos una especie de sensibilidad que nos permitía comunicarnos casi sin palabras.
Dejé mis recuerdos a un lado por un momento y le presté atención a aquel caballero que ahora había despertado aún más mi curiosidad. Me confirmó su identidad tal como señalaba la placa de la puerta; era don Jean Paul Gallinard, según me informó en ese momento, amigo de niñez de mi padre; extrañamente jamás había escuchado su nombre y menos aún había oído de tan extraño personaje. Pasamos a su despacho, además de oscuro y antiguo también había una gruesa capa de polvo que cubría los muebles. Sobre el escritorio se observaban algunas huellas marcadas por los escasos visitantes de aquel lugar.
Comenzó a hablar con voz trémula. Me contó que papá lo había buscado poco antes de marcharse de este mundo y le había pedido algo muy extraño. Particularmente, él no entendía las razones y solo era el portavoz de sus deseos. También me comentó que no estaba muy seguro de la integridad mental de mi padre en esos días, pero insistió tanto que habían formalizado en un documento cada detalle y ahora era el momento de entregarme sus deseos e indicaciones.
Conociendo a mi padre podía ser cualquier cosa; él me sorprendía siempre con sus ideas, con su sentido del humor y con su sensibilidad.

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Fuente

La expresión de don Gallinard me confundía mucho. Se quedaba pensativo un rato y de sus labios se escapaba una media sonrisa, a la vez que intentaba permanecer serio y profesional en su cometido mientras parecía querer medir mis reacciones.
Lentamente fue sacando documentos de un sobre y respirando profundo me miró directamente a los ojos. Me pidió que no lo interrumpiera hasta el final y de forma muy profesional comenzó a dar lectura a los papeles.

Debo dejarles saber en este punto que mi familia siempre fue muy humilde. Nuestros padres nos criaron con valores y buenas costumbres, pero una vez adultos, a pesar de mantener las bases de lo aprendido, cada uno de mis hermanos y yo misma fuimos buscándonos la mejor forma de vivir. Él, nuestro padre, nos observaba y respetaba nuestros espacios individuales; no siempre aprobaba nuestros enfoques de cómo llevar la vida, pero callaba y seguía observando.
Mis pensamientos volaban con sus recuerdos mientras el abogado leía la parte protocolar y aburrida de aquel legajo de papeles. Hablaba de algunas acciones invertidas en este o aquel consorcio (realmente ignoraba todo lo relacionado con la economía de mis padres). Lo que sabíamos sus hijos era que nuestros padres vivían de una pensión y de lo que nosotros les completábamos entre todos para que no tuvieran ningún tipo de carencias.
Trataba de centrar mi atención en las cifras bastante elevadas que escuchaba, pero nada tenía sentido para mí, cuando de pronto don Gallinard tosió, aclaró su garganta antes de continuar y entonces con la voz un poco más firme dijo algo que me dejó literalmente con la boca abierta.
La conclusión decía que todo, absolutamente todo lo que había acumulado en vida, sería donado al zoológico de la ciudad para ayudar a mejorar las instalaciones a fin de mejorar el bienestar de los animales, con la condición de que se construyera un ala dedicada al cuidado de los reptiles, específicamente de los guaripetes, lagartijas, lagartos e iguanas en todas sus especies.

Mi primera reacción, luego del sobresalto que sentí, fue no poder aguantar las ganas de reír. El abogado me miraba con ojos inmensos, varias veces amplificados por los gruesos cristales. Le pedí disculpas por mi reacción al Dr. Gallinard y él me comentó que ahora estaba más confundido todavía. Él pensaba que papá y yo éramos personas muy poco convencionales. Mi padre le había mencionado a su abogado y amigo mi posible reacción pero él tenía sus dudas.
Estaba claro: papá con su decisión estaba dando una lección de vida a su familia, pero, a la vez, estaba liberando sus obsesiones y jugando con su hija al mutuo contrapunteo de sorpresas a que estaban acostumbrados. Aunque quisiera, esta vez yo ya no podía corresponderle con otra broma. Solo podía llevar a cabo sus deseos y así lo haría.

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Muchas gracias por su visita, me agradaría recibir sus comentarios.


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@evagavilan (Eva Gavilán)*. Nacida en Caracas, Venezuela, en 1959. Me gustan las letras, la fotografía, y la naturaleza. Mi trabajo comercial y administrativo nada tiene que ver con mis aficiones, aunque siempre intento lograr un equilibrio entre mis ocupaciones y mis pasiones. Autora de la novela Las cenizas del bastón (2015), merecedora del premio de narrativa en el Concurso Cumaná 500 años, organizado por la alcaldía de la ciudad.

Sort:  

Dulce, @evagavilan, felicitaciones por tu excelente trabajo. Es una muy interesante historia. Todavía me río.
Periplos se complace de contar con tu presencia en este número.

Gracias @alidamaria, a ti y a todo el equipo que lo han hecho posible. Me agrada poder estar presente en Periplos en esta edición al lado de excelentes compañeros. ¡Un abrazo!

Es una hermosa historia, @evagavilan.

Me gusta la forma en la que la has construido, abriendo una ventana al pasado, los juegos y el amor de padre e hija en una larga disgresión de ensueños. Es conmovedor.

¡Un abrazo! ♥

(Regresaré para votar ☻)

Recibo tu abrazo y agradezco tus palabras @marlyncabrera, me gusta construir historias tomando elementos que se cruzan en mi camino y disfruto dando vida a personajes. Así surgió este cuento. me alegra que haya sido de tu agrado. ¡Un abrazo!

@evagavilan Me gusta la historia y la forma en que la narras. Los saltos en el tiempo le dan mucho dinamismo y hablan de tu maestría. Felicitaciones

@damarysvibra, que alegría que te haya gustado. Por ahí perdidos en el mundo de steemit tengo otros cuentos, haré algo para organizarlos y que sean de más fácil acceso. ¡Un abrazo!

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Querida @evagavilan, la exploración del mundo de las relaciones familiares es un filón en tus manos. La figura del padre siempre está perfilada con aristas novedosas y claras. Y con una sonriente ironía que atrapa la reflexión. Un abrazo, lo he disfrutado.

Querida @adncabrera, tu lectura analítica me agrada, ves más allá de las palabras, sientes las intenciones y percibes los sentimientos que quise expresar. Mil gracias por todo.

El recuerdo de ese padre
hace tierno a ese reptil
para ti saludos mil
donde la musa se abre.
Cual abanico que fragüe
tu más tierna inspiración,
Eva eres la emoción
que florece en la natura
donde el talento se apura,
en sublime dimensión.

Mi querido @acostacazorla, me emociona encontrar tus comentarios en verso, adornados con halagos que hacen que sonría por tu ocurrente manera de expresar lo que dices. Un abrazo grande y una sonrisa de agradecimiento para ti.

Linda historia, muy bien contada,@evagavilan, me gustó mucho.

Lindo comentario @ramonochoag, un placer tenerte por aquí. ¡Saludos!

Excelente historia :)

Gracias por comentar @maleym, te visitaré

Me produjo emociones disímiles tu hermoso relato, @evagavilan: la ternura, la tristeza y la alegría. Es conmovedora la historia de tu papá y el guaripete, y tú experimentándola y contándola... Es una experiencia lectora gratificante. ¡Gracias por compartirla! Saludos.

Participar dentro del cuento como un personaje fue divertido. Me imagino que debe ser como actuar en una obra de teatro, desdoblar la personalidad y cubrirse de fantasía para crear. Me alegra saber que su lectura despertó emociones tan diversas. Es lo mejor que alguien me puede decir , eso es lo que pretendo lograr. ¡Saludos!

Tu cuento atrapa desde el inicio @evagavilan, me deja cavilando sobre las infinitas posibilidades de identificación que experimentamos los humanos. Este padre es un hombre consistente, que decide proteger a lo que le quita el sueño. Se podría seguir escribiendo sobre esa relación tan particular. Un abrazo, felicitaciones.

Me encanta que lo analices desde tu punto de vista psicológico, @gracielaacevedo, los humanos tenemos actitudes extrañas pero siempre tienen alguna explicación. ¡Abrazos!

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