Lectura juvenil, lectura literaria y apropiación de la experiencia. La Lechuza de Minerva, Revista de Humanidades, N° 5

in #equipocardumen5 years ago

Lectura juvenil, lectura literaria y apropiación de la experiencia/ @chretien

El título de la obra de Sennell apunta a lo que todo joven lector desea conseguir en un libro: Un espacio a donde escapar (Fotografía del autor)

Dentro de mis reflexiones sobre cómo formar lectores literarios el tema de la necesaria apropiación de la experiencia me parece central: Así que aprovechando la invitación de @solperez para participar en este número -que agradezco enormemente- les presento algunas notas sobre el tema. ¡Espero les resulten útiles! ¡Agradeceré sus comentarios!

Octavio Paz buscando definir el erotismo decía que este era “sed de otredad”. Umberto Eco, en una entrevista decía precisamente que “el acto de la lectura, pausado y silencioso, tiene algo de majestuoso, de íntimo, comparable con la sexualidad”. Sed de otredad es precisamente lo que sentimos cuando iniciamos la lectura, y otredad es lo que vamos a conseguir. Marie Louise Rosenblatt, en el inicio de su clásica obra *La literatura como exploración*, apuntó: “El sentido no está en el texto solo ni solo en la mente del lector, sino en la mezcla continua, recurrente, de las contribuciones de ambos”. En la lectura los cuerpos, los mundos del lector y el libro se amalgaman y el resultado es el orgasmo del sentido. De un sentido. De una nueva persona-lector.

En el presente artículo quiero presentar algunas notas sobre la apropiación de la experiencia que ocurre cuando leemos literariamente. Y en especial quiero ofrecer algunos ejemplos sobre el proceso de la lectura que realizan los adolescentes en el contexto de una clase de literatura. Para ello quiero desarrollar dos ideas. La primera es de Rosenblatt: “La experiencia literaria tiene inmediatez y persuasión emocional” y la segunda de Jorge Larrosa: “La experiencia siempre incalculable [que nace] del encuentro entre una subjetividad concreta con una otredad que la reta, la desestabiliza y la forma”. Para un lector joven los textos de Horacio Quiroga sobre la muerte, “El almohadón de pluma” y “La gallina degollada” por ejemplo, es una forma de vivir la experiencia de una muerte que en la mayoría de los casos, no ha conocido de cerca. Es inmediata esta experiencia cuando al finalizar “El almohadón de pluma” se dice a sí mismo “Mi almohada es de pluma, ¡qué horror!”; cuando pregunta al profesor “Pero... ¿esto es cierto? ¿existen estos monstruos?”. Sí, es verdad, los jóvenes responden a estos textos emotivamente, haciendo que la experiencia presente en el texto pase inmediatamente a su cúmulo de vivencias. Los persuade de revisar su almohada. Igual sucede al leer “La gallina degollada”. Miran a los lados, transfiriendo a sus compañeros, las cualidades de los hermanos enfermos de Bertita: “Chamo... No me mires así”.

De forma similar respondemos los adultos si estamos leyendo literariamente una obra de ficción. Porque para leer literariamente es necesaria cierta ingenuidad que nos permita un asombro continuo y, con ello, una apertura a la otredad. El lector adulto siente lo mismo al iniciar la novela de Eco, La misteriosa llama de la reina Loana, y se consigue con un personaje que ve la realidad únicamente a través de los fragmentos literarios que recuerda porque le es imposible recordar quién es. Para los lectores expertos, o será mejor decir profesionales (en el sentido de que vivimos del cuento -los profesores de literatura-), las lecturas que hemos realizado forman parte irremediable de la forma en cómo asumimos nuestra vida. Son partes de nuestra experiencia, como para Yambo, el personaje de Eco, consistían en su única vivencia.

El joven que inicia la lectura de La guía fantástica de Joles Sennell vive la experiencia de sentirse perdido igual que el personaje del libro. Responde emotivamente a un texto que lo reta, en primer lugar, a aceptar un pacto que tiene una forma nueva. El lector de El intercambio de Anthony Horowitz es igualmente retado al obligarlo a imaginar que ha perdido la comodidad de la vida en casa de sus padres, donde tienen, afirman nuestros alumnos, sus posesiones más preciadas: el teléfono inteligente o el PSP:

Tad se dio cuenta de que pasaba algo raro antes de abrir los ojos.
Primero fue el sonido, un golpeteo metálico que parecía oírse a su alrededor, como si cayeran guisantes congelados encima de algo de hojalata. Eso fue lo que le despertó. Al mismo tiempo, olió algo extraño. Era un olor horrible -húmedo y pestilente-, y lo peor de todo era que parecía proceder de él mismo. Se movió un poco, y entonces se dio cuenta de que también a la cama le había pasado algo. Las sábanas estaban arrugadas y, al tacto, parecían periódicos. ¿Y la almohada...?

Nuestros estudiantes ven todos los días en las calles de nuestras ciudades a los niños que sin hogar deambulan buscando algo qué comer. Ellos forman parte de su imaginario. Con su ropa sucia, su olor y los periódicos que les sirven de sábanas. Este texto los obliga a imaginarse ser uno de ellos, los reta, rompe su esquema de comodidad para hacerlos aceptar un mundo sucio y perdido en donde ellos son los personajes. Los enfrenta con el... Qué haría yo si...

Nuestra conciencia es temporal y por ser temporal adquiere la forma de un relato. La literatura consigue trastocar nuestro relato, muchas veces autolegitimante, por uno que nos obliga a ver más allá de lo cotidiano. Así la lectura se convierte en una auténtica aventura.

Ezra Pound, en el viejo pero iluminador, El ABC de la lectura, distinguía entre:

A Los libros que se leen para que el hombre desarrolle su propia capacidad, para saber más y percibir más y con mayor rapidez que antes de leerlos
y
B Los libros que se han escrito para servir de REPOSO, droga, opiáceos, lechos mentales.

El fenómeno de la lectura literaria nos da todo esto cuando aceptamos nuestro papel en la dinámica de la lectura. El profesor de literatura no puede olvidar esto. Tiene que promocionar, motivar, la respuesta activa necesaria frente a todo texto literario. Y parte de esta respuesta activa es asumir la lectura como experiencia. Como viaje imaginario. Permitirnos responder afectivamente al texto. Permitir que este no toque y nos trastoque. En todos los textos literarios se abre una puerta que nos permite conectarnos con un cúmulo de situaciones nuevas que, sin duda, transformaran nuestra visión del mundo. Nos harán beber de una otredad.

@chretien(Jorge Moreno)*. Caracas, 1974. Licenciado en Letras, Máster en Promoción de la Lectura y Literatura Infantil, Coach Ontológico, Profesor de Biodanza y Facilitador Experiencial. Además de desempeñarse por más de 20 años como Profesor de Literatura fue formador de docentes en el área de Mediación de la Lectura, Literatura Infantil y Liderazgo. Ocupó cargos directivos en el área de la educación privada en Venezuela. Actualmente reside en Santiago de Chile.

Sort:  

La literatura consigue trastocar nuestro relato, muchas veces autolegitimante, por uno que nos obliga a ver más allá de lo cotidiano.

No podría estar más de acuerdo con esa afirmación. Es tan así que estoy convencido de que mucha gente no lee, no por flojera mental/intelectual, no porque no tenga tiempo o libros, sino porque, de la misma manera que uno evade una reprimenda, el no lector sabe o intuye que en ese encuentro íntimo con el texto pudiera tener que asumir posiciones que ha estado evadiendo por incómodas o reveladoras.

Yo solía acompañar las tareas de lectura silenciosa, privada, con sesiones de lectura en voz alta donde se buscaba dramatiza al máximo la historia, una forma eficaz (sobre todo cuando se lee un tenxto en un segundo idioma) de internalizar lo que se dice, lo que pasa, lo que se siente.

Te felicito por este ensayo tan acertado, tan conciso y aleccionador.

Agradecido @hlezama! Interesante esa hipótesis que formulas: Sin duda leer implica cuestionarse... Leer sin hacerlo es difícil. También significa evadirse: Y tal vez sea esta una forma de cuestionamiento menos dolorosa. Pero sigue siendo un cuestionamiento. Por eso creo que muchos pueden evadirse con el discurso del filme que al entregarnos una parte completa nos ahorra el procesamiento lingüístico que seguramente es el que nos toca el alma: Siguiendo a Heidegger en su célebre: "El lenguaje es la casa del ser".

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