La guerra del Lémur dorado

Madagascar es una gran isla ubicada sobre el océano Índico al este del semisalvaje continente africano, en su superficie hay varios grupos étnicos que hoy conviven en armonía pero no siempre fue así.

Recuerdo haber leído en el noticiero del humo blanco (llamado así porque las señales de humo que emitía cada tarde desde el monte Merina eran de ese color) cuando hace muchos años las tribus de Bara y Vezo andaban constantemente a los flechazos limpios peleando por cualquier cosa.

Estas sociedades sostienen muchos ritos sagrados y algunos tabúes que funcionan para una y no para la otra entonces cuando alguien de una tribu intentaba aplicar sus leyes a miembros de la vecina se armaban discusiones, peleas y por supuesto en varias ocasiones se desataban guerras.

Los historiadores del lugar recuerdan la gran guerra del lémur dorado como una de las más sangrientas y duraderas, a diferencia de la guerra de los 3 días cuyo mismo nombre indica que duró poco.

Los lémures son unos simpáticos bichitos parientes de los monos que andan pululando por toda la isla, una de las tribus (no voy a mencionar cual para no herir susceptibilidades y predisponer al lector en contra) tenía la fea costumbre de cazarlos indiscriminadamente. Esto resultó en una escasez alarmante y peor aun cuando se dieron cuenta que de la especie de color dorado (muy raro y escaso) solo quedaba un ejemplar.

Los Bara se apropiaron del raro espécimen y los Vezo lo querían para ellos así fue como comenzó la guerra. Los primeros que eran muy hábiles en cuestiones de política inmediatamente lo declararon sagrado y lo nombraron rey, los segundos se sintieron perjudicados por la actitud inconsulta y a todas luces arbitraria, en venganza también ellos lo nombraron rey de su tribu (para desagrado del hasta entonces rey del Vezo), como si ello fuera poco lo declararon ausente y secuestrado por una banda de indios desaforados.

Las señales de humo de toda la isla se llenaron de mensajes a favor o en contra dependiendo de quien fuera el generador de la fogata, las noticias falsas también circulaban y muchas pequeñas fogatas se prendieron para dar “like” a una noticia u otra.

Las mujeres vezo danzaban y lloraban la tragedia del rey secuestrado y no daban besos (valga la redundancia) ni caricias a sus esposos en señal de luto. Los Bara en cambio, estaban envalentonados y erguidos como varas (valga otra vez la redundancia) orgullosos de poseer al último de una raza y sus miembros andaban de fiesta en fiesta, como locos. Bueno, casi todos estaban contentos menos el verdadero rey que se vio despojado de su corona por un monito coludo, no podía creer su mala fortuna.

Las batallas se sucedieron durante mucho tiempo, las víctimas se contaron por cientos en cada bando hasta que un día uno de los guerreros atacantes logró llegar subrepticiamente a la aldea donde residía el rey lémur y queriendo terminar con la guardia que lo protegía para poder devolverlo a lo que él creía era su verdadero hogar lo mató con un flechazo errado.

Así fue como finalizó esta guerra y también el último lémur dorado.

El indio que erró el tiro fue denostado durante mucho tiempo pero luego cuando los integrantes de ambas tribus se amigaron, los reyes volvieron a sus coronas y las mujeres a sus quehaceres reconsideraron su situación, al ver que provocó el fin de la guerra le erigieron una estatua.

Héctor Gugliermo

@hosgug