Aurora, desea con todo su corazón vuelva a sentir lo que es le regalen una flor, pero recuerda con tristeza las últimas flores que dejó para su esposo en esa tumba funesta, confundida piensa, debió regalar esas flores en vida, ya que él no las iba a oler, ni apreciar en el más allá. Y ¿quién puede convencerla de lo contrario?, si aquel que se ha ido al más allá no ha regresado.

Por primera vez en años, Aurora fantasea una escena tierna, con un hombre sin faz, obsequiándole flores y alegría, que le produjo un breve sentimiento de paz.

Aurora continuamente se pregunta: ¿Debo dejarlo ir en paz?. Algo dentro de ella la hace consciente que hace bien vivir el luto y el dolor de una pérdida, pero no es sano perdurar con ella por mucho tiempo.

Aurora siempre se muestra nerviosa y ansiosa dentro de esas cuatro paredes en la que se encarceló, el miedo y la inseguridad de apoderó de ella, evita a toda costa usar ansiolíticos pues sabe que desencadenaría una adicción. Ella es una mujer hermosa, que despierta muchos sentimientos en cualquier hombre, pero se encerró en su dolor. Toda persona y me incluyo, ha tenido que superar pérdidas dolorosas y sobrevivimos a ellas, no es que las olvidemos o traicionemos en su ausencia física si tratamos de continuar con nuestras vidas, porque están con nosotros siempre en nuestros sentimientos, nuestra mente y corazón.

Aurora escribe en su diario de citas breves, aquello que quiere o hiere, pero hoy fue algo diferente, da un paso al cambio, en su rutina de ir a comprar pan, camino a su casa hace una parada inusual, ha comprado unas rosas y las llevó a su hogar, las colocó en un recipiente de cristal sobre la mesa, una taza con café en mano, una sonrisa en su rostro, taciturna, soñando y soñando...