Parece mentira como cambiamos de un día para otro de pensamientos, de acciones, de valores, de sentidos, así como también de emociones y sensaciones. Hemos cambiando tanto en tan poco tiempo, que es increíble estar cuerdo, si es que lo estamos. Si me preguntan porqué digo que cambiamos de un día para otro, quizás sea porque lo único que recuerdo de mi infancia es al mejor país del mundo. Y si, no soy muy vieja, a penas tengo 22 años, viviendo como otra venezolana más, la crisis que atraviesa nuestro bonito país.

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Venezuela, un país pluricultural con grandes riquezas desaprovechadas lamentablemente, paisajes que te dejan sin aliento, climas desconcertantes por su variedad y con personas valientes haciendo actualmente lo que nunca pensaron hacer: emigrar.

Nosotros, las personas que habitamos en el norte del sur, somos protagonistas de múltiples abusos, injusticias, humillaciones a nivel nacional e internacional pero a pesar de eso hemos salido adelante en cualquier lugar a donde llegamos.

Quizás el cambio más grande al que aún debemos seguir adaptándonos es a la hiperinflación, vivir en zozobra de no saber qué se comerá mañana, de sacar cuentas para comprar cosas cuando tienes un sueldo mensual de 250 mil bolívares que tristemente no alcanza ni para una comida diaria, costando un medio cartón de huevos 400 mil bolívares, un kilo de pollo en 500 mil, un kilo de leche en polvo los 250 mil por los que trabajas más de 40 horas semanales al mes.

Sin embargo, nos sigue pareciendo extraño todo esto, al saber que el precio del dólar informal en agosto de 2017 se encontraba en 15 mil, en diciembre 2017 en 90 mil y ahora, en febrero de 2018 está en 236 mil bolívares. Tenemos día a día que sobrevivir en angustia y agonía por culpa de otros que no tomaron buenas decisiones y que gracias a la desesperación muchos han decidido que quitarse la vida es mejor.

Me duele profundamente que nos priven de hacer las cosas que nos gustan, y que la nueva generación no disfrute de todo lo que uno pudo hacer, en mi caso, viajé por toda Venezuela con mi abuela desde que tenía 3 meses de edad.

Ya muchas personas han actuando en contra de esto, de este pozo profundo de donde no hemos logrado salir, unos con menos suerte que otros, pero su lucha valió la pena y fue de inspiración, pero para cambiar al país debemos cambiar nuestra manera de pensar, sí, aún mucho más, y seguir adelante, logrando rescatar lo que un día nos perteneció y nos arrebataron: