Sylvia Plath fue una poeta y autora estadounidense que escribió y sufrió desde muy temprana edad. Recibió terapia de electrochoque después de un intento de suicidio a sus veintipocos y tras su recuperación, ganó una beca Fullbright para asistir a la Universidad de Cambridge. Luego de separarse de su esposo, a causa de la infidelidad de éste, Plath escribió lo que se consideran sus mejores poemas y su única novela, The Bell Jar (La campana de cristal), un relato semiautobiográfico que, al igual que muchos de sus poemas, trata las enfermedades mentales y el suicidio, temas tabú para la época. Precisamente de esa novela proviene el extracto sobre el que se basa la reflexión de hoy. En el capítulo 7 de The Bell Jar (La campana de cristal), hay un fragmento en el cual la protagonista piensa en una higuera (el árbol del higo):

"SYLVIA PLATH: The fig tree"

"Vi mi vida ramificarse ante mí como la higuera verde en la historia. Desde la punta de cada rama, como un gordo higo púrpura, un maravilloso futuro hizo señas y guiñó un ojo."

Se trata de la fantasía, el deseo de alcanzar ese futuro, apetitoso como un higo, el cual parece estar al alcance de la mano. Nada más sencillo que extender los dedos y tomarlo. Pero el problema radica en que se trata de un higo, apenas uno, de entre muchos y de una rama, apenas una, de todo un árbol. Por eso, luego, los diferentes sueños (higos) van desfilando frente a sus ojos:

"Un higo era un esposo y un hogar feliz e hijos, y otro higo era una poeta famosa y otro higo era una profesora brillante, y otro higo era Ee Gee, la increíble editora, y otro higo era Europa, África y Sudamérica, y otro higo era Constantin y Sócrates y Atila y una manada de otros amantes con nombres extraños y profesiones poco convencionales, y otro higo era una campeona olímpico de damas, y más allá de estos higos había muchos higos más que no pude distinguir."

¿Cuantas veces no hemos fantaseado con nuestro futuro de mil maneras diferentes? Los niños quieren ser vaqueros, astronautas, superhéroes; al crecer quieren ser futbolistas, cantantes, médicos, veterinarios; luego la edad adulta engendra otras ideas, ser madre o padre, tener una compañía exitosa, formar un familia. Es bastante normal que, al crecer, algunos sueños vayan siendo reemplazados por otros y que, al madurar, ciertos criterios sean empleados para renunciar a algunas de esas fantasías y optar por otras más realistas. Es decir, pensemos en un niño que quería ir a la Luna y también ser abogado, pero acaba de graduarse de secundaria en una escuela en Guatemala con calificaciones aceptables. Lo más probable es que decida continuar sus estudios de Derecho, en lugar de empecinarse con la difícil realización de su otra fantasía. Pero, ¿qué pasa si se tienen todos estos sueños al mismo tiempo? ¿y si se desean todos con la misma intensidad y todos tuvieran la misma posibilidad de realización? ¿cómo escoger?

"Me vi sentada en la base de esta higuera, muriendo de hambre, simplemente porque no podía decidir cuál de los higos elegiría. Quería todos y cada uno de ellos, pero elegir uno significaba perder todos los demás, y, mientras estaba sentada allí, incapaz de decidir, los higos comenzaron a arrugarse y a ponerse, negros, y, uno por uno, cayeron al suelo, a mis pies."

Y allí está la trampa de la decisión. Toda decisión incluye una renuncia. Como dice Plath, "elegir uno significaba perder todos los demás" y no todas las personas están preparadas para ello. La vida no es 4...3...2...1 de Paul Auster ni Mr. Nobody con Jared Leto. Si en un momento de tu vida, decidiste girar a la izquierda en una esquina, nunca sabrás qué hubiese pasado si hubieras girado a la derecha. Puedes volver a la misma esquina, pero sería en otro momento, así como en las palabras de Heráclito: "Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos.".

La novela

Entonces, decidir significa renunciar, escoger una opción entre muchas y ser consecuente con ella. En ese sentido, para decidir hay que tener claridad y determinación. De allí se desprende que la incapacidad de decidir, como en el párrafo de Plath, ocasione sufrimiento y se lleve como una carga porque al no saber qué escoger no se escoge nada y de todos los futuros posibles, ante el pánico de no saber cuál seleccionar, se acaban perdiendo todos. ¿Significa esto que una opción, sea cual sea, es mejor que no escoger ninguna? Y ante la incapacidad de decidir, ¿se debe uno morir de hambre, como la mujer frente a la higuera?
La depresión de Slvia Plath empeoró hasta llevarla a suicidarse en 1963, con apenas 30 años. En 1982, recibió de forma póstuma el premio Pulitzer por The Collected Poems y nos legó una obra melancólica, sentida, bastante triste, pero que nos permite realizar reflexiones interesantes sobre la vida y sobre todo, sobre nosotros mismos. ¿Te has sentido alguna vez como la mujer frente a la higuera? ¿crees que la indecisión es una pesada carga? Los leo en los comentarios.