La muerte de mis amigos | narración

Pablo se quitó la vida, saltó desde la ventana de un quinto piso. Era un tipo de esos que uno dice qué tipo tan raro. Uno comenzaba a sospechar de él solo con ver el modo en que se vestía. Y si uno compartía con él una noche en un parque, se aseguraba de eso de que el tipo era raro. Sus manos estaban siempre en movimiento, para armar un porro se valía de muchos pasos: por ejemplo, sacaba con artilugios unas tijeras pequeñas de su billetera y las usaba para desmigajar preciosamente los cogollos de la yerba, después de desmigajarlos devolvía a su billetera como un mago las tijeras, como un mago cuando usa las cartas para aparecer palomas o para desaparecerlas.

Al comienzo le caí mal, pero comenzó a tratarme de otra manera cuando le dije que era profesora. Me dijo que le caían bien los profesores y compramos una botella de aguardiente y comenzamos a caminar. Yo no soy profesora. Yo había terminado la universidad, él no fue a la universidad; pero ridiculizaba a cualquiera. Pablo era bastante inteligente. Sabía muchas cosas, no sé cómo resultamos hablando de historia, pero él sabía mil veces más cosas de las que sé yo. Esa era otra de sus rarezas.

Le advertí a mi novio que Pablo debía de tener un coeficiente intelectual muy diferente al de cualquiera de nosotros, era la primera vez que yo hablaba con alguien tan inteligente. Le dije que un tipo así debía de chocar todo el tiempo con la sociedad, que un tipo así sufría esquizofrenia y que ese tipo así se iba a matar. Cuatro días después, en efecto, el tipo se mató.

Puedo predecir la muerte con solo ver la cara de la gente. Del que yo digo que se va a morir, para no morirse, no se puede hacer nada. La muerte es un proceso, sea cual sea la causa, uno empieza a morirse diez días antes de morir. No sé por qué, ni cómo pasa esto, pero de que lo hago, lo hago. Las veces que veo la muerte en la cara de la gente no me motivo a prevenirlos. Me llamarían loco. Y yo no estoy loco. No.

La de Pablo era fácil de predecir, un genio de su tamaño no cabe en esta vida tan caótica, es como caminar cien kilómetros con unos zapatos en los que no caben nuestros pies. Pero la de Camilo no. Camilo también era inteligente, no tanto, pero aprobaba mi punto de vista en cuanto a la vida y decía sentirse también así. Con Camilo pasó un poco lo que con Pablo, me lo presentaron un día y cuatro días después, murió. Cayó desde un cuarto piso hasta el primero cuando borracho, en la madrugada, intentó entrar a su apartamento por la ventana. Se considera la idea de que no precisamente cayera por accidente, hay quien dice que Camilo se suicidó.

Mi punto de vista en cuanto a la vida es demasiado ambiguo, soy un ser asocial de primera categoría. Pero me siento atraída hacia las personas inteligentes. Soy muy mala entablando una conversación, soy mala habladora, me cuesta mirar a los ojos a la gente y cuando me miran así los otros me dan ganas de llorar. De la vida pienso que todo es una complejidad. Me siento atrapada por los sentimientos, por lo que siento, por ejemplo, por mis padres y mis hermanos. Ese amor extravagante me limita todo el tiempo y por eso no hago muchas cosas que me gustaría hacer, lo que hizo Pablo, por ejemplo.