Una Fuerza Desconocida [2/3]

in #castellano5 years ago (edited)

   Al mirar hacia arriba Dante se encontró con los enormes ojos de un búho. El animal lo observó y ululó. Su plumaje era blanco y negro. Dante lo miró con cierta curiosidad, podía decir que era el mismo búho que vio temprano, cuando asustó a Katrina.

   –¿Estás siguiéndonos?– preguntó en tono de broma, sabía que el búho no le contestaría.

   El animal giró la cabeza y aleteó, antes de saltar de la rama y perderse de vista. Una brisa vino desde la oscuridad y el frío penetró a Dante hasta los huesos. Esto fue más que suficiente para que el joven regresará a la cálida luz de la fogata.
Dante tiró las ramas cerca del fuego y se sentó frente a él, frotándose las manos. Mientras, Riley sacaba una olla de agua caliente de la fogata y la vertió en un envase de sopa de fideos instantánea.

   –¡Hablaste en serio cuando dijiste que haría frío! ¡Maldición! –se quejó.

   –Ten, te ayudará. –dijo Riley, tendiéndole la sopa de fideos.

   –¿No hace esta clase de frío en Italia?– preguntó Mikhail, sentado sobre uno de los troncos, comiendo de su envase de sopa. A su lado se sentó Riley.

   Niko y Katrina estaban en el otro tronco, la chica ya había dejado de ver la oscuridad, ahora su mirada se enfocaba en la sopa, la ansiedad la había puesto hambrienta. Los dos troncos formaban una L alrededor de la fogata, el círculo era completado por las dos tiendas con forma de domo.

   –¡Demonios, no! –respondió Dante, tomó un sorbo de sopa.– De saberlo quizá lo hubiera pensado dos veces. ¡Pero hablaron de una divertida excursión en una montaña rusa y ya saben cómo me gustan las aventuras!

   –¿Cómo con aquella chica danesa? –le interrogó Riley, con una sonrisa pícara.

   –¡Sabía que no tardarían en echarme eso en cara! –exclamó Dante, volviendo a poner su cuchara de sopa dentro del envase.– Muchachos, les aseguro que no sabía.

   –No te preocupes –intervino Niko.–, tuviste suerte de que solo yo te haya visto. Y guardé bien el secreto… solo se lo conté a mi hermano.

   –Es verdad –afirmó Mikhail–. Y para que las muchachas no se sintieran mal, solo se los dije ellas. Pero no saldrá de aquí –susurrando, agregó– ¡Lo que pasa en la montaña se queda en la montaña!
Todos, incluso Katrina, rieron un poco.

   Al cabo de unos minutos, Riley se levantó y dejó a sus amigos hablando. Quería tomarse un momento para admirar la vista. Primero vio el cielo. La luna estaba llena, por lo que podía verla en su totalidad. La acompañaban un número infinito de estrellas. Algo así no podía verse ni siquiera en Sidney. Cuando Niko y Mikhail le dijeron sobre la excursión que tenían pensada para el grupo, como último viaje de las vacaciones, no se sentía muy emocionada por venir a Rusia. Ahora se sentía agradecida de haber aceptado, una vista así valía la pena. Nunca se esperó visitar los montes Urales, lo que para ella era lo más especial de este viaje. A pesar del frío, el lugar la hacía sentir en paz, comenzando por la luna. Tan hermosa y brillante, casi hipnotizante. No quería dejar de mirarla.

   Luego de lo que parecieron varios minutos, la extraña sensación de que estaba siendo observada la sacó de su trance. Miró detrás de ella, sus amigos seguían hablando… y eso no era lo más extraño. Pensó que solo se había alejado unos pocos metros del campamento, pero realmente estaba mucho más lejos, al menos veinte metros. Al mirar frente a ella en seguida se tensó y dio un par de pasos hacia atrás. Sin darse cuenta, había caminado hasta el límite de la pequeña llanura. Inclinó el cuerpo hacia adelante para dar un vistazo, no había más que una caída inclinada directo a la oscuridad. La piel se le erizó cuando la idea de caerse le cruzó por la mente.

   Para empeorar su ansiedad todavía sentía que la observaban. Miró en todas direcciones, y solo cuando fijo su mirada en una gran roca a su derecha, a unos tres metros de distancia, divisó los grandes y brillantes ojos de un búho con plumaje blanco y negro. El animal le ululó, como si le hablara.

   –¡Maldito pájaro! –susurró Riley. Soltó un suspiro de alivio e intentó calmarse, su corazón estaba latiendo a mil por segundo. Ella sabía lo engañosa que podía ser la mente en lugares así, más si no se está acostumbrado. La ansiedad solo lo empeoraría.

   De repente, sintió un torrente helado que le recorrió toda la espalda. Sus dientes castañearon y se dio media vuelta para regresar al campamento. Al hacerlo se estrelló con un muro. Soltó un quejido de dolor y se acarició la frente. Se dio cuenta de que había chocado con Mikhail, quien se estaba riendo.

   –¿Estás bien? –le preguntó, apoyando las manos en sus hombros.– Vine a buscarte, no deberías alejarte así. No es prudente andar por ahí si no conoces la montaña, menos de noche.

   Riley se tomó un momento para recobrar la compostura. Se aclaró la garganta.

   –Estoy de acuerdo. Vamos. –solo quería olvidar lo que acababa de pasar.

   Escuchó al búho nuevamente ulular, solo que esta vez con mayor fuerza. Pasó volando sobre ella y, por segunda vez, se perdió de vista.



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Inquietante búho. Qué tramará...

No es un búho común, tiene ciertas intenciones... ¿cuáles serán?

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