¿ES POSIBLE UNA CIENCIA DE LA INDIVIDUALIDAD HUMANA?

En los días de hoy la ciencia ratifica que el objeto central de su acción indagatoria y alumbrante es, sin ambages, la realidad objetiva; vale decir, tanto los fenómenos naturales como los fenómenos socio-relacionales . (En los primeros, tienen competencia la biología, la química y la física –también, disciplinas interconectadas-; en los segundos, la sociología, la economía y otras. Hay que reconocer que la matemática está presente en absolutamente todas).

Bueno es aclarar que los “objetos socio-relacionales” no son sinónimo de “ser humano”; son factos objetivos, ahumanos; no conforman el ser humano en sí. Son nexos de seres humanos; no seres humanos en cuanto seres humanos. Si usted estudia, por ejemplo, la relación del rendimiento académico de los habitantes de 7 a 12 años de edad en la ciudad equis del año ye, con los ingresos económicos de los hogares de éstos, usted no está tratando ahí un objeto humano propiamente dicho (dimensión persónica, subjetiva); mas sí un objeto socio-relacional (dimensión objetiva). Es que no obstante que en la práctica el ser humano en sí es determinado complejamente por la realidad objetiva (sobre todo la socio-económica), éste es asumido por la ciencia como un objeto especial. Tan especial que llega al punto de poder conocer y hasta domeñar la realidad objetiva toda.

Bueno es agregar que en la asunción que la ciencia hace a lo hominal, percibimos dos líneas maestras de acción. Una la cual asume el ser humano en tanto objeto general… El ser humano como entidad global; si se quiere, abstracta. La otra línea asume el objeto humano en términos persónicos, concretos, individuales. El ser humano como entidad concreta.

La línea científica según la cual se asume el objeto humano a tenor de considerarlo una entidad general, prepondera en su trabajo teórico, principalmente la unidad de lo pensamental y lo lingüístico. (También lo emocional, claro). No hay duda que en cuanto al pensamiento, disciplinas como la lógica y la matemática, marcan la pauta. Tampoco hay duda que en relación al lenguaje, la lingüística constituye la brújula conceptual. Hablamos de aquella lingüística que prepondera las determinaciones sociales e ideológicas al contexto de los signos; no aquella que coloca todos los huevos en asuntos no determinantes (como lo estético, lo formal…).

Ah, pero hay que decir que la línea científica según la cual se asume el objeto humano a tenor de considerarlo una entidad individual, personal, privilegia unos aspectos bien interesantes los cuales, extraña y sospechosamente, son de muy escaso tratamiento en el medio universitario y otros que hacen vida en la llamada “sociedad del conocimiento”.

A la luz de los retos que establece la historia, es menester, por encima de cualquier obstáculo, realizar un esfuerzo importante de cara a desarrollar una ciencia de la individualidad humana… Una teoría científica de la personalidad… Una disciplina científica de la singularidad de lo humano. Acudamos a ejemplos... No se trata de crear una ciencia de Pedro, de Marilyn, de Josefina, de Vladimir; no. Se trata, sí, de crear una ciencia de los factores objetivos que determinan la individualidad humana.

Si concebimos que la naturaleza de lo hominal es el conjunto de las relaciones sociales históricamente dadas, pues la tarea en referencia se factibiliza. Tengamos en cuenta que tal paradigma brotó de la fértil discusión desarrollada en la Europa de primera mitad del siglo XIX. De esta discusión aflora la “VI Tesis sobre Feuerbach”, escrita por el filósofo alemán Karl Marx. Viene al caso decir que concebir la esencia de lo humano como el conjunto histórico de las relaciones sociales, es en el fondo la apoyatura del planteamiento que siete décadas más tarde formula el filósofo español Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”…

Dentro de los factores que determinan la personalidad humana figuran en primer lugar, pues, los histórico-sociales. No es que los de factura biológica no tengan que ver, sino que, en líneas generales, es el elemento social e histórico el factor que dialécticamente determina lo personal. Volvamos a los ejemplos... Tanto el señor Makongoro (africano), la señora Chang (asiática), el joven Lázaro (cubano), como la señorita Lupe De Gortari (mexicana), son respectivamente sus circunstancias vividas realmente… Son correspondientes actos vividos expresados en conductas reales y respectivas. Actos y conductas aposentadas en correspondientes cuerpos materiales.

Para comprender la personalidad concreta hay que preponderar varias cuestiones. No nos cabe la menor duda que el trabajo filosófico-científico que en la segunda mitad del siglo XX hizo público el brillante teórico francés Lucien Sève, constituye una referencia de primer orden en esta empresa histórica. He aquí el acceso a éste: [LibrodeLucienSève]

No nos cabe la menor duda que este trabajo es una obra maestra. Imposible abordar el tema de la teoría de la personalidad, sin considerar este texto. Si bien es cierto que éste acusa no pocos sesgos de corte dogmático-marxista, las luces que arroja son -dicho sin ambages- realmente alumbrantes.

Sève señala una serie de categorías fundamentales.

El factor “actos sociales de vida personal” es de enorme importancia. Entendiendo “acto social de vida personal” como un movimiento comportamental que arrancando desde una “necesidad social” (ejemplo, ir al trabajo, vestirse, hacer un curso laboral), implicando una “capacidad de realización”, culmina, así, en un “producto vital”. Este producto vital puede transfigurarse en una nueva capacidad o simplemente quedarse en satisfacer a secas, la necesidad social que convocó al respectivo acto.

Como quiera que estos “actos sociales de vida personal” están inscritos en el tiempo real, pues entonces se crea “el tiempo real de vida en los actos sociales de la vida personal”. Para la teoría científica de la personalidad es harto importante, entonces, el factor tiempo en los actos… Es que los actos reales de vida transcurren en el relieve del tiempo.

Acabamos de señalar que existen, en este sentido, actos que generan en el individuo, productos vitales que pueden convertirse en nuevas capacidades; y actos cuyos productos vitales apenas satisfacen la necesidad social que los produjeron (no generando aprendizajes). Esto establece que no todos los actos que el individuo desarrolla en su tiempo real de vida, guardan la misma significación para los efectos de su correspondiente desarrollo teniendo en cuenta correspondientemente sus aptitudes, sus vocaciones, sus fortalezas.

Teniendo esto en consideración (y además otros criterios que Sève devela con extraordinaria agudeza), se hace posible ir obteniendo un conocimiento de cómo el individuo concreto va –a punta de actos inscritos en su tiempo de vida- construyendo la correspondiente personalidad; proceso que indefectiblemente presenta caídas y puestas de pie. Estas caídas y puestas de pie están, como se puede advertir, unidas a cómo se distribuyen los diferentes actos en el respectivo tiempo real de vida. Sève presenta hasta instrucciones conforme a las cuales se puede graficar este proceso de actos en el tiempo.

Para finalizar este artículo, hay que decir que a la luz de nuestros días resulta absolutamente imposible inscribirse en la empresa teórica de coadyuvar en la construcción de una ciencia de la personalidad humana, sin considerar con mucha atención la referida obra de Lucién Sève. Queda claro, además, que es la filosofía materialista (dialéctica-histórica) el faro que alumbra el camino de edificación de tal teoría.

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Apoyos:

De Sève, Lucién: Obra referida.

De Moreno, Alexander:

• https://drive.google.com/open?id=1mL_yEyiBHnGgPDwl0AyL1X9xSxZaBmFd

• https://drive.google.com/open?id=0BwOuJOr3dPdPeXk0TUFhb3RLbHM

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