CARLOS “NEGRITO” CALAVÉN: EL OLVIDADO PRIMER SHOWMAN DE LA SALSA LATINA

in #castellano6 years ago (edited)

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Inexplicablemente en América Latina y en otras áreas de nuestro mundo, suele darse el caso de que personajes que han marcado hitos significativos en el canto popular y otras manifestaciones del arte propio de la escena, entran en un estado de olvido extremo por parte no solo de los públicos que los aplaudieron a raudales en sus momentos de gloria, sino de los entes gremiales, los Estados y, en general, de la sociedad. Tal desventura toma características extremas, cuando a estos artistas les llega la vejez o cuando acontecen circunstancias especiales (la ruina, enfermedades terminales, la drogadicción, la depresión…).

Un tanto en contravía con tan desgraciada tradición, por aquí, por allá y por acullá algunos Estados y uno que otro ente privado toman en algunas ocasiones unas medidas las cuales colocan esparadrapos al asunto, creando organismos de protección, asignaciones de pensiones, en fin.

Debemos decir que constituye una paradoja enorme que casi nadie recuerde en nuestra América que en 1978 el entonces Presidente de Venezuela Carlos Andrés Pérez llevó a cabo una acción de una importancia moral de primer orden. Decidió condecorar a varios cantantes notables en los renglones del bolero, la guaracha, el chachachá y otros géneros de profunda latinoamericanidad. Luminarias (o “celebridades”, como ahora suele la prensa decir) como Bobby Capó y otros de talla análoga, viajaron a Caracas a recibir honores de Estado. Siguiendo con Venezuela, hay que agregar que en 1989 fue creada “La casa del artista” trazando hasta la fecha un zigzag (de eficiencia y de ineficiencia) en materia de asistencia y consideración social a estos trabajadores del medio propio de la escena. Una y otra iniciativa la recordamos con sentido de alegría.

Debemos pasar de una vez al caso del gran Carlos “Negrito” Calavén, en tanto primer showman de la salsa latina. No hablamos del primer salsero, a título cronológico; no. Hablamos, sí, del primer “hombre espectáculo” que tuvo la salsa en América Latina. En nuestra América hemos contado con salseros de primera línea como Oscar D’León, Héctor Lavoe, Ismael Rivera, Ismael Miranda y otros, pero fue Carlos Calavén, el primer intérprete del género el cual asumió su actuación como un show cuya calificada estridencia afro-latina se concentraba en su propia humanidad. Así como La Lupe fue la indiscutible primera show-wooman en el género, Calaven fue el primer salsero que cosechó asaz la modalidad de “hombre espectáculo”.

Veamos a continuación, gracias al maravilloso recurso YouTube, este puntual material:

fanfarrias-populares-a-Calaven

No obstante de que Calavén abandonó este mundo hace significativo tiempo, los actuales días de segunda década del siglo XXI han de ser oportunos para que, sin problemas de visión lateral, la cultura popular de nuestro hemisferio asuma la justa valoración al arte caliente que este venezolano de excepción (nacido en Barlovento en 1940 y con vida plena en el caraqueño barrio de Sarría) encarnó vivamente.

Su época de gloria fue la segunda mitad de los ’60, toda la década de los ’70 y los primeros ’80.

Calavén solía llegar al escenario salsero haciendo debido equipo con el combo del cual –en el momento correspondiente- formaba parte como vocalista. Si el rol en tal circunstancia era de corista, pues hacía –tímidamente- su papel evitando interferir la atención del público, al cantante designado; ah… ¡cosa distinta ocurría cuando se trataba de ser él, el centro del canto… el centro del show. Cuando en los años ’60 el combo abría duramente el sonido introductorio a la asunción de su vocalización salsera, Calavén entonces sufría una extrañísima conducta la cual daba cuenta de una suerte de transportación esotérica, al mismísimo estilo de las prácticas panafricanas del vudú haitiano o del rito de María Lionza (en el cerro venezolano de Sorte). La ingestión no moderada de licor era una constante en él. Este rarísimo comportamiento que “Negrito” Calavén asumía acto seguido al anuncio que la orquesta y el animador hacían en cuanto a su intervención como cantante solista, era invariantemente sostenida por él a lo largo de toda esa intervención, y radicaba en cosas como las siguientes: Una de sus piernas se engarrotaba violentamente al punto de que tomaba forma de bumerán, haciendo punta en dirección a su cuerpo. Al tiempo de esto, lo mismo sufría su brazo y también su mano. Todo ello hacía que tanto su desplazamiento en el escenario, como su baile salsero se tornaran aparatosos, excéntricos. La estructura gestual de su cara, asimismo, se sesgaba totalmente hacia el mismo lado al cual su brazo, mano y pierna habían apuntado. Concomitantemente con esto, el personaje respiraba profundo profiriendo una serie de palabras raras… Estas palabras daban la impresión de ser provenientes de civilizaciones africanas ancestrales. Las expresaba con fuerza, con vehemencia, con emoción inusitada. Solía agregar a tan raros significantes, alaridos como: “Alé, alé, alé, alé…”. Intercalaba frases tan venezolanas como, “Barlovento, Barlovento, tierra ardiente y del tambor”. Adicionó a sus traviesas ráfagas salseras, el “¡boing, boing!” que “Bocho” (un payaso llevado en tales tiempos a Caracas desde Buenos Aires, por la naciente Cadena Venezolana de Televisión) había popularizado.

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Pero... veamos seguidamente otro material YouTube que da cuenta de la fortaleza salsera de nuestro Calavén:


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En un momento del año 1966, conformamos en el ya aludido populoso y humilde barrio caraqueño de Sarría, una suerte de grupo juvenil de seguidores de Calavén. Solíamos, entonces, adquirir todos los discos de la maravillosa banda “Federico y su Combo Latino” y de otras orquestas en las cuales eventualmente el atípico cantante barloventeño formaba parte estelar (como “Los Calvos”, “Los Kenya”, “Estrellas Latinas”, entre otras). Recordamos hoy con nostalgia al jefe de nuestro grupo de fanáticos, el gran Jorge “Cocote” Fernández (“el terror de Cortijito”); así como también los entonces llamados “temibles de Pedro Camejo": “Cucharilla” Rivas, Jelmir Rodríguez Navas y “Carecachapa”. El día de hoy decimos desde la distancia geográfica (y temporal) que nos separa de aquella Caracas de mediados de los '60, que ojalá que aun cuenten ellos con el beneficio de la vida. Un día cualquiera, queriendo interpelar a nuestro “héroe”, lo esperamos sin aviso frente al carrito expendedor de tostones aderezados con queso rallado y salsas varias, el cual –para la constante venta- se apostaba frente al bloque 14 de la urbanización Pedro Camejo (donde, por cierto, vivían los hermanitos que a los años se constituyeron en “Las 4 Monedas”); ello de cara a que el personaje, mientras se comiera los tostones, nos confesara la razón por la cual desarrollaba esos “trances” en el escenario. “Oye Calavén… dinos por favor si esa cosa rara que te da cuando cantas y bailas forma parte de una comedia tipo lucha libre; o… ¿es que acaso estás imitando a Orlando Peñaranda, el Director de la tachirense organización “Orlando y su Combo?”. (Ocurre que este respetable señor habría sido víctima, cuando joven, de un derrame cerebral, lo cual estaría asociado a sus notables disfunciones de desplazamiento motriz). Con fruición por saber, le preguntamos además –mientras degustaba su crujiente tostón chorreante de kétchup, mayonesa y mostaza-… “¿No será que en verdad a ti te dio una embolia alguna vez, o es que se te mete un espíritu africano mientras cantas la salsa?”.

El gran Calavén nos respondió con camaradería en la medida en la cual el bolo alimenticio lo permitía. “Bueno muchachos… La verdad es que hace más o menos dos años me caí desde lo alto de un escenario y pegué mi cabeza al piso; pero eso no es lo que me pasa mientras canto; no. Les confieso, además, que no imito al señor Peñaranda. Es que cuando la salsa se me mete en el corazón, mis tatarabuelos de la República de Kenia hacen lo mismo, aunque, imagino, están muertos y enterrados allá en África, hace muchísimo tiempo… Ellos son los que hablan, gritan y cantan mi salsa”. Agregó Calavén… “Yo, para agradarlos, les grito… ¡Barlovento, Barlovento…!”.

Recordamos que en una ocasión fueron a Caracas, unos musicólogos que venían de Europa en plan de estudiar académicamente –entre otros asuntos- las singularidades del arte del “Negrito” Calavén. No recordamos en qué devino aquello; aun así guardamos unos claroscuros recuerdos los cuales hoy en día (al esto escribir) cobran nuevas pulsiones para, por lo menos, intentar una revalorización del asunto. No obstante lo difuminado de dichos recuerdos, salen más o menos a flote dos de las cuestiones que esos estudiosos de la música, consideraban como relevantes a propósito de este curioso personaje; a saber:

Primero. Carlos “Negrito” Calavén guarda los rasgos artísticos suficientes como para ser considerado “un crooner”. Si bien Sinatra es el crooner estadounidense por excelencia, e igualmente Fernando Fernández es el crooner prototípico de México, pues Calavén ha de ser “el crooner de Venezuela”.

(Es de recordar que en aquellos momentos de nuestra temprana juventud, la palabra “crooner” nos lucía hueca. No obstante a que en la actualidad el significado de tal palabra sigue sumergido en ambigüedad (tanto para los mismísimos musicólogos como para el común de los mortales), persiste curiosamente la noción de que se trata de vocalistas (masculinos) del género de la canción popular, los cuales ¡por mil razones! logran notoriedad y reconocimiento en términos de un momento histórico dado. Con asiduidad, se hacen acompañar de orquestas. Tienden a cultivar ritmos un tanto contestatarios, como el jazz, el rock lento... Ostentan voces melodiosas…).

Segundo. Carlos “Negrito” Calavén es el cantante latino que en mayor medida cultiva el estilo scat. Es más, él es el scat hecho salsa latina; él es el scat hecho showman salsero.

(La categoría musicológica “scat” posee, al contrario de la que acabamos de aludir, un significado claro, denotativo. Scat es una modalidad que se ejerce en la vocalización musical a punta de la introducción armónica de sonidos onomatopéyicos, logrando en la pieza, elementos de sorpresa, de improvisación, de animación extrema, de travesura. En el scat el cantante echa a volar –con gracia- sonidos de instrumentos musicales, animales, motores, truenos, etc. Todo, con su propia "garganta").

Carlos Rafael Perdomo Yánez (como se llamaba en verdad nuestro Calavén) fue, sin duda, un real personaje de la música salsera latina. Si bien él contó con el elemento favorable de haber actuado (con enorme talento) en la precisa época de nacimiento de la salsa en su país Venezuela (al lado de gigantes del género como Federico Betancourt, Ray Pérez, Jesús Narváez, Canelita Medina, Carlín Rodríguez y otros), contó no obstante con dos elementos en su contra… El primero fue que en el referido contexto no se unieron las sensibilidades valorativas a su extraordinaria capacidad histriónica y salsera, como para que lo catapultaran como esta capacidad demandaba. Sí. Es que los entes con capacidad de proyectar a Calavén -habida cuenta la singularidad de su fortaleza artística- voltearon y silbaron, sin advertir lo que la salsa hemisférica perdía con tal indiferencia e insensibilidad. El segundo elemento negativo con el cual contó el personaje, fue –quizá- la falta de prudencia con la ingestión de licor.

La crónica que eventualmente sale a la luz sobre el tema salsero en Venezuela, recoge que Calavén devino, al final de su vida, en indigente.

Vemos también en la crónica un sentido de equilibrio con respecto a la valoración sobre el océano de talento que encarnó este primer showman de la salsa latina… este crooner venezolano… este scat hecho salsa.

Advertimos asimismo en la crónica salsera en referencia, que en ocasiones hay silencio acerca de la consideración a Calavén.

De nadie pensamos a tenor de lo extremamente negativo. Probablemente sea por esto que inscribimos esta pieza ensayística en la intención de hacer sobre Carlos “Negrito” Calavén, lo que los filósofos llaman “hermenéutica”; es decir, ver lo pasado con la capacidad reflexiva del presente. Ello, para honrar más al ser humano.

Calavén… Estás presente. Te recordamos; te valoramos. Fuiste el mejor. “¡Alé, alé, alé… llegó la salsaaaa!".

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UNA INUSUAL PERO NECESARIA POSTDATA...
Ocurre que al día siguiente de la publicación de este post, el cual fue replicado por Facebook, apareció en la recién referida red un harto pertinente comentario. Habida cuenta el nivel de aportes que este comentario ofrece al tema de Carlos "Negrito" Calavén, se nos ocurre adicionarlo aquí. Quien lo escribe es el muy reconocido periodista venezolano Alexis Orellana. Nos honra referirlo.

!Qué recordatorio! Mi amigo Alexander Moreno se ha convertido en un verdadero cronista del mundo urbano con sus recordatorios de astros perdidos en el firmamento artístico-musical. Hoy, al abrir su crónica que se hace cotidiana, conseguí el pasado en un trazo justiciero. Ha sacado del baúl que se guarda con afecto, la figura de un cantante que sigue vigente gracias a la magia de YouTube. Tuve la suerte, por mi trabajo en la prensa caraqueña, de conocer a "Negrito" Calavén, cuyo verdadero nombre fue Carlos Rafael Perdomo Yánez. Una vez fui a su pueblo, Chirimena, en el estado Miranda, tierra de magos y espiritistas. Por una de esas calles lo entrevisté, yo muy jovencito. Inclusive me llevó a la casa que habitaba en Caracas, en el sector Tiro al Blanco como se decía a las sabanas que sirvieron para construir allí la urbanización del Banco Obrero "Pinto Salinas" (Sarría). Y es verdad, la apreciación de Alexander, fue el primer show man de lo que hoy se conoce como salsa, antes de que Fidias Escalona matrizara ese decir en la radio capitalina. Calavén fue un gran artista y se me perdió en el tiempo. Alguien, alguna vez, me dijo que había marchado de esta dimensión. Gracias Alexander, por este pasaje de la historia menuda de la música urbana.

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