La desconocida | Relato |steemCreated with Sketch.

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Fuente de la imagen original: Pixabay

La desconocida

   

    Vio la hora y apresuró sus pasos «mierda, 9:00 p. m.», había quedado en encontrarse con la chica hacía media hora. Generalmente José era puntual, no acostumbraba a llegar tarde a ningún lugar «pero para todo hay una primera vez, aunque puede que esta me cueste la cita».

    «¿Dónde estará? —miró todas las mesas justo al llegar al restaurante, esperando alguna señal de la muchacha desconocida— ¿Quién podrá ser? ¿Cómo dijo que se llamaba? ¿Ana, Alba, A...?»

    —José, hola —le dijo una tranquila voz femenina a sus espaldas, casi en un susurro.

    Volteó y encontró el origen del sonido: una joven caucásica cuyo color de piel resaltaba su negro vestido sin escote y aún más negros ojos y cabello liso que le llegaba casi a la cintura. «Es hermosa —detalló a la chica, hipnotizado por su mirada— esos ojos. No puede ser ella, ¿o sí?».

    —A... Ah, ab... —«¿cómo se llama?».

    —¿Tú eres José, no? Ay, por supuesto que lo eres. Veo que te olvidaste de mi nombre.

    —Nnn... —«venga, imbécil que te descubrieron»— no, no. Yo...

    —Tranquilo, no tiene mayor importancia para mí. Las personas me llaman de muchas formas. Tú puedes llamarme Abigaíl.

    «¿Qué quiere decir con eso de "me llaman de muchas formas"»

    —Abigaíl, claro, perdona —respondió mientras se secaba el sudor de la frente—. Perdóname también por la tardanza.

    —No te preocupes... ¿quieres tomar algo antes de pedir comida? al fondo hay un bar.

    —Vale, claro —«esos ojos».

    José caminó detrás de Abigaíl. Cada paso de ella parecía derrochar elegancia, mientras que para él todo estaba convirtiéndose en un deleite: el contorneo de sus caderas, su trasero, sus piernas que quedaban al descubierto desde la rodilla hacía abajo. Se veía fuerte y delicada al mismo tiempo, joven pero con experiencia marcada en su mirada. «Qué manera de mirar».

    —¿Tomas vino, José? ¿Cerveza quizá?

    —Vino está bien, gracias —odiaba la cerveza.

    —¿Tinto quizá?

    —Sí... gracias —era su favorito.

    La velada transcurrió con relativa calma por un par de horas. Esa noche José descubrió que en poco tiempo muchas conversaciones podían salir a flote, pero al cabo de un par de horas se dio cuenta de que, en efecto, solo estaban hablando sobre él.

    —¿Y de ti qué me cuentas, Abigaíl? ¿Trabajas por acá? Ricardo no me comentó ni siquiera cómo eras —Ricardo era el amigo que les había concretado la cita—. «Oye, qué sutil, idiota superficial».

    —¿Tú eres creyente José? —preguntó ella sin contestar la pregunta de él.

    —Ehmm ¿a qué te refieres?

    —Sabes muy bien a qué me refiero —respondió con una maliciosa sonrisa dibujada en sus rojos labios—. Me refiero a que si crees en Dios. ¿Le rezas a Dios, José? —preguntó y rió con delicadeza.

    —No —espetó él—. Desde hace mucho que no rezo —«¿Qué, ahora me dirá que me ayudará a encontrar al señor?»

    —¿Por qué no? —formuló en otra pregunta la chica, con la curiosidad impresa en sus ojos.

    —Oye, está siendo una velada muy agradable, ¿realmente quieres hablar de esto?

    —Sí, ¿te molesta? —rió otra vez—. Vamos, José. ¿Desde hace cuánto que no rezas? ¿Por qué?

copa de vino.jpg Fuente de la imagen original: Pixabay

    —¿Por qué? Supongo que porque tu Dios me dejó solo más veces de la que logro recordar en este momento —frunció el ceño al responder —. «Genial, ahora me dirá que es una fanática religiosa y me invitará a su secta».

    —Deberías intentarlo —ella lo miraba con cada vez mayor curiosidad y una sonrisa más larga, parecía esperar con ansias cada una de sus respuestas.

    —¿Qué cosa? —preguntó confundido.

    —Rezar... prometo que no le diré a nadie. —esta vez la risa fue más prolongada.

    —Oye, mira —el rumbo que tomó la conversación ya no le agradaba en lo absoluto—, pareces una mujer muy agradable y eres muy bella y me halaga que te preocupes por el bienestar de mi alma, no obstante esas son cosas mías. No me conoces lo suficiente como para hablarme de ello, burlarte ni opinar respecto a eso —al terminar estaba molesto y comenzó a sudar otra vez.

    —Ahí te equivocas, José. Sí te conozco —bebió un tragó de la quinta copa de vino de la noche y continuó—. Te conozco desde que diste tu primer respiro, te observé desde siempre, desde que te caíste de un olmo al que subiste jurando que habías visto una manzana y te fracturaste el brazo izquierdo, o cuando le declaraste tu amor a la niña pecosa, Mary, y te rechazó —se rió por centésima ocasión—. Fue muy cruel, los niños suelen ser crueles, pero no porque sean malos sino porque son sinceros.

    »También te vi cuando le robaste la marihuana a tu amigo el dealer, eso sí que fue arriesgado y estúpido; y por supuesto que te vi cuando intentaste cortarte tus bellas muñecas. Habría sido un desperdicio, claro que de igual forma terminarías en mi casa, sin embargo todavía te quedan muchas cosas por hacer acá —terminó sonriendo como si acabara de contar un chiste.

    En la otra silla José palideció, tres de esos recuerdos ya no rondaban su mente desde hacía años y en aquel momento la chica desconocida, Abigaíl, los había devuelto a la vida, cual zombis. «¿cómo sabe que intenté... que intenté matarme? Jamás le conté eso a nadie». Tragó seco, quería irse, a pesar de todo algo le impulsó a quedarse. Ya estaba ahí, quizá ya no habría vuelta a atrás.

    —¿Qu... qu... quién eres?

    —Te lo dije, me han llamado de muchas formas. Para ti soy Abigaíl... toca mi brazo, José.

    «No, no lo hagas» se dijo a si mismo al tiempo que estiraba su brazo hacía la pálida y suave piel de Abigaíl y, al cabo de un minuto, una lágrima recorrió su cara.

    —¿¡Qué es lo que me has mostrado!? —preguntó él, alterado—. «Vi fuego, lágrimas, muerte... mi muerte. Me vi a mí tirado en el piso» —en la visión una mosca salía de su cadavérica boca. Tragó fuerte para asegurarse de no tener ninguna mosca dentro en aquel instante—. ¿Esa será mi muerte? ¿Es algo que pasará? ¿Es algo que podría pasar? ¿Quién mierdas eres?

    —¿Aún no lo sabes, mi querido José? —volvió a reír, a pesar de las circunstancias, su risa seguía sonando agradable a los oídos de José—. En otro tiempo, en otra línea de tiempo yo y unos... amigos nos revelamos contra un tirano y su séquito. Él se desvió de su cometido original, muchos pagamos por ello, hasta los tuyos. Así que fuimos a la guerra. Luchamos, perdimos, caímos y bueno, tú sabes que la historia la escribe el bando que gana.

    » Los tuyos son unos maestros en distorsionar historias —sonrió dejando ver sus brillantes dientes—, siempre les he reconocido eso, son excesivamente creativos, igual que él, y excesivamente corruptos y prepotentes, igual que él.

    —¿Puedo preguntarte algo y tener tu respuesta sincera? —«si es lo que crees que es, estás pidiéndole sinceridad al rey de las mentiras, genio»

    —No soy el rey de las mentiras, corazón —la cara de sobresalto de él pareció causarle aún más risa que cualquier otra cosa—. Sin embargo ya me han llamado así al menos un millar de veces... Adelante, pregunta.

    —¿Qué me pasaría si muriera mañana, o aquí mismo hoy u otro día? —justo al terminar la pregunta, Abigail arqueó una ceja, manteniendo su mirada llena de malicia —. «Ahora con más mal que alguna otra cosa» —aún estando al tanto de que ella podría leer su mente, por loco que pareciera, a él no le importó. No se privaría de pensar.

    —Ay, José. Si tú eres uno de mis favoritos... puede que hasta mi favorito entre todos —afirmó y le guiñó el ojo—. ¿Que qué te pasaría? Pues te reservaría un cómodo lugar en mi casa. Muchos como tú me hacen compañía. Los adoradores de él te dirán que te condenaré eternamente y bla, bla, bla —dijo en tono burlón—, pero ¿qué clase de loca sería si condenara a los que él desprecia? No, yo los acojo, ustedes son casi como mis hijos, mis amigos en el peor de los casos y, a diferencia de él, yo aprendí que tener amigos siempre será más provechoso que crearse enemigos. Ahora, ¿yo puedo preguntarte algo y esperar tu más sincera respuesta?

    —Adelante, no veo por qué no —respondió. La curiosidad iba haciéndose cada vez mucho mayor que el miedo y lo consumía.

    —¿Cuál es tu pecado favorito —le preguntó al tiempo que jugaba con el vino en la copa—, y con cuánta frecuencia cometes ese pecado, amigo mío?

    Miró al suelo dubitativo. «Nadie se detiene a pensar eso, ¿acaso el que vende CD piratas duerme intranquilo alguna vez sabiendo que robó propiedad intelectual? ¿O la consciencia atormenta al adolescente que miente a sus padres? No lo sé...»

    —La falsedad —espetó repentinamente con total seguridad.

    —¡No podría esperar menos de ti! —declaró exultante—. Eso es lo que te hace humano, mi querido José.

    —¿Y eso qué? ¿Para qué estoy aquí? —preguntó José, fingiendo estar molesto— ¿De verdad quieres que crea que uno de los seres más antiguos y poderosos del universo ha venido hasta acá para qué? ¿Para contarme su historia y darme consejos de vida? —él quería respuestas, así fuera a base de un teatro—. ¿Qué evita que grite "¡Miren todos, el diab!..."?

    —Shhhhhh —rozándole un dedo en los labios lo hizo callar ipso facto—. Eres muy bocón, eso también me fascina de ti, pero no sabes cuándo serlo y cuando mantenerte callado —dejó salir su dulce risa otra vez—. Si he venido personalmente hasta acá es para proponerte algo.

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Fuente de la imagen original: Pixabay

    —¿Proponerme? ¿Qué cosa?

    —Sin rodeos, eh. Muy bien —se llenó la copa otra vez, bebió y siguió—. Dime, José, ¿te gusta tu vida? ¿quieres vivir así hasta que te toque reunirte conmigo en mi casa? —él iba a responder y ella le hizo una seña señalando que aún no terminaba—. ¿O prefieres algo más?

    » Porque puedo ofrecerte más. Puedo ofrecerte vivir como un rey en este plano, eso es sencillo, todas las comodidades, una vida próspera para los hijos que tendrás y sus hijos también. Pero te adelanto que no será gratis, mi nuevo amigo. Hay un precio, y será costoso, sin embargo si vencemos, al final todo habrá valido la pena.

    —¿Vencer? ¿Vencer a quién, en qué? —en ese lapso estaba más confundido que nunca antes en la vida—. «Así se siente ser idiota, supongo».

    —Una nueva guerra se avecina. Mientras él posiciona sus piezas y mueve su obediente rebaño yo tengo que hacer amistades. Necesito que tú seas aquí mi embajador, por así decirlo.

    —¿Estás pidiéndome que entre en guerra con...? No puede ser cierto —dijo él acompañado de una risa histérica—. Esto debe ser broma de Ricardo —No creía que lo fuese, hasta cierto punto un atisbo de lógica le obligaba a aferrarse a algo —¿Cuándo? ¿En cuánto tiempo?

    —Para ustedes el tiempo es algo lineal, para nosotros... digamos que no compartimos la perspectiva de lo que conocen como arriba, abajo, antes, después y muchas otras cosas —aquel par de perlas negras que tenía por ojos estaban más hermosos que en cualquier otro momento —. Solo te diré que será pronto... lo siento, tengo que irme. Así que necesito tu respuesta.

    —¿Ahora?

    —Sí, mi querido José, ahora —su risa llenó los oídos de José otra vez—. No creerás que una guerra se prepara sola.

    Él la observó, de forma completamente diferente a cómo había hecho el resto de la velada. Sí, era una mujer hermosa, quizá la más hermosa que vería en su vida, sin embargo, si lo que decía era cierto, solo era un disfraz. ¿Podía creerle? ¿Podía estar de acuerdo con sus condiciones? Todo tenía pinta de ser una situación irreal, algún truco montado por bromistas desgraciados «¿Y si es real?». Todo lo que creía percibir como "bueno" le indicaba rechazar aquella oferta... y aceptó.

    —Maravilloso —le dijo al escuchar su aprobación—. Estrecha mi mano, embajador.

    Así lo hicieron y Abigaíl recitó unas pocas palabras en una lengua desconocida. José jamás escuchó algo similar, era un sonido que aparentaba salir del pecho al unísono que encendían una televisión sin señal a todo volumen, algo que helaría la sangre a un niño y pondría en alerta a cualquier adulto... pero era el único, además de Abigaíl, que podía escucharlo. Eso le asustó un poco, aún así no era ni de cerca lo más aterrador de lo que empezó como una cita.

    —¿Y ahora qué? —preguntó.

    —Ahora, mi querido José, vivirás. Vivirás como cualquier otro día, tendrás un rápido ascenso de éxitos que irá acompañado con una mejora en tu calidad de vida, pero nunca olvides que, aunque no me veas, estaré acompañándote, ayudándote y en retribución izarás mi estandarte y, si te es posible, traerás a otros como tú a nuestra causa —se detuvo por un segundo y lo miró con lo que para él fue una facción de ternura—. Te advierto, él tiene más de ustedes a su disposición, aunque los míos son más fuertes, aún así los suyos siguen abarcando más terreno... estarán vigilándote.

    Justo después Abigaíl se marchó y él la vio alejarse del salón con aquel caminar que observó al principio de la noche «es demasiado hermosa... es imposible que sea... no puede ser verdad».

    —"Engañosa es la gracia y vana la belleza" —citó un hombre tras la barra.

    «este no es el mismo barman —era un hombre mucho mayor que el que les sirvió el vino en primer lugar—. ¿En qué momento llegó?»

    —Es posible... ¿quién dijo eso?

    —Proverbios 31:30, hijo mío.

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Fuente de la imagen original: Pixabay

   

   


Aclaratoria:

   Este relato —diálogos, pensamientos y el tiempo y formas en que suceden los hechos— es de mi autoría. Está inspirado en la canción Conversación casual de la banda Panda (Pxndx), que es mi banda favorita. Abigaíl tiene el mismo nombre que su personaje el tema mencionado. Por otra parte, el nombre de José es debido al vocalista de la banda, José Madero Vizcaíno, quien compuso la canción. Me tomé la libertad de hacer un final con un rumbo diferente al de la canción.

   Anexo la portada del disco Poetics, de donde es Conversación casual:

Fuente de la imagen

¡Gracias por leerme!



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Me atrapo ese relato muy bueno además de aleccionador gracias por compartir

Gracias a ti por comentar. Me alegra que se gustara así.

Extraordinario relato @pavonj! Aunque me quedé con la incógnita de si la hermosa dama se trata de una divinidad, o por el contrario, de una presencia demoníaca... pero ciertamente ese es propósito del autor, crear la duda en el lector... Saludos!

Hola, @manuelgil64. Gracias por tu comentario. Bueh, de hecho, según ella, es el mísmisimo Diablo del cristianismo xD. Hay un par de versículo bíblicos donde a la antítesis de Dios se le cita como el Rey/padre de las mentiras.

Y además escribí:

En otro tiempo, en otra línea de tiempo yo y unos... amigos nos revelamos contra un tirano y su séquito. Él se desvió de su cometido original, muchos pagamos por ello, hasta los tuyos. Así que fuimos a la guerra. Luchamos, pérdimos, caímos y bueno, tú sabes que la historia la escribe el bando que gana.

Lo que sí quise dejar a la interpretación es si realmente es quien dice ser. ¡Saludos!

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Muy interesante el relato, me atrapó desde el principio. Te felicito. ¡Saludos!

Hola, @vezo. Muchas gracias por tus palabras, son los comentarios los que me animan a seguir escribiendo. ¡Saludos!

Que buena manera de conocer a alguien, siempre me ha llamado la atención las citas a ciegas, nunca lo he hecho.. creo que siempre te llevas una sorpresa... saludos...

Yo personalmente no veo con buenos ojos las citas a ciegas. No es que piense que te puedes encontrar al diablo, pero hay gente particularmente extraña en todas partes, jaja. Saludos.

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