El Guerrero Jaguar - La prueba de la montaña, parte 9

Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer. _{Antoine De Saint-Exupéry}

Debía atacar o perdería paso por la mente de Rony. Así que reaccionó de primero, acostado en la tierra introdujo sus garras. Quizás fue por accidente, porque el trozo de tierra en el cual se posicionaba se elevó a gran velocidad, impulsándolo directo hacia Anack. Puso el brazo provocando una tackleada. Ella giró 360 grados antes de desplomarse en el suelo, a su vez Rony se estrelló contra la pared del barranco.

-¡Oh dios!- escuchó Rony, se escuchaba agotada. -TE…- Anack no termino la frase. Al parecer se estaba parando. Resonó su tos continua.

En esos momentos Rony exigía internamente un plan, se devanó los sesos buscando una posible solución. Escombros de tierra caían sobre él, poco a poco fue reaccionando y se despegó del muro. Al girarse vio como Anack se levantaba del suelo, solo para volverse a derrumbar, no se daba por vencida.

-No importa cuánto puedas sanarte. Existe un límite- pronunció Rony, intentaba mantenerse de pie, pero las piernas le temblaban de la fatiga.

Le vino a la mente lo mismo que había hecho hace unos segundos. Tomar un impulso para dar un mayor golpe.

-Te…- balbuceaba Anack. -Te ma…- repitió con rencor.

“¡Que demonios le pasa por la mente a esa mujer!” meditó Rony preparándose.

Los huesos le crujieron y los músculos se prensaron al irse agachando. Clavó con rapidez sus zarpas. Otra vez la tierra se sacudió, alzándose sobre sus pies. El ángulo y la inclinación le salieron por reflejo, de resto todo lo hizo el empuje que lo dirigió a los cielos.

-¡Aceleración!- vociferó Rony decidido.

Al ir cayendo apuntó sus garras al suelo. Y lo que tenía pensado se hizo tangible. El impacto generó una gran masa de tierra se elevará, encaminandose hacia Anack. Aquello era similar a una gran ola de tierra y piedras. Miles de cosas fueron arrolladas en el proceso entre ellas la mujer.

Rony quedó en medio de un cráter. Estaba tan fatigado que no se percató que era un humano de nuevo. Tampoco se puso a inspeccionar si la pelirroja había sobrevivido, camino medio kilómetro hasta ser asistido por las autoridades. Lo encontraron en medio de la carretera.

…

La oficina de policía de Macuto se encontraba solitaria. Solo se encontraba Carlos que tecleaba en su computadora, en esos momentos redactaba unos informes atrasados. Transcurrió unos minutos allí en la soledad, casi sin mucha luz hasta que alguien la encendió. Resonaron tacones, hasta que Cecilia apareció en el rango de visión de Carlos. Le dejo unos papeles sobre la mesa.

-Las posibles identidades de los atacantes de tu sobrino- manifestó la secretaria con voz cansina, pero sonriendo.

Carlos abrió los ojos asombrado.

-¿Cómo las conseguiste?- se paró al instante para ojearlas.

Cecilia puso cara de contrariedad.

-Bueno- expresó dudando. Las consiguió tu compañero ¡Dios sabrá cómo!- se arregló el vestido nerviosa.

-¡Ahora le debo un favor a ese idiota!- masculló gruñendo. Sus dedos se detuvieron en medio del aire. -¡Cómo las consiguió!- comentó para sí.

Cecilia encogió los hombros.

-¡Ni idea!

Por la mente de Carlos Galeón pasaron muchas ideas. El hizo de todo para conseguir información de los atacantes, incluso interrogó a sus fuentes de la calle. Justo en ese momento Cecilia se marchaba, dejándolo solo con sus ideas.

Alargó la mano y cogió los papeles, se puso la chaqueta para irse a su hogar. Como eran de Figueroa ya no poseía apuro por ojearlas, podía conseguir cualquier cosa, desde hechos verdaderos a conspiraciones descabelladas.

El estacionamiento se hallaba con solo tres coches. Se subió a su coche una Chevrolet Blazer 2009. Las calles oscuras revelaron otra faceta que conocía Carlos, disfrutaba esa soledad que emitían. De vez en cuando atisbaba por el rabillo del ojo un grupito de muchachos bebiendo alborotados, furcias abordando vehículos o mendigos caminando cargados de tristeza.

-No lo puedo creer- dijo Carlos pensativo.

Los papeles estaban en el asiento del copiloto. Figueroa hace unos días le habló de sus teorías más alocadas. Giraban en torno a licántropos, teriántropos; ambos seres segundo Figueroa podían modificar su estructura humana a placer. Se hacían pasar por humanos al acecho de devorarlos y dominarlos. Seguía pensando que su compañero veía muchas películas, se lo había dicho sin tapujos. Era verdad, fueron testigos de un ser sobrenatural, aun así se le hacía difícil la idea que hubieran más por allí rodando entre la multitud.

Carlos vivía en la Llanada con su esposa e hijos, tenía tres, todos ya mayores. Dos varones y una hembra. Su apartamento era sencillo, pasando los años lo amueblo bien, invirtiendo para que su lindo hogar se convirtiera en un lugar sofisticado. Contaban con una pequeña piscina residencial. Lo malo de vivir allí eran las fiestas de viernes a sábado, muchos chicos se volvían locos. Sin embargo, seguía pensando que era un buen sitio para vivir.

Estacionó su camioneta en la zona de parking. Carlos tomó un rato para ver qué acción escoger, finalmente agarró las hojas y intentó echarle un vistazo. El destino no quiso que lo hiciera, en ese momento sonó su celular. Por un instante pensó que su amante le llamaba, pero fue sorpresa al descubrir que era su mujer. Dos minutos después se encontraba enfrente del televisor de su sala de estar, reportaban un suceso que había sucedido esa mañana en los Venados.

Informaban sin muchos detalles. Al parecer una especie de psicópata andaba suelto en el Ávila. En medio de un plan vacacional dos chicos aún se hallaban desaparecidos y posiblemente muertos. Lo relevante del caso y la razón porque su esposa le hubiera llamada, era porque en unos segundos Rony había aparecido en pantalla, siendo uno de los que rescato a una chica del asesino.

“-No estamos locos, vimos lo que vimos. Eran hombres lobos-“ fue unas de las palabras que se colaron en medio de la entrevista.

Cambio varios canales esperando encontrar más sobre el evento. Sin embargo, solo dos lo transmitieron. Conociendo cómo se movían los medios de comunicación supuso que había más partes implicadas. Detalló cómo varias personas protestaban en algunas escenas. Los medios siempre cambiaban mucho la información, los casos donde trabajó se lo dejaban de experiencia.

No sabía si llamar a su hermano. Las noticias no hablaron mucho de su sobrino, aun así, verlo aparecer bajando de un vehículo todo pálido y con lesiones acarreaba muchas cosas. Se pasó el celular de mano en mano ansioso, ni siquiera le habían llamado.

-¡Llámalo!- indicó la esposa de Carlos, llevaba en sus manos la cena de su esposo.

Asintió y pulsó el botón para iniciar la llamada.

…

Después de tanto ajetreo, monstruos, discusiones y periodistas locos Carlitos pudo acostarse en su cama. Se preguntaba si lo que vivió era verdadero, o solo la tensión del momento lo volvió tan desquiciado para atisbar semejante cosas.

-¡A la mierda!- bufó Carlitos, se dedicó a prender la TV. -Ahora si se preocupa por mí el estúpido ese- gruño, -demasiada preocupación estúpida.

Estaba estresado por la extraña atención que le brindó su padre al llegar. Nunca se preocupó cuando llegaba tarde de las fiestas, ni aquellas vez donde una chica supuestamente quedo embarazada. Carlitos aprendió con los años que no le importaba lo más mínimo a su viejo. Toda el interés iba dirigido a su querida hermana. No detestaba a María por ello, el también protegía mucho a su hermana.

Mientras que, el evento al parecer despertó el lado paterno de su padre. Fue bombardeado de preguntas nada mas al llegar, casi ni las respondió por lo confuso que se encontraba. Su hermana escuchaba nada más, aunque la conversación se desarrollaba pobremente. La cena transcurrió de esa manera, así siempre había sido en ese hogar.

-¡Seguro fue loco todo eso!- exclamó María, cuando Carlitos estaba a punto de entrar en su habitación.

-Ni tanto- murmuró Carlitos de malhumor.

-¿Pero viste a esos monstruos como dicen tus amigos?- preguntó tímidamente María.

Carlitos negó con la cabeza y entró en su cuarto. Su padre le pregunto lo mismo, obteniendo una negativa como respuesta.

Miró al techo pensativo, luego paseó sus ojos por el desorden de la habitación. Una vez más se cuestionó lo que había visto, el mismo no creía lo que atestiguo. Prefería verlo como un show orquestado por las autoridades, alguna especie de conspiración loca para no interesarse en ella, en la cabeza de Carlitos parecía la mejor historia. No quería creer que la locura se apoderó de su mente al igual que los demás.

Colocó MTV para oír por un rato las canciones que transmitían. Sin embargo, a los pocos minutos la apago, ninguna canción le agradaba o su humor no estaba para ello. Carlitos extrajo de su bolsillo un collar, el dije era un jaguar hecho de cristal de color negro, como si el cristal lo hubiesen puesto al fuego.

-¡Bonito regalo para vender por allí!- exclamó Carlitos satisfecho.

Aquel objeto era lo único de valor que obtuvo de la salida al Ávila. Lo consiguió después de la aparición de la tigresa en llamas, en medio del tumulto logró esconderse dentro de la cafetería. Estando allí visualizo colgado de un perchero el collar, lo cogió sin vergüenza pensando que los dueños lo darían por perdido. Además, su apariencia lo hacía muy valioso.

Carlitos siguió observando el collar hasta caer dormido.

El siguiente capítulo será publicado el sábado que viene