Hola Steemians, espero estén bien. Como saben, soy psicóloga cosa que a diferencia de lo que muchos creen no me exime de tener problemas o dificultades en mi vida cotidiana, pues también soy humana y en cualquier momento puedo pasar por situaciones que “perturben mi estabilidad” o afecten alguna área en particular de mi vida.

Hace algún tiempo estaba pasando por una gran turbulencia en mi vida, problemas tanto a nivel personal –Ciclos sin cerrar- como familiar, laboral y académico, lo que me llevo a una sobrecarga a nivel emocional, a partir de entonces descubrí que tengo problemas para manejar el estrés y la ansiedad, así como identificar mis emociones. Al comienzo pensé erróneamente que podía manejarlo sola, pues bien conozco lo más idóneo para este tipo de casos; sin embargo, las cosas no son tan fáciles como las pintan. Luego de intentar de todos los medios posibles que funcionara, me di por vencida, fue entonces cuando decidí acudir con otro profesional.

Con mucho miedo agendé una cita y según el día previsto me presente en la consulta –Luego de evitarlo durante dos semanas- para mi sorpresa, quien me iba atender, no asistió. Estaba tan ansiosa y a la expectativa por lo que iba a suceder en esos 45 minutos, estaba por abrirle la puerta de mi vida a un extraño, tenía toda mi confianza puesta en que eso me ayudaría. Comprenderán como me sentí cuando me explicaron que no iba a ser atendida ese día. Respire profundo, muy profundo, muchas veces. ¡Bien! Podía esperar una semana más ¿No?

Segundo intento. Ya con mi ansiedad casi al borde de un ataque de pánico y mi vida de cabeza, me presente la semana siguiente con la esperanza de que esta vez si fuera atendida. ¿Qué creen? ¡Nada! “Disculpa, pero al Licenciado se le presento un problema y le es imposible llegar, así que no va poder atenderte hoy.” Eso fue lo que dijo la asistente. Bueno… Ya con la respiración acelerada y los latidos de mi corazón a mil, sintiendo que me asfixiaba con cada inhalación que hacía, por suerte o quizá no, la Licenciada del consultorio adjunto se ofreció atenderme. ¡Punto para Ale!

Quienes saben algunos conceptos de psicología o han asistido alguna vez a consulta, seguramente sabrán que significa “hacer resistencia”. Pues bien, la primera sesión transcurrió bastante bien, logre calmarme y encontrar un momento donde poder liberar la tensión acumulada. Era el comienzo de algo bueno y tendría mucho tiempo para “Solucionar el problema”. Aunque soy bastante cerrada, logré compartir y ser lo más comunicativa posible, si bien mi cabeza no dejaba de intelectualizar todo –Mecanismo de defensa- y tratar de encontrarle los fallos a la sesión para dejar de asistir -¿Recuerdan la resistencia?- permanecí ahí unas cuantas sesiones más.

¿Final feliz? No estaría tan segura. Me gustaba la sesión, me sentía comprometida con la sesión, tenía expectativas altas –Muy altas- de lo que quería y **Debería** alcanzar. **Error** Y luego, cuando ya por fin estaba aceptando luchar contra mis demonios y todo lo que eso implica, me dieron de alta. Así, simple. “Ya estás bien, no es necesario que sigas viniendo, hemos avanzado mucho, considero que tú tienes las herramientas para resolver los conflictos, si necesitas que hablemos sabes que aquí puedes encontrarme, bla bla bla. ¡Tres sesiones! Solo fueron TRES SESIONES. Cuando apenas estaba comenzando abrirme, cuando tenía aun miles de cosas que resolver… Es frustrante cuando sientes que minimizan tus problemas, cuando le restan importancia a lo que para ti significa el desmoronamiento parcial o total de tu mundo. ¿Qué sucedió después? Indignada abandone la consulta, jamás regresé.

Tome “mis herramientas para resolver conflictos” y las use lo mejor que pude, acudí a otros profesionales. ¿Y ahora estas curada? Y ahora, sigo trabajando en ello, cada día porque comprendí unas cuantas cosas de esa experiencia.

1- No es bueno tener expectativas tan altas sobre tu psicólogo, o cualquier otra persona, idealizar solo te trae decepción.
2- Si algo no te funciona, tienes que comunicarlo y buscar la manera de hacer que funcione, quizá no esté mal lo que haces, sino la manera de hacerlo.
3- Es muy difícil ponerse en la silla del paciente por un rato.
4- No todos los profesionales son buenos en lo que hacen.
5- Aceptar que tienes dificultades es el primer paso para comenzar a cambiar.
6- Los profesionales de la salud, -psicólogos- debemos de ser responsables de la manera en que realizamos nuestro trabajo, somos participes el progreso o retroceso de un paciente en el proceso terapéutico y por lo tanto, no debemos desestimar o minimizar lo que sucede en la vida del paciente pues de nosotros depende en gran medida que esa persona pueda alcanzar un estado de bienestar. Ser responsables implica desde la puntualidad, el respeto, las condiciones óptimas dentro del consultorio y sobre todo, la disposición, actitud y aptitud al momento de la sesión.

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