Comparémoslo con la necesidad de tomar agua: imaginen un mundo donde nosotros los hombres siempre tenemos sed, pero las mujeres no, a ellas les da sed esporádicamente, y solo podemos beber agua juntos. Como nosotros siempre tenemos sed y ellas no, los hombres nos vemos en la necesidad de convencerla para ir a tomar agua. Ella no necesita convencernos a notros, a penas ella muestra interés, accedemos sin objeciones. Entonces nosotros nos convertimos en la parte que espera, y ellas se convierten en la parte esperada. Ella no sufre de sed crónica, nosotros sí, pero dependemos de ella para saciar esa sed. En la vida de pareja, pasa lo mismo con el sexo. Los hombres siempre tenemos sed de sexo, si fueramos un semáforo siempre estaríamos en luz verde, y si acaso estamos en luz amarilla, o roja, basta con que ella nos envuelva con una pequeña dosis de sensualidad para cambiarnos a verde en segundos.