DON RAFAEL ANGEL MOSQUERA "MACUTORIO"

in #spanish5 years ago


Dedico a los profesores Víctor Gonzàlez "Victorino" y Raùl Aular Flores


Fue siempre un hombre con muchas ganas de vivir y de una cultura amplia. La presencia de don Rafael Mosquera “Macutorio” cubriendo el trayecto desde la calle Bolívar y Villegas (frente a la plaza Bolívar) hasta llegar a la plaza Miranda de Villa de Cura era cotidiana en los años 50. Para aquel entonces no había aglomeración de gente en las aceras, ni existía la presencia de vendedores, ni tarantines en plena calle Real o Bolívar.

De repente aquel hombre alto, flaco, vestido de slack de kaki color marrón y sombrero Borsalino ala ancha, se asomaba por las callejuelas de plaza central y tomaba asiento en un banco de cemento, bajo la fronda verde de un cotoperìz, frente al altozano de la Iglesia parroquial

Todos los jóvenes que iban llegando al banco le dábamos un toque por el hombro para saludarlo y desearle los buenos días, recuerdo la expresión que vibraba siempre en su lengua: ¿Quièn se off?.

No me apena decir que para todos los reunidos, aquella expresión metafórica significaba: ¿Quién se obrò?.

Aquel noble amigo lo que hacía era refrescar las novedades ocurridas el día anterior, especialmente las sucedidas a los emigrantes europeos que recién llegaban a instalarse en La Villa.

A veces irrumpía a su lado un muchacho apodado "Casunga", a lustrarle unas botas militares Masherland que usaba. Hace poco me topé con Lombano en la calle y me recordó que también se le oía decir utilizando un humor lapidario: “¡Anoche y que orinaron a un musiù!”.


De los amigos que recuerdo alrededor de aquel viejo sabio, unos sentados y otros de pie, me atrevo mencionar a los bastantes jóvenes: Raùl Aular, Víctor Parra Dìaz, Ivàn Coelles, Rubèn Coelles, Jorge Roldán, el negro Francisco Matute, Peruchito Gonzàlez, Gracialiano Aponte, el Chato Cáceres, el gordo Fafa, Victorino González, y otros cuyos nombres escapan a la memoria.

Fue un hombre de una gran personalidad, maestro o pedagogo como si fuera un libro, enseñaba y formaba, y nosotros los jóvenes de aquella época éramos sus discípulos. No nos hablaba de política ni de historia de Venezuela. No obstante de ser un ciudadano de respeto que quiso bastante a su pueblo y a su país. Mosquera nunca nos hablaba de don Juan de Bolívar y Villegas fundador de Villa de Cura, ni cuándo fue la fecha de fundación de la ciudad. No, esos no eran sus temas de conversación. Las clases almacenadas en su memoria eran de historia del mundo de otras naciones, como de sobra se ha dicho, escrita por vencedores.

A don Rafael Angel Mosquera fue el primero que le oímos narrar sobre la cruenta Batalla de Waterloo, acaecida el 18 de junio de 1815; y la fascinante Toma de la Bastilla en la Revolución Francesa el 14 de julio de 1789; mencionaba sitios de memoria y nombres de líderes como Bonaparte, Robespierre, Bernave y Lafayette; y nos contaba al pelo la historia de la batalla de Stalingrado, y cómo fue el enfrentamiento entre las tropas soviéticas y el ejercito alemán entre 1942 y 1945. Había estudiado bastante de historia universal por eso fue siempre su consigna. Era provechoso y agradable oírlo disertar sobre los distintos incidentes sucedidos en la Segunda Guerra Mundial.

De pronto llegaban dos o tres amigos de su misma edad y cambiaba la conversa, se soltaba a hablar y contar sobre episodios de cacería y pesca por el llano, se supo que anduvo mucho por esas tierras con otros corredores de caminos de su pueblo. Muy amigo de echar cuentos de cacería y la mejor forma de cazar a un venado o un báquiro, parado por sus canes orejones de cacería. Lo que èl llamaba “tiro federiquero”, no era otra cuestión que un disparo certero entre ceja y ceja, pero siempre cuidando y asegurándose que la presa fuera macho.

Me cuentan que Don Rafael Angel no tomaba licor, pero no le faltaba nunca un tabaco Habano cubano bailándole entre los labios. Siempre los cargaba apareados en el bolsillo de la blusa. Cuando era de menos edad manejaba una camioneta Ford año 1948 color verde claro. De existir este vehículo debe ser una reliquia.

Sus tertulianos acostumbrados a ponerse sobrenombre ya no le nombraban por su nombre, ya que le agregaron diversos apelativos derivados de la primera letra de su apellido, lo llamaban “Macuto”, y a veces le nombraban “Macutorio” o “Mosquerucio”.

El mote de “Macuto” se hizo tan popular en la ciudad que lo adquirió un “musiù” que expendía helados de vasito y barquilla en la heladería del cine Ayacucho, frente a la plaza Miranda, quien no pudo impedir que todos en el pueblo lo llamaran “Macuto”. Ignoro donde fue a parar este señor.

Don Rafael Angel Mosquera fue un hombre trabajador, cabal, de mucha fortaleza, desempeñó la herrería artística, muchos de sus saberes se los trasmitió a su hijo Rafael Josè Mosquera Jaèn; su único ayudante. Mientras estaba entregado a su trabajo en la fragua siempre andaba protegido con un desgastado delantal de fieltro. Fabricaba clavos y casquillos para bestias, empuñaduras para cuchillos y puñales de cruz; y era armero, reparaba flower y carabinas de pistón. Elaboraba hierros para marcar ganado; recuerdo que para el llano iban muchos encargos que le hacían los dueños de hatos.


Su taller de herrería funcionaba en la década del 50 y 60 en un anexo de su casa de familia, ubicada en la calle Bolívar y Villegas, a pocos metros de lo que hoy es la Panadería y Pastelería La Reina. Formaba parte de una familia muy apreciada y de mucha repercusión en Villa de Cura. Tenía como vecinos a la familia Matute Padròn y a don Adolfo Ramírez, dueño en el Guàrico del hato La Rubiera.

Don Rafael era casado con doña Teresa Jaèn Landa de Mosquera, hermana del poeta Vinicio Jaèn Landa. Procreò el matrimonio dos hijos, Rosita y Rafael Josè. Contrario a lo que muchos pensaràn, Mosquera no era oriundo de Villa de Cura sino de Cagua, donde naciò hacia 1903.

No supimos, por habernos separado la vida del pueblo, hasta donde le llegó el tiempo de vida a don Rafael Ángel Mosquera “Macutorio”, sin embrago me dicen que llegó a nonagenario; fue un ser reconocido y querido por todos los jóvenes y adultos de aquella bella época. Yo siempre lo recordaré con cariño y respeto, incluso le debía esta nota a este gran maestro y amigo, quien en parte, al igual que mi padre, me hizo valorar la importancia de la lectura. Que Dios lo tenga en la Gloria.

La Villa de San Luís, noviembre 2019

Fotos propiedad de Editorial Miranda, Revista Expresión.
Escaneo, rectificación y diagramación por el señor Ramón Alfredo Corniel.

NOTA: Esta crónica la publiqué en mi blog personal de blogger con este link:https://letrasdeoscarcarrasquel.blogspot.com/2019/11/yo-fui-conocedor-de-don-rafael-mosquera.html

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