Lectura espiritual - junio 17
Imitación de Cristo Libro IV Capítulo 12 |
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Debe disponerse con gran diligencia el que ha de recibir a Jesucristo
1. Yo soy amante de pureza, y dador de toda santidad.
Yo busco un corazón puro, y allí es el lugar de mi descanso.
Prepárame una sala grande y adornada, y celebraré contigo la pascua con mis discípulos.
Si quieres que vaya a ti y me quede contigo, arroja de ti la levadura vieja, y limpia la morada de tu corazón.
Desecha de ti todo el mundo, y todo el ruido de los vicios: siéntate como pájaro solitario en el tejado, y piensa tus excesos en amargura de tu alma.
Pues cualquier persona que ama, dispone a su amado el mejor y más aliñado lugar; porque en esto se conoce el amor del que hospeda al amado.
2. Pero sábete que no puedes alcanzar esta preparación con el mérito de tus obras, aunque te prepares un año entero, y no pensases otra cosa.
Mas por sola mi piedad y gracia se te permite llegar a mi mesa: como si un rico convidase, e hiciese comer con él a un pobre mendigo que no tuviese otra cosa para pagar el beneficio, sino humildad y agradecimiento.
Haz lo que esté de tu parte, y hazlo con mucha diligencia, no por costumbre, ni por necesidad; sino con temor, reverencia y amor recibe el cuerpo de Jesucristo, tu amado Dios y Señor, que se digna venir a ti.
Yo soy el que te llamé, yo mandé que vinieses, yo supliré lo que te falta, ven y recíbeme.
3. Cuando yo concedo afectos de devoción, da gracias a tu Dios: no porque eres digno, mas porque tuve misericordia de ti.
Si no sientes devoción, y te hallas muy seco, persevera en la oración, gime, llama y no ceses hasta que merezcas recibir una migaja, o una gota de gracia saludable.
Tú me necesitas a mí, no yo a ti.
Ni tú vienes a santificarme a mí, sino que yo vengo a santificarte y mejorarte.
Tú vienes para que seas por mí santificado y unido conmigo, para que recibas nueva gracia, y te enfervorices de nuevo para la encomienda.
No desprecies esta gracia, mas prepara con toda diligencia tu corazón, y recibe dentro de ti a tu amado.
4. Mas conviene que no sólo procures la devoción antes de comulgar, sino que también la conserves con cuidado después de recibido el sacramento. Ni es menos necesario después el recogimiento y vigilancia, que lo es antes la devota preparación; porque el cuidado que después se tiene, es la mejor disposición para recibir nuevamente mayor gracia.
Y al contrario, se indispone para ella el que luego se entrega con exceso a las complacencias exteriores.
Guárdate de hablar mucho, recógete a algún lugar secreto, y goza de tu Dios; pues tienes al que todo no te puede quitar el mundo.
Yo soy a quien te debes entregar sin reserva; de manera que ya no vivas en ti, sino en mí sin cuidado alguno.
Comunión en la lengua y de rodillas