El niño de la habitación contigua
A mi mamá le gustaban mucho las casas antiguas, decía que cada una de ellas tenía su encanto, así que cada cierto tiempo nos mudabamos. En menos de un año ya me habían cambiado de colegio al menos 3 veces, era una niña pero recordaba todo a la perfección. Recién nos estábamos mudando a una casa bastante bonita a pesar de su antigüedad. Era muy grande y espaciosa, con un amplio jardín delantero y ventanales que permitían que el sol ingrese a nuestro nuevo hogar. A mi hermanita menor le fascinaba la casa y eso era un buen indicio.
Siempre me costaba conciliar el sueño los primeros días de la mudanza, no era fácil acostumbrarse a otra habitación, pero trataba de hacerlo, mi madre estaba encantada con la casa y según ella, esta podría ser la definitiva, nuestro último camino y en el largo rumbo que habíamos recorrido. La diferencia entre las otras viviendas y esa, era que aquí se escuchaban muchos ruidos extraños y se veían sombras de vez en cuando, algo inquietante, pero lo relacionaba con la antigüedad de la construcción y no le prestaba mucha atención y si mi hermana se asustaba, iba hasta mi habitación y dormíamos juntas.
Al cabo de unas semanas, pude acostumbrarme a los ruidos de la casa y me dirigía a mi escuela con normalidad, había hecho muchos amigos, pero ninguno se atrevía a entrar a mi hogar, les daba miedo y al principio los entendía, después empezó a molestarme.
– Deberían ir a mi casa, mi mamá les dará una merienda deliciosa. –
– ¡NO! – Gritaron 3 de mis amigos. – Ahí aparecen personas muertas. –
– ¿Muertas, dices? ¡Eso es imposible! –
No hablamos más del tema, pero era algo que me inquietaba demasiado. Con el pasar de los días los ruidos iban aumentando y no era algo que solo yo sintiera, es que mi madre también los percibía e incluso llegó a pensar que alguien estaba viviendo en nuestro hogar a escondidas. Con la ayuda de los únicos 2 vecinos que se ofrecieron a investigar, revisaron toda la vieja casa hasta en el sótano, pero no encontraron nada que pudiera justificar el ruido en mi habitación y en la de mi hermana.
Una noche, mi mamá había llegado muy cansada de su trabajo y la brisa nocturna era demasiado fuerte, parecía que llovería en cualquier momento y decidimos abrigarnos hasta más no poder, pues el frío tentaba a calar nuestro huesos.
En determinada hora, hubo un corte de electricidad y todo quedó en penumbras, eso me dio mucho miedo, especialmente porque dormía sola y me daba demasiado terror levantarme para ir a la puerta contigua y dormir con mi mamá o buscar a mi hermana. Suspirando, me arropé totalmente y cerré los ojos, pero incluso con aquella sabana pude ver a alguien en mi habitación cuando un fuerte relámpago la iluminó.
Me levanté pensando que era mi hermana y aun estando en penumbras me movilizaba tocando la pared para estabilizarme.
– ¿Miriam? – Llamé a mi hermana, pero nadie contestó, en su lugar, la puerta se abrió y cerró rápidamente haciendo que me sobresaltara y un nuevo relámpago iluminó el lugar. Ella estaba sentada en mi cama con sus manos tapando su carita.
– Tengo miedo hermanita. – Dijo con voz ahogada.
– Lo sé, yo también, vamos a dormir. –
– Espera, ve debajo de la cama, sino no podré dormir. –
– Miriam, mejor lo dejamos para mañana y… –
– Hazlo, por favor. – Todavía tenía sus manos en la cara y resignada, hice lo que me pidió.
Me puse de cuclillas y fui a ver debajo de la cama, allí la vi a ella, llorando y tapando su boca. Yo estaba realmente confundida y cuando me iba a levantar, ella me hizo la señal de silencio y susurró algo que me dejó helada.
– “Esa de arriba no soy yo” –
Al levantarme, la persona que estaba en mi cama y que creí era mi hermana, se transformó en un niño totalmente horrible y espeluznante, me sonrió macabramente y se lanzó a mi cara, arañandola y diciendo cosas en un idioma que no podía entender.
Tanto mi hermana como yo gritabamos de terror y a los segundos escuchamos el grito de mi madre, ella también lo había visto. Salimos corriendo de aquel espantoso lugar y pasamos esa fatídica noche en la calle, bajo la lluvia y con mucho frío.
A la mañana siguiente volvimos, todo estaba intacto a excepción de los espejos de la casa, pues todos tenían un claro mensaje con sangre.
“FUERA, AHORA”
Nos fuimos de allí lo más pronto posible y no volvimos jamás, pero en mi nuevo colegio volví a ver a ese niño fantasma en un periódico viejo. Había muerto de manera extraña en esa casa. Vi su foto y escuché nuevamente esa voz en mi cabeza.
“FUERA”!
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