Es curioso como de repente nos preguntamos cosas, y nos cuestionamos situaciones que pareciera ocioso cuestionar. Ayer una amiga con quien trabajo me dijo que mañana se iría de viaje unos días a la Ciudad de México para asistir un congreso de iluminación, y como hoy no coincidimos, antes de irme pase a despedirme de ella, “como ya no te veré hasta la próxima semana, aunque igual aunque estés aquí a veces no nos vemos, y si nos vemos no tenemos oportunidad de charlar por los horarios, vengo a despedirme, cuídate mucho y disfruta tu viaje”, le dije, al tiempo que le daba un abrazo.

Hoy temprano por la mañana me acordé de ello al momento de enviarle una información por whatsup, medio por él que seguramente estaremos en contacto durante el viaje en cuestión, y de la nada me vino a la mente la pregunta: y a todo esto ¿porque extrañamos a la gente?

Y más allá de las respuestas habituales que uno suele darse, clichés la mayoría de ellas, en ese momento no lo tuve del todo claro, y de repente, nuevamente como de la nada, me acordé de una experiencia de muchos años atrás con quien fuera mi novia, en ese entonces. Ante lo que parecía una inminente ruptura decidimos dejar de tener todo contacto durante dos semanas, “para ver que tanto nos extrañábamos”, el resultado fue el predecible, terminamos.

Recuerdo que ella me dijo que a pesar de no verme sabía que estaba ahí, así que me extrañó y no a la vez, y en mi caso, saber que la vería de nuevo me hizo llevadera la espera. A final de cuentas el no atrevernos a negarnos el uno al otro, el no sentir en serio lo que era no contar con el otro, fue lo que al final nos separó, entre otras cosas. Irónicamente la falta de amenaza real de perder al otro, hizo que nos perdiéramos el uno al otro.

En el caso de mi amiga de la oficina, es de las pocas personas del trabajo con quienes puedo hablar, y posiblemente quien mejor entiende lo complejo y difícil de mi situación, ya que ella ha vivido lo mismo, y lo sigue viviendo, así que a pesar de poder estar en contacto con ella a la distancia, el saber que no va a estar presente para animarme con una mirada, una sonrisa, un chiste, en el momento en que realmente puedo necesitarlo, hace que la extrañe, porque con su ausencia pierdo algo, por egoísta que suene.

Así que puede que ahí este la clave, en la pérdida real de algo, lo que es algo curioso porque podemos tener algo a la mano a lo que nunca prestamos atención, objeto o persona, y es hasta que realmente ya no está, cuando la posibilidad de tenerlo deja de ser una alternativa, una que igual posiblemente nunca íbamos a tomar de todos modos si ese algo nunca dejara de estar a nuestro alcance, que sentimos esa ausencia, ese vacío.

Es como el caso de la chica que desprecia a un chico que está siempre tras ella, y es hasta que ese chico está con alguien más que ella finalmente cree sentir algo por él. O el caso de ese familiar cercano al que nunca prestamos atención, y cuando de repente ya no está, y la posibilidad de prestarle atención en algún momento desaparece, que sentimos la ausencia.

Extrañar viene de la mano con la pérdida, con la ausencia de posibilidad de tener algo, lo que es irónico, porque pareciera que necesitamos perder algo para encontrar su valor, o como dice el refrán “uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo pierde”, y tristemente al parecer es así.

¿Moraleja? Es difícil sacar una en realidad. Vivimos a una velocidad tal, vivimos en una complejidad tal, que es fácil perder la perspectiva de lo importante, a menos que pase algo que nos haga darnos cuenta de ello. Aun queriéndolo no es sencillo tener la suficiente claridad para no perder el rumbo, la brújula, por momentos. Somos humanos y como tales, imperfectos, sin embargo, más allá de que tanto lo logremos o no, creo que es importante intentar tener claras nuestras prioridades, nuestros afectos, y tratar de darle su justo valor a las cosas y a las personas, o puede que un día, no tengamos esa posibilidad y extrañemos una vida que pudimos tener pero que dejamos pasar.