Somos...
Dicen por ahí que somos de quien nos escribe, de quien nos piensa, de quien nos escucha. De hecho, somos de quien nos mira con ternura, de quien nos hace ver el cielo con los ojos cerrados. Somos de aquel que se encarga de ser viento cuando no hay para donde volar y nos alza al vuelo. Somos de quien nos quita los pájaros de las nubes, y nos los pone en la cabeza. Somos de quién soñamos, por el que nos quedamos cinco minutos más en la cama para imaginar el final del sueño.
Somos también, de quien nos habla bajito. Somos de quien se nos muestre sinceros, y nos quiere sincero. Somos de quien nos dice nuestra alma, somos de quien nos hace vibrar el corazón, de quien nos hace sudar las manos. Somos de quien nos despierta a las mariposas que nos danzan en el estómago. Y sí, somos de quien renombra a esas mariposas y les pone nombre. El suyo.
Porque lo dicen por ahí, y porque lo digo yo de la forma más bonita que puedo encontrar: escribir, escribirte. Quizá, describirte. Ahorrándome detalles, ahorrándome hablar de amor, ahorrándome todo lo que puedo y muchísimo más, vaya que alguien también se dé cuenta de que no he descubierto un tesoro, sino América entera.
Porque no sé si soy, o somos, o nada. Pero es lo que tiene ser mía y tuya a la vez. Tan tuya, tan de nosotros. Tan tuísima. Fíjate, fíjate que soy tan tuya, que hasta me he inventado la palabra para que entiendas que si vienes, le pongo tu nombre a mis mariposas.
Tuya, muy tuya, tuísima.
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