En mi casa se comían cosas simples

in Steem Argentina3 years ago

Un gran saludo a todos en esta gran comunidad de #steemargentina

menestras.jpgfuente

En mi casa se comían cosas simples, sin aderezos ni caprichos. Mi madre recogía espárragos, collejas, higos y almendras.

Iba a las tierras donde se había cosechado patatas y cebollas. No tenía vergüenza en agacharse y hurgar en la tierra para conseguir las piezas que quedaban atrás.
Con cualquier cosa hacia una comida razonable que, a base de pan, nos dejaba satisfechos.

Por eso empecé a sentir gusto por la cocina, miraba a mi madre y su habilidad para trocear, como sabía el tiempo exacto de cocción, la cantidad precisa y que aderezos usaba para darle sabor.

No me dejaba tocar nada, en ese afán protector que tan solo consigue una apatía total y una desgana general.
Pero, no siempre estaba en casa, había momentos en que la cocina estaba sola y me metía en ella con la ilusión del que va a hacer experimentos en un laboratorio.

Bastantes desastres, algún roto, comida echada a perder y el resultado de un plato elaborado que podía ser tenido en cuenta.

Pero mi madre sólo vio la suciedad, los platos amontonados, la cocina como un campo de minas y estalló en ira . Sin compasión arrojó el plato, sin probar, a la basura. Ni una mínima porción de empatia, de ese amor maternal que se enternece cuando su pequeño hace algo sólo.

Fue cruel y me dejó sumido en la mayor de las frustraciones.
Era mala, nunca más le haría nada, es más, no volveré a comer nada cocinado por ella.

Y así empezó mi huelga de hambre, una negativa radical a probar comida, un desprecio aparente porque, cuando iba al colegio, comía nísperos y naranjas de la huerta del abuelo.
Pero ella no lo sabía y me tuvo en esa tensa situación más de una semana.

Papa tuvo que intervenir, era una de las pocas veces que le llevaba la contraria a mi madre. Una mujer bastante cabezota y sin un instinto maternal marcado.

En mi casa la comida era en silencio, sin hablar, un momento violento que no arreglaba el que la comida fuera insípida y de mala calidad.

Las cosas se arreglaron, dejé esa huelga y las caminatas en busca de manzanas silvestres, acepte no entrar en su cocina pero, al salir de clase, acudía a un restaurante para observar los fogones y la actividad de los cocineros.

Alguien se fijo en mi, no es habitual que un muchacho tan joven sienta curiosidad por la cocina, al menos con esa obsesión de ir todos los días.Alguien se acercó a mi de forma paternalista, creyendo que era el hambre o el frío lo que me retenía allí.

Ese bocadillo fue una bofetada a mi autoestima, no quería caridad, deseaba aprender a cocinar.
En mi casa la cocina era como la habitación más fría, no sé nos permitía entrar a deshora a tomar una galleta o beber agua.

Cualquier ingesta debía ser supeditada por la bruja de las tortillas de cualquier cosa.

Me querían de granjero, que ayudara con los animales, que buscara setas, moras, cualquier cosa que pudiera ser comestible.

Así que, cuando una de esas mujeres cotillas, les contó que me había visto varias veces en el restaurante, en las cocinas, se armo una de esas broncas interminables en las que nadie cambia de opinión y todos gritan a la vez.

Una situación lamentable pero que me sirvió para, por una vez, hacerme oír.

Quiero ser cocinero, hacer suculentos platos, halagar el paladar de extraños, preparar la comida para los sibaritas de la cocina casera.

No quedo otra, tuvieron que admitir que nunca trabajaría la tierra de los abuelos, que no estaría en el taller de mi padre y perdieron los papeles.

Mi padre achacó a mi madre que me había consentido!!! , que locura pensar eso de una madre tan fría!!! , me había afeminado y echado a perder.

Mientras ella alegaba su descuido, no haberme llevado al campo a cazar, pescar y esas cosas que los padres hacen con sus hijos, perpetúando la crueldad y la falta de sentimientos.
Esa pelea, originada por mi, estaba latente. Era un matrimonio fallido y unido tan solo por la comida aburrida de una mujer frustrada.

Me hice fuerte y logre ser aprendiz sin cobrar nada.
Allí, tocando, haciendo trizas, limpiando, embutido en aromas desconocidos, probando sabores increíbles, lleno de harina y sudor, descubrí que había nacido para ello. Y me dolió, hasta que falleció, no sólo que tirara mi plato a la basura, sino que jamás probara ni me viniera a ver al restaurante.

No les guardo rencor. Los hijos nacemos, muchas veces, para cumplir sueños gastados. Si alguno rompemos la baraja, nos bajamos antes de llegar o tomamos un camino distinto, se bloquean, cojen un enfado que no quieren tener pero que con tanto orgullo no les deja reconocer que tienen un buen hijo, maestro en lo que realmente le gusta, en aquello para lo que nació.

En mi casa se come hablando, nos contamos las novedades del día, todos ayudan en la cocina y permito que prueben, del mismo modo que acepto que otros rechacen frontalmente ese mundo, antaño femenino y ahora al alcance de todos.

Autor: @wiliangel

Muchas gracias por leer mi publicación espero les guste mi tema de hoy sin mucho más que decir me despido y un fuerte abrazo a todos full bendiciones

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